La campaña electoral entró de lleno en la gestión del gobierno y en los análisis de la economía. Se intenta de esta forma relegar la decepcionante evolución de las variables económicas y el impacto negativo que tienen, principalmente, sobre los sectores populares y las pymes.

Dos citas que avalan esta tesis. El jefe de Gabinete, Marcos Peña, fue rotundo: «no, no viene un ajuste» después de las elecciones de octubre. También afirmó que eso «es un fantasma que agitan los que quieren generar miedo». Por su parte, el periodista Marcelo Bonelli sostuvo que «la abrupta y veloz suba del dólar tiene un origen político: las encuestas que posicionan a Cristina como una eventual ganadora en las próximas elecciones».

La realidad es mucho más complicada. Comencemos con Peña. En esta columna se han dado muchos ejemplos de los propios funcionarios macristas, y medios favorables al gobierno, que sostuvieron que tras las elecciones se producirá un ajuste. En principio, los aumentos de tarifas de gas, electricidad y transporte ya están planificados a partir de noviembre. El ministro de Finanzas, Luis Caputo, sostuvo el pasado abril: «Queremos ganar la elección para profundizar nuestro programa económico», y agregó que «no se puede encarar ahora el problema fiscal. Si atacamos el déficit, habrá más piquetes y la vida será imposible en Argentina.» Una «sincera» definición.

La Nación informa que «en la reunión de Gabinete del pasado martes (05.06.17) Mauricio Macri ordenó a sus ministros elaborar un informe con los programas que se podrían eliminar para el año que viene, de forma tal de lograr un fuerte recorte de gastos».

De hecho, el «círculo rojo» está pidiendo los ajustes, así como los inversores internacionales y el propio FMI, este último muy preocupado por la necesidad de reducir los gastos previsionales, en otras palabras, los ingresos de los jubilados. El gobierno dijo que luego de octubre continuará con su política. Y su política es de ajuste: está firmado y rubricado.

La intención de Bonelli es también llevar al campo político las tensiones que existen en la economía. Pero en lo relativo al dólar, si bien influyen las expectativas, hoy lo esencial está determinado por la demanda y oferta de los dólares en el mercado. Más aún debido a que el Banco Central liberalizó totalmente las operaciones cambiarias, lo que le dificulta «suavizar» las variaciones del tipo de cambio. Los flujos financieros crecieron significativamente, y dado que además los exportadores tienen hasta diez años para liquidar las divisas de sus ventas externas, son entonces las operaciones especulativas las que regulan esa oferta y demanda.

Los aumentos del precio del dólar impactan en la inflación, es una conducta ya instalada en la cultura argentina. Dado que no hay regulación alguna sobre los precios, un aumento del dólar impulsa los precios internos de los productos que se exportan e incrementa los precios de los productos que tienen componentes importados, o que se compran al exterior en su totalidad.

Adicionalmente, el gobierno decidió aumentar los precios de las naftas y el gasoil, dos componentes que se trasladan rápidamente a los precios. Esta decisión tomó por sorpresa a muchos analistas, dado que ni los precios del petróleo (que vienen en baja), ni el aumento en el dólar justifican el monto del aumento. La rentabilidad de las empresas petroleras parece ser la principal beneficiaria.

La política del Banco Central para encarar el aumento del dólar, así como para apaciguar la inflación, consiste en subir las tasas de las Lebacs, una estrategia que termina impactando sobre los costos del crédito a las personas y a las empresas, y de esa forma, complica la producción y el consumo.

Se produce así un círculo vicioso por el cual las medidas tomadas aumentan los precios, esa suba reduce el consumo, y aquellas empresas que no pueden trasladar los costos a sus precios, terminan despidiendo personal, con lo que se reduce aún más el consumo.

La cuestión principal detrás de los aumentos del dólar, así como de la sostenida inflación, es el impacto negativo que tiene sobre la ciudadanía, mermando su capacidad de compra, incrementando el desempleo y empeorando sus condiciones sociales. Entre quienes ganan con las subas y bajas del dólar, se encuentran los especuladores financieros y los grandes grupos económicos formadores de precios.

Y de aquí deriva otra cuestión esencial de este modelo implementado por Cambiemos: en un entorno en el cual la producción no encuentra su rumbo, la fuerte distribución regresiva del ingreso, que se acaba de explicar, no es un resultado fortuito, sino buscado.

Concentración para el cambio cultural

Los orígenes del acuerdo para la fusión entre Cablevisión y Telecom para convertirse en el mayor grupo de telecomunicaciones de Argentina y en el primer operador de cuádruple play (telefonía fija y móvil, video e Internet) del país se ubican en el decreto firmado por Macri apenas asumió, que reformó la Ley de Medios.

Un día después de conocerse la operación, las acciones de Telecom subieron 15% y las de Clarín 10 por ciento. La concentración que se producirá en el mercado de las telecomunicaciones será enorme: la compañía fusionada controlará 42% de la telefonía fija; 34% de la telefonía móvil; 56% de las conexiones a Internet; 35% de conectividad móvil y 40% de la televisión paga que se distribuye por cable (El País, 6/7/17). Estas cifras no impidieron que el ministro Oscar Aguad sostenga que «era necesario crear un mercado competitivo e incorporar un cuarto operador al sistema». Un shock de posverdad.

Cabe recordar que el Enacom autorizó a Nextel, la operadora de telecomunicaciones del Grupo Clarín, a dar servicios de datos 4G. Esta concesión se realizó sin cobrar canon, en clara ventaja con las tres prestadoras existentes que pagaron en conjunto U$S 2233 millones en 2014. Claro resultado de un gobierno de CEO.

Acuerdo Mercosur-UE

En este fin de semana se realiza la reunión del G20 en Alemania. Argentina será la próxima nación que presida por un año este organismo. Hasta el cierre de esta columna, no se habían producido hechos relevantes. Paralelamente se conoció que al filo del cierre de las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea , este último bloque no quiere negociar con el Mercosur el acceso de la carne y el etanol, entre otros productos. Desde esta columna ya se informó la firme postura de Merkel en este aspecto.

Cabe entonces poner en tela de juicio el entusiasmo del presidente argentino por lograr un acuerdo lo antes posible. Este podría llegar, pero la UE solo lo aceptaría excluyendo al mercado de bienes (agrícolas e industriales), lo que sería una mala opción. Esta alternativa implicaría avanzar en temas como la liberalización del comercio de servicios (entre ellos el financiero), compras públicas (que derribaría lo que se desea lograr con el proyecto de Compre Nacional que se está discutiendo en nuestro Congreso), y la propiedad intelectual, que podría poner una lápida sobre el desarrollo tecnológico y científico de nuestro país.

Abrir esta caja de Pandora, sin además poder exportar los productos en los que aún tenemos una ventaja competitiva, sería altamente perjudicial para nuestro país. Hay que tener en cuenta que estos acuerdos de libre comercio, y este en particular, son a favor del bloque que tiene mayor capacidad de producir bienes con valor agregado. Por eso defino al acuerdo Mercosur-UE como «el ALCA con Europa». «