En el salón Felipe Vallese de la histórica sede de Azopardo de la CGT no faltó ninguna de las vertientes sindicales que militan, de una u otra forma, en la central. No sólo fueron de la partida los miembros de la ahora diezmada conducción sino también los dirigentes de la otrora oposición enrolada en el Frente Sindical para el Modelo Nacional (FreSiMoNa) como Hugo Moyano, Omar Plaini y Sergio Palazzo, de la Corriente Federal de los Trabajadores (CFT). También estuvo el metalúrgico Antonio Caló, que durante la crisis que sacudió a la CGT en los últimos dos años, decidió ubicarse en una posición equidistante entre ambos bandos enfrentados.

El taxista Omar Viviani, distanciado de siempre de la  conducción junto con el Movimiento de Acción Sindical Argentino y enrolado detrás de la candidatura de Roberto Lavagna, también dio el presente al igual que el entonces moyanista Julio Piumato. Del mismo modo participó Sergio Sasia, de la Unión Ferroviaria, que transitó un camino común con el taxista hasta que ese espacio se fracturó ante el apoyo del primero a la temprana postulación de José Urtubey.

Aunque relegado, se ubicó en los sillones del público el ex triunviro de la CGT y titular de la CATT Juan Carlos Schmid, distanciado de la central desde su renuncia en septiembre de 2018. El que no estuvo fue el titular de la CTA kirchnerista, Hugo Yasky. Consultado por Tiempo, aclaró: «No fui invitado porque solo participaban los sindicatos de la CGT».

Avanza el pacto social

La presencia de todas las expresiones que militan en la CGT con la única excepción de la izquierda clasista agrupada del Plenario del Sindicalismo Combativo, tiene un alto contenido político. Implica un gesto de cara a la asunción de un nuevo gobierno peronista que, tal como lo ratificó Fernández en la reunión, se propone construir un acuerdo social con empresarios y trabajadores que reclama un alineamiento de las organizaciones sindicales.

Más allá del protocolo habitual de cualquier reunión de esta naturaleza, el encuentro en la CGT con el presidente electo estuvo minuciosa y largamente preparado desde el punto de vista político.

El Congreso de la CTA de los Trabajadores, que conduce Yasky, y que definió un rumbo de integración a la CGT, fue un primer paso en favor de ese pacto social, aunque dejó abierta la incógnita acerca de si esa inclusión serviría para reforzar la unidad o apuntalar a los sectores opositores.

En declaraciones publicadas por El Destape, el dirigente de la CTA reconoció que «Héctor Daer trató de sostener cierto equilibrio interno y colaboró en la unidad. Es uno de los que podría liderar la unidad del movimiento obrero». En diálogo con Tiempo el docente matizó las declaraciones pero ratificó su opinión acerca de un posicionamiento en común con relación al gobierno de Mauricio Macri. Yasky declaró en TV que consideraba «lógico» un «congelamiento de precios y salarios».

Tregua y convenios

En la misma tónica, el metalúrgico Antonio Caló adelantó que «si le dimos una tregua a Macri, ¿mirá si no le vamos a dar una tregua a un gobierno como el de Alberto Fernández?».

Desde la conducción, fue el secretario adjunto de la CGT, Andrés Rodríguez, quien salió a respaldar al presidente electo con una polémica declaración: «No vamos a exigirle a Alberto bono de fin de año porque sabemos que la situación es muy difícil. Tenemos que acompañar». Según datos de la Junta Interna de ATE-Indec, sin embargo, los empleados públicos acumulan desde noviembre de 2015 a septiembre de 2019 una pérdida del poder adquisitivo del 31,2% equivalentes a 11,6 salarios o 250.905 pesos.

Moyano, en la antesala de la reunión con Fernández, explicó que concurriría «porque es importante que el presidente electo muestre que ya está dando frutos su política de unidad, de cerrar la grieta».

El cónclave sirvió especialmente para que el movimiento obrero organizado diera señales ciertas de que ofrecerá una tregua al nuevo gobierno a pesar de la enorme pérdida del poder adquisitivo del salario, a fin de que pueda aplicar el acuerdo de precios y salarios.

Con todo, Fernández fue más allá cuando, a pesar de las escasas candidaturas sindicales en las listas del Frente de Todos, señaló que «el movimiento obrero organizado es parte del gobierno que se va a instalar en la Argentina el 10 de diciembre».

El presidente electo ahondó: «Vamos a honrar a Perón y a llamar a los que trabajan no solamente para hacer un acuerdo de precios y salarios sino para diseñar el futuro que la Argentina necesita», indicó que «los problemas de los ’40 no son los de los ’70 ni los del 2020» y, agregó: «Estoy seguro que los que están sentados a mi lado quieren esa Argentina integrada que yo quiero, quieren aportar al futuro». Para eso propuso la creación de «un centro de capacitación tecnológica para los que trabajan» en el mismo edificio de Azopardo. La referencia, claro, apuntó a la discusión sobre la adaptación de los convenios laborales a las «nuevas realidades».

En 2019, los despidos se multiplicaron por seis

Según el informe mensual de la consultora Tendencias Econpomicas, la conflictividad laboral experimentó un generalizado aumento en los 10 primeros meses de este año.

En lo que se refiere a los despidos, se incrementaron 544,5% anual «en un contexto de fuerte caída de la actividad económica». Esto equivale a seis veces lo acontecido durante el mismo período de 2018.

Pero además, las suspensiones aumentaron 8,4% anual con un predominio particular de la industria automotriz, que según el análisis de su director José Luis Blanco, «acudió a este mecanismo para ajustar la producción a la fuerte caída de las entregas al mercado interno y de las exportaciones como complemento a la baja utilización de la capacidad productiva instalada».

Los paros, por su parte, se incrementaron un 218,7% anual, debido «a los reclamos de los gremios por aumentos de salarios ante la aceleración de la inflación y, en menor medida, en protestas por los crecientes despidos.