«Fiesta financiera» y «bicicleta atroz» fueron algunas de las frases que se desprenden de las críticas que los especialistas de las más diversas corrientes realizaron a Sturzenegger, por la nueva suba en las tasas de referencia.

La inflación es la gran obsesión del Gobierno. Amén del impacto de la inflación en la economía, el tema es también político, ya que Cambiemos pretende ganar las elecciones de este año con el lema «le ganamos a la inflación». El año pasado, fue la más alta desde la crisis de 2001. Ahora, ya no hay quien crea en el rango del 12 al 17 por ciento que se aprobó en el presupuesto 2017. En el primer trimestre de este año, el acumulado que midió el Indec es del 6.3%, que dejaría al anual cerca del 25%. Al ver estos números, el presidente del Banco Central (BCRA) Federico Sturzenegger subió las tasas de interés en un 1.5%, lo cual las dejó en 26.25%.

Esta medida fue sumamente criticada, tanto dentro como fuera de Cambiemos. Hasta el diario El País de España hizo un informe al respecto. Sturzenegger es de la vieja escuela monetarista. Según esta ortodoxa perspectiva, la inflación es un problema netamente monetario: hay inflación porque hay mucho dinero circulando; la solución es sacarlo del mercado. Para esto, sube las tasas de interés a niveles muy tentadores, para así absorber capital y sacarlo de circulación. Aun si esta premisa fuese cierta (lo cual es muy discutible), acarrea daños colaterales muy grandes: con el dólar planchado, la bicicleta financiera se torna irresistible, por lo cual no se invierte en productividad; los préstamos se encarecen: las empresas tendrán costos más elevados, las familias consumirán menos bienes durables y los gobiernos locales tendrán que aumentar impuestos, suprimir gasto público o endeudarse más. Todo esto hace que la economía se enfríe demasiado. Las consecuencias son negativas para todos los actores de la economía, excepto para los especuladores.

«Toda América Latina está bajando el tipo de interés y Argentina lo sube. Con el dólar quieto (sin devaluación), las tasas permiten rentabilidades en dólares del 11% en tres meses, que no existen en ningún país del mundo. Están llegando muchos dólares pero no para la economía real. Ninguna actividad productiva ofrece tanta rentabilidad como la financiera en Argentina. Es una fiesta financiera. Eso en la historia no ha acabado bien, el Gobierno tiene margen porque el país tiene un endeudamiento bajo, pero eso no es eterno», opinó Marina dal Poggetto, directora del prestigioso Estudio Bein, en la mencionada nota de El País.

Aldo Pignanelli, economista del Frente Renovador, ex presidente del BCRA durante el mandato de Eduardo Duhalde y dueño de una mirada más heterodoxa, expresó que «se sigue aplicando la escuela de Chicago, el monetarismo exacerbado. Estamos volviendo a la época de la ‘plata dulce’ y el ‘deme dos’, que llevan a retrasar el tipo de cambio, a que aumenten las tasas, que el crédito se encarezca y que caigan las inversiones».

En el mismo sentido, señaló que «creer que levantando la tasa de interés se va a controlar la inflación es no entender que el fenómeno de la inflación en la Argentina no es por demanda de productos, sino por aumento de costos como las tarifas, los servicios financieros, la presión tributaria y los costos logísticos». Para Pignanelli, el problema es ideológico y planteó que estas políticas «atrasan 40 años» y «ya han fracasado en el pasado». Finalmente, apuntó contra el endeudamiento y contra «la fuga de capitales», que es producto de estas políticas.

El economista ultraneoliberal José Luis Espert tampoco ahorró críticas para Sturzenegger. «La inflación, si bien es un problema monetario, no se puede combatir solo con política monetaria, ya que es un problema de oferta monetaria y también de demanda de dinero», aseguró en diálogo con radio Belgrano. «Con la tasa de interés a nivel extravagante, ¿quién va a producir así? Es una bicicleta financiera atroz», sentenció.

El planteo de Espert tiene un trasfondo que no hizo explícito en la entrevista, pero sí en otras oportunidades. Cuando habla de «demanda de dinero» se refiere al déficit fiscal, el cual sólo bajaría –según su teoría- con un recorte brutal del gasto público, el cual incluye salarios, planes sociales, jubilaciones, etc. De hecho, en una entrevista con la misma emisora brindada en febrero había dicho que la solución para el déficit es «echar gente». En ese sentido, esta vez deslizó: «Con este agujero fiscal y esta tasa de inflación, no podés desenganchar a la política monetaria de la fiscal». Traducción: si no se baja el déficit, subir la tasa de interés no sirve para nada.

Sturzenegger no sale de la ortodoxia y cree firmemente que esta es la única manera de bajar la inflación. «Es sorprendente la cantidad de defensores que tiene la inflación en nuestro país. Por ello es bueno recordar los beneficios de bajarla», escribió en Twitter, al momento de compartir una nota del periodista Martín Tetaz titulada «Doce razones por las cuales la inflación es una tremenda enfermedad». La discusión es si de esta manera bajará o si tiene razón Pignanelli o, peor aún, si la tiene Espert. Más allá de si baja o no la inflación de esta forma, los daños colaterales son demasiados.

Aun con las críticas internas de otros economistas de Cambiemos, Sturzenegger parece contar con el apoyo total de Mauricio Macri. Tal es así, queMarcos Peña se hizo un lugar en el feriado del Viernes Santo para decir que «el camino del descenso de la inflación está garantizado».