«Lo que es bueno para un empresario individual, no beneficia a todos los empresarios en tanto clase», asegura el economista polaco Michael Kalecki. El canadiense Marc Lavoie ilustra la idea: «Si todas las empresas consiguen rebajar salarios, venderán menos productos y no por esto van a subir sus beneficios». Esta paradoja puede ayudar a entender los cortocircuitos entre el sector empresario y el gobierno de los CEO.

El sector le sacó el jugo al escenario favorable servido por sus pares del gobierno, pero su voracidad no le permitió devolver el favor en hechos políticos concretos.

A grandes rasgos, hay tres puntos sensibles de la economía en los cuales los empresarios no dieron apoyo concreto al mismo gobierno que ayudaron a llegar al poder.

-La fuga de capitales: 64.024 millones de dólares es el total de la Formación de Activos Externos (FAE) del sector privado no financiero, según datos del Banco Central.

-Inversiones: la «lluvia» anunciada por Cambiemos en reiteradas oportunidades nunca cayó y apenas mostró números positivos de manera esporádica.

-Suba de precios: la inflación más importante desde la híper del ’91 fue empujada, en parte, por los formadores de precios.

La suba de precios es un caso testigo. Las viejas metas que proponía el Banco Central de Federico Sturzenegger eran rápidamente revertidas por la realidad. En parte, porque los formadores de precios no acompañaron. Así las cosas, de la meta que apuntaba a un 2019 con la inflación en un dígito, se llegó a la realidad del 54,7% interanual.

Los alimentos constituyen uno de los grandes disparadores inflacionarios. En los últimos 12 meses, el ítem «Alimentos y bebidas» del Indec marcó un 64% de aumento. Esto llevó al gobierno a impulsar a regañadientes un «pacto de caballeros» de congelamiento de precios que tuvo como efecto colateral inmediato una disparada de precios «preventiva», además de despertar más quejas en el sector.

La voracidad de un empresariado caníbal devoró a su propio gobierno. Ahora, buscan un plan B. «