El secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca, Juan José Bahillo, señaló este miércoles que la dependencia a su cargo estimó que la cosecha de trigo, que se realiza sobre fin de año, estará en torno de las 16 millones de toneladas. La cifra es un 27% más baja que la calculada en el invierno pasado, cuando comenzó la siembra de trigo y los cálculos indicaban –en función de la cantidad de hectáreas sembradas y los rindes promedios– que la zafra se aproximaría a los 22 millones de toneladas.

Bahillo aseguró en un encuentro con la prensa que la situación en la actividad agropecuaria es «particularmente tensa y crítica». Al presentar un informe sobre la Perspectivas Meteorológicas 2022/23, realizado por Agricultura y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), dijo que la angustia tiene que ver con que se está en el tercer año consecutivo con restricción de humedad y anomalías en el régimen de lluvias, lo cual impacta en el estado de los cultivos y la proyección de la producción.

Bahillo no caracterizó la situación como una «catástrofe», sí remarcó, en cambio, que es para «seguir y atender». Pero los informes técnicos hablan de un escenario muy complicado. El del 20 de octubre, por ejemplo, dice: “Continúa el desecamiento progresivo en toda el área triguera nacional como consecuencia de la escasez de precipitaciones y el incremento de la radiación de las últimas semanas y meses”. El estudio estima que “la totalidad de Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe y La Pampa presenta reservas hídricas insuficientes”, y agrega que “lo mismo se observa en la mayor parte de Buenos Aires”, menos el sudeste provincial. La falta de agua también es crítica en Ente Ríos y Corrientes.

Y en el informe «Escenarios probables de disponibilidad hídrica para maíz y soja» se lee que la escasez de agua en ciertas zonas de Buenos Aires, como Junín, ya es más grave que la de la campaña 2008-2009, que en aquel momento fue considerada como la “peor de los últimos 50 años”.

Lo peor son los pronósticos, que indican que “los escenarios a 30 días son desalentadores” y que a 60 días (fin de año), así lloviese con normalidad, “la probabilidad de déficit hídrico es muy alta”.

Soja y maíz

La falta de agua agarró a los cultivos de trigo a la mitad de su camino de crecimiento. Por eso es que allí donde el cereal pueda sobrevivir, se espera que los rindes sean bajos o menores al promedio histórico.

Pero la escasez también afecta la siembra de maíz y soja, cuyas primeras labores se suelen hacer en septiembre. Muchos productores decidieron retrasar la siembra, apostando a que las condiciones de humedad del suelo mejoren hacia noviembre como para hacer la siembra. Las perspectivas “desalentadoras” que menciona Agricultura no parecen dar la razón a la apuesta.

“Todas las previsiones hacen suponer una fuerte disminución de los rindes de fina [trigo y cebada] y el desplazamiento de [la siembra de] cultivos de gruesa [soja y maíz] hacia fechas de siembra más tardías”, concluyó el informe.

Medidas

Bahillo señaló que Agricultura “seguirá evaluando el daño y el perjuicio para ver qué medida podemos tomar, porque nada reemplaza a la lluvia». En ese sentido, apuntó: «No descartamos ninguna medida; será nuestra obligación y responsabilidad acompañar y ayudar al sector productivo a transitar esta circunstancia desfavorable».

El funcionario anunció que el sector exportador solicitó al gobierno «autorizar una prórroga en los embarques [de trigo], cuestión que vemos factible, ya que es una medida que puede ayudar a la planificación de la salida del cereal y contemplar simultáneamente el abastecimiento del mercado interno».

Según Bahillo, a pesar dela pérdida de casi el 30% del trigo, está asegurado el abastecimiento del mercado interno al tiempo que se puede “dar respuesta a la demanda externa”.