La marcha de la CGT (raquítica, en todos sus aspectos) se realizó a espaldas de las luchas actuales – como la Pepsico o Tecpetrol en Chubut – y sin perspectiva de continuidad. Fue, sobre todo, producto de las tensiones internas que corroen a la central y que la encaminan a una nueva división. Es probable que el prometido Confederal pautado para el 25 de setiembre nunca se realice.

La crisis nada tiene que ver con una disputa entre supuestas alas, una dialoguista y otra confrontativa, como suelen presentarla los medios. Todas las fracciones fueron participes de la tregua que durante este año le concedieron al gobierno de Mauricio Macri.

Más allá de los discursos, ninguno “sacó los pies del plato” y todos firmaron paritarias “a la baja” o convenios con cláusulas flexibles. Eso incluye también a la Corriente Federal de los Trabajadores, kirchnerista, que subordinó todo su accionar al armado electoral de CFK (por caso, levantó la movilización que había promovido para el 7 de agosto).  

La promocionada reunificación tras el triunvirato fue absolutamente funcional al ajuste. El poder de veto “cruzado” aseguró el predominio de la orientación más conservadora.

Las diatribas de Macri contras “las mafias”, la intervención de algunos sindicatos, el desplazamiento del viceministro de Trabajo Ezequiel Sabor y de Luis Scervino (el “cajero” de las obras sociales) apuntan a reforzar el sometimiento de la burocracia sindical, de cara a la agenda de reformas reaccionarias que necesita imponer. En primer lugar la reforma laboral.

Cuando el pasado martes, la columna de los sectores clasistas – con Pepsico, el sindicato del Neumático, la Asociación Gremial Docente de la UBA y varias seccionales del Suteba, a la cabeza – desde el centro de la Plaza de Mayo coreó a favor del paro general, los organizadores solo atinaron a tapar el reclamo con la “marcha peronista”.

Fue un símbolo, como lo fue aquel atril volando por los aires el 7 de marzo, de la crisis y el desconcierto de la burocracia sindical que, a su turno, es también un reflejo del agotamiento histórico del peronismo.

El movimiento obrero, que ha librado grandes luchas como la de AGR-Clarín, las huelgas docentes, los azucareros del norte, los petroleros de la Patagonia, los choferes de Córdoba o Pepsico, reclama una nueva dirección y un programa de salida a la crisis nacional, antagónico a de los ajustadores

Con esta perspectiva, es que desde la Coordinadora Sindical Clasista del Partido Obrero impulsa la realización de un congreso del movimiento obrero y la izquierda.