“Nosotros tenemos la carne, ustedes tienen el apetito; vamos a ver quién aguanta más”. Con esa célebre frase, relataba Juan Domingo Perón las negociaciones que mantuvo con Inglaterra, en el marco de la post guerra. En ese entonces, la suba del precio internacional no provocó una brutal escalada de precios hacia el interior del país. Todo lo contrario. Setenta años después, el mundo y las dinámicas de la economía han cambiado tanto que la suba del precio internacional provocada por una desgracia universal significa también una disparada en los precios locales, en una espiral que parece no tener solución; al menos, por el momento.

El escenario del mercado de carne es complejo. Los precios subieron por encima del 100 por ciento en apenas un año, producto de la dinámica alcista del mercado internacional, que los productores locales trasladan inmediatamente al mercado interno, bajo la lógica de «si no me pagás esto, lo vendo afuera». Sin acuerdo en el horizonte, el gobierno impuso durante los últimos meses restricciones a la exportación, que derivaron en precios estables (y relaciones tirantes con los exportadores). En las últimas semanas, el gobierno flexibilizó esas restricciones, pero el mercado respondió con un explosivo 20% de subas.

Por delante, se espera que los precios internacionales continúen en alza y presionen a los locales. De hecho, los grandes jugadores del mercado buscan un 2022 con un millón de cabezas de vaca exportadas, lo cual sería más combustible al fuego de los precios internos. Con todo, son muchas las inquietudes en distintos sectores del gobierno, que buscan la manera de enfriar los precios.

Según pudo saber Tiempo, el ministerio de Agricultura busca garantizar una suerte de canasta navideña de carnes. Se trata de un puñado cortes de consumo masivo que mantendrían su precio a partir de un acuerdo informal con el sector agroindustrial. El objetivo, no genera malestar social en las fiestas de fin de año.

El parche cortoplacista de Julián Domínguez no complace a otros sectores del gobierno que pretenden soluciones más profundas. Desde la secretaría de Comercio que conduce Roberto Feletti, tienen la intención de emular en el sector de la carne la lógica de la canasta regulada, que mantiene congelados hasta enero los precios de 1400 productos. Sin embargo, la iniciativa parece muy lejos de concretarse.

Por estos días, se exporta entre el 25 y el 28% de la producción. Un número que duplica los promedios de los últimos años y hace mella en la oferta al mercado interno. En Comercio, entienden que se debe presionar a la oferta vía suba de retenciones y aumentar la oferta local, lo cual no es bienvenido en Agricultura, que busca llevar las exportaciones del sector a los U$S 100 mil millones (ver aparte).

No solo el precio de la carne de vaca está en jaque por las exportaciones indiscriminadas. El pollo y el cerdo se ven afectados por las exportaciones de maíz y trigo, esenciales en la estructura de costos de la producción de pollo y cerdo. Se necesitan 19 millones de toneladas de maíz para abastecer al mercado interno. Se producen 50 millones, pero se exportan 34 millones. Con el trigo, ocurre algo similar. Además, las personas que no logran seguir el ritmo del aumento de carne de vaca, pasan al pollo como sustituto; a mayor demanda, mayor precio. Resultado, el pollo será también más caro.

Otros sectores que juegan un papel importante son los ministerios de Economía y de Desarrollo Productivo. En Economía, la cabeza está puesta en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que no suele ver con buenos ojos medidas intervencionistas como las retenciones. “Sí, pero el FMI quiere cobrar y sabe que de algún lado tienen que salir los dólares para pagarle”, confió un funcionario de alto cargo.

Matías Kulfas, a cargo de Desarrollo Productivo, dejó clara su posición al salir al cruce de Feletti y decir que “tuvo una actitud que no es la más indicada” al hablar de retenciones.

En concreto, por el momento, no hay mucho. Feletti presentará su propuesta a Martín Guzmán, Kulfas y Domínguez, aunque sin demasiadas expectativas.

En paralelo, los grandes exportadores solo buscan el mejor escenario para su negocio, sin demasiado interés por los daños que puedan provocar en el país donde producen los alimentos que exportan. Ellos tienen la carne y los argentinos, el apetito.