Roberto Pérez es encargado de un edificio en San Telmo, en la Capital Federal, desde hace 12 años. Vive con su esposa y sus dos hijos, de ocho y un años. Su manera de lidiar con la nueva realidad económica es el ajuste. Desde pequeñas cosas, como comprar la bebida gaseosa que más le gusta solo una vez por semana, a otras más grandes como cambiar de colegio al chico de ocho.

«Esta crisis me afectó en muchos sentidos. Vivo en Florencio Varela y tengo seis horas de viaje, entre ida y vuelta. Antes, me tomaba una combi que me hacía ahorrar dos horas por día. Ahora, no la puedo pagar. Se fue de 25 a 50 pesos diarios. Son dos horas menos de descanso o de estar con mi familia. También, antes usaba la camioneta de mi suegra un par de veces por semana. Era un lujito que me daba. Sólo debía poner el combustible que gastaba. Ahora, ese combustible me cuesta cuatro veces más», ejemplificó.

Roberto perdió mucho en calidad de vida. «Hace unos años, me pude comprar un televisor más moderno y ahora no sé para qué lo tengo ya que tuve que suspender el cable e irme a comprar una antena común y corriente. Son pequeñas cosas que si las sumás, te das cuenta de que tu vida ya no es la misma».

El nene más grande –aunque sin grandes lujos- estaba acostumbrado a vivir de otra manera. «Antes, pasaba por un kiosco y él me pedía algo y se lo podía comprar. Ahora, le tengo que decir que no. Tampoco se lleva plata al colegio para comprar cosas. Se lleva las galletitas de casa que las compramos mucho más baratas. Ni hablar de lo que significó el cambio de colegio. Esas cosas duelen».

Más trabajo para tener lo mismo

Evangelina Quaglia trabaja desde hace 12 años en el restaurante La Casa, de San Telmo, en la Ciudad de Buenos Aires. Vive con su marido y sus cuatro hijas, de entre 14 y 23 años. El desfasaje del último año y medio entre el crecimiento de su salario y el de la inflación la dejó en una disyuntiva: achicar mucho los gastos o aumentar mucho el trabajo.

«Para mantener mi situación económica como la tenía, tuve que agregar mucho más trabajo. Yo siempre fui mesera acá. Pero cuando se fue uno de los empleados de la cocina, el dueño me ofreció cubrir sus tareas con horas extras. Ahora, en esas horas estoy a cargo del teléfono, de la caja, del armado de las empanadas, de la producción en general», cuenta a Tiempo.

Además de haber aumentado las tareas en La Casa, en los tiempos libres Eva trabaja «en casas de familia». Tenía pensado dejar de hacerlo, pero se lo impiden la economía y las buenas referencias. «Me siguen recomendando y hoy en día no puedo decir que no», asegura.

Hace dos años, pudo hacer la fiesta de 15 de una de las nenas. «De a poco, con las propinas, fui comprando todo, y después con el aguinaldo y las vacaciones hice los gastos fuertes», explica y agrega: «El año que viene tengo la fiesta de 15 de la más chica y no sé cómo voy a hacer. Pero de alguna forma lo haré. La chica no tiene la culpa de cumplir 15 justo ahora», bromea.

Eva asegura que el consumo dentro del local tampoco es el mismo. «La gente deja propina, pero ya no viene la misma cantidad de público. Eso, también se siente».

Las segundas marcas ganan participación en el mercado

Si bien el índice de precios al consumidor del Indec detectó una variación del 27,5% en los últimos 12 meses, en ese período algunos bienes de primera necesidad subieron mucho más. En el listado de 50 artículos que publica mensualmente el organismo se detectan alzas de 94% en el aceite de girasol, 69% en la manteca, 58% en papa y yogures firmes, 53% en azúcar y 39% en leche entera, tanto en sachet como en polvo. Al tope del ranking se encuentra el vino común, con 126% de incremento en ese período. Solo dos artículos tuvieron variación negativa: la cebolla (-12%) y la naranja (-41 por ciento).

Para sortear la inevitable reducción en el poder de compra, los consumidores desarrollan diferentes estrategias. Una de ellas es recurrir a los supermercados mayoristas, que tienen precios más económicos. Originalmente pensados para compras en cantidad, en los últimos tiempos comenzaron a vender algunos artículos por unidad o a realizar ofertas. «El canal se adaptó a la compra minorista, por eso logró consolidarse», indicó Damián Di Pace, director de la consultora Focus Market, orientada hacia el marketing y la economía.

Otro recurso es el auge de las segundas y terceras marcas. Di Pace tuiteó un didáctico cuadro que refleja cómo los consumidores recurren a productos de menor publicidad y exposición comercial, y por eso más económicos. Ese efecto desplazamiento se ve en bienes como limpiadores, tinturas, condimentos, barras de cereales y dulce de leche, en los que la venta de primeras marcas cae tanto como crecen sus sustitutos. En general, las más caras (las que tienen un diferencial de precio mayor en 15% al del promedio) perdieron 1,8% de participación en el mercado. En la consultora Kantar (donde estiman que la caída global del consumo en el primer trimestre de 2017 es de 2%) coinciden en el análisis y ponen el ejemplo de los productos lácteos: «Las segundas marcas ganan terreno, principalmente en leches líquidas, donde significan un ahorro del 20% frente a las otras», dice su director, Federico Filipponi. «