A pesar de que Trump es un defensor de políticas proteccionistas, un proteccionismo demasiado agresivo no es posible con las cadenas de producción actuales.

La especialización productiva ha aumentado notablemente durante las últimas décadas, tornando a los países más dependientes de insumos intermedios importados para mantener la eficiencia productiva.

De este modo, es esperable una política más proteccionista, pero no demasiado, pues sería contraproducente para mantener su propia base electoral; y es esperable que se concentre sobre bienes finales.

Como contrapartida de esta política, es esperable una disminución en la inversión de capitales estadounidenses en el resto del mundo y, por lo tanto, menos incentivos del sistema financiero de Estados Unidos a otorgar financiamiento externo.
Esto no es bueno para los planes del gobierno argentino.

Lo que hace en primer lugar es dificultarle su política de endeudamiento.

El efecto se puede ir reforzando luego del primer año, pues Trump ha anunciado un plan económico disparatado que incluye recortes de impuestos a los ricos y a las corporaciones que dañará al crecimiento económico de su país, y para mitigar las consecuencias sobre su base electoral es posible que emprenda grandes planes de inversión pública financiados con endeudamiento que generaría tasas de interés mayores, y por lo tanto un costo de endeudamiento más alto para Argentina.

Sin embargo, la magnitud de estos efectos posiblemente sea baja.

Las consecuencias serán más negativas para los países de la región cuyas políticas estén alineadas con las del establishment de Estados Unidos.

México será el que más sufra. Estados Unidos es su principal mercado, al que le exporta 350 mil millones de dólares anuales, el 80% de sus exportaciones totales.

Las amenazas de Trump durante la campaña de subir los impuestos a las importaciones de vehículos Ford desde México si la empresa continua trasladando sus fábricas son ilustrativas de estas tensiones.

Los mercados mexicanos ya reconocen el efecto de esta bomba: al momento en que se conoció la victoria de Trump, el peso mexicano se devaluó más del 10% con respecto al dólar.

También tiene efectos sobre Brasil: daña a la estrategia económica del gobierno de Temer, pero claro que eso puede ser bueno para el país desde una perspectiva más amplia.

La elección de Trump alerta a la región sobre una dinámica más general: cuando los procesos económicos generan sufrimiento de las clases medias por períodos largos, el neofascismo y la consecuente fractura social se vuelve un escenario más probable.
Finalmente, la victoria de Trump es mala para el planeta.

Generará más desigualdad en Estados Unidos, lo que posiblemente acentúe los ya graves problemas de gobierno global que tanto están dañando al planeta, que se manifiestan en sus crisis económicas, sociales y del medio ambiente.«