Las no muchas veces que la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca Bocco, habla con los medios se ciñe a opinar sobre temas propios de la agenda económica del gobierno nacional. Todas las semanas encabeza el gabinete económico y allí discute con los ministros y ministras del área. Esta vez, al igual que lo hicieron sus compañeros integrantes del Ejecutivo nacional, salió a sentar posición política: «La oposición no puede decirnos cuál es la agenda de los proyectos que se presentan en el Congreso. Eso es un disparate. Nosotros ganamos las elecciones».

La economista recibió a Tiempo en su oficina, un espacio precedido por un gran salón que homenajea al Martín Fierro. Allí adelantó que el Presupuesto 2021 contempla un crecimiento del 5%, reflexionó cuáles son las nuevas formas de la «lapicera fina», la coparticipación y las variables «tranquilizadas» de la economía.

–Uno de los principales problemas de la economía argentina es la caída de los ingresos en general y del poder adquisitivo de los salarios en particular. ¿Cómo piensan revertirlo?

–La masa salarial tiene que recuperarse, eso es claro. Para ello, la inflación no tiene que comerse los aumentos que se otorgan. Y es necesario que todas las variables macroeconómicas estén acompasadas, que el tipo de cambio no se atrase para no tener expectativas de devaluación y una tasa en pesos que genere incentivo para quedarse en la moneda nacional para ahorrar. Eso se hace con la tasa de interés mayor a la inflación y una diversificación de los instrumentos de ahorro. La tercera arista del triángulo es la regulación del mercado cambiario, dicho mal y pronto, el cepo.

–Para tener dólares, el gobierno apuesta a la exportación en un contexto mundial cada vez más proteccionistas. ¿Qué expectativas tienen?

–Vemos una recuperación para el año que viene. Aunque no sea en volúmenes como los que podría aportar Vaca Muerta, la Argentina tiene cantidad de sectores competitivos, muchos vinculados con la industria y los servicios de alta calidad, donde hay ciencia y tecnología. Por ejemplo, se pueden exportar respiradores, una vez que se termine de abastecer el mercado interno. El Ministerio de Desarrollo Productivo tiene varios estudios de cuáles son los sectores a los que deberíamos apoyar a través de créditos blandos para comprar máquinas y para capital de trabajo. Pero es verdad que también vamos a depender de qué escenario de demanda del resto del mundo afrontemos.

–¿Qué dicen en el presupuesto 2021 de cuánto va a crecer la economía?

–Vemos una economía creciendo, recuperándose, luego de un golpe muy grande. El año que viene no vamos a crecer todo lo que caímos este año, pero sí habrá un salto en torno del 5 por ciento. Vamos a quedar con una economía bastante golpeada, con una sociedad con bastante incertidumbre, lo dijimos desde el primer día, aunque ninguno imaginó que iban a ser tantos meses. Sí sabíamos que este tipo de medidas sanitarias extremas generan un parate muy fuete en la economía. Vamos a observar una caída del PBI de esas que son históricas y que vamos a recordar por muchos años. Eso impacta en el desempleo y en la pobreza. Por eso el Estado desarrolló varias herramientas de tamaño inédito. Hay un sector público que va a tratar de aportar cada mango que tenga para generar más empleo y más producción a través de dos vías: una, el gasto público directo; y otra, el crédito subsidiado y con garantía para el sector productivo, para que puedan comprar máquinas, contratar nuevos trabajadores, hacer cambios organizacionales. También vemos una recuperación del salario, la vemos, la esperamos y la deseamos. Necesitamos que las variables macroeconómicas, como tarifas y salarios, vayan juntas, acompasadamente y con tranquilidad, para que la recuperación sea verdadera. No creemos que el aumento del salario sea la explicación de la inflación, sí que las situaciones graves de inflación en la Argentina se explican por el sector externo, pero luego la puja distributiva mantiene en el tiempo una inercia inflacionaria compleja, sobre todo en un país que viene con este problema desde hace tiempo. Para el año que viene no tenemos en el Presupuesto previsto un paquete de asistencia Covid y sí uno pospandemia. Pero el presidente y el jefe de gabinete siempre nos dicen que más allá de los cálculos, no podemos no abrir la ventana y mirar qué es lo que está pasando en la economía real.

–La discusión de estos días fue sobre la plata de la coparticipación. ¿Cómo ve esto de redistribuir ingresos entre provincias?

–Es un tema que tiene que ver con la historia de nuestra patria y los distintos equilibrios. El presidente, desde la campaña, ha puesto el énfasis en esta cuestión del federalismo no declamativo. Hemos hecho un esfuerzo muy grande de llegar con nuestros instrumentos a toda la Argentina y eso se ha verificado tanto en el IFE como el ATP, los créditos a tasa subsidiada, los bonos específicos para AUH y jubilados. Todos esos planes fueron para todo el territorio nacional y de hecho tuvieron un impacto muy importante en muchas de las provincias que no estuvieron tan afectadas como el AMBA. Luego hay una discusión de cómo se distribuyen los recursos: ¿dónde hay más gente?, ¿dónde hay más pobreza? En esta disputa respecto de los gastos de seguridad se observa que la provincia de Buenos Aires gasta en seguridad per cápita 6700 pesos cuando en la ciudad de Buenos Aires llega a 17.000 pesos. Es una disparidad enorme y significa que los servicios de seguridad que se les puede dar a las personas que viven en cada territorio son completamente diferentes. Son discusiones que la Argentina va a seguir teniendo, aunque a veces se suban de tono. Hay que dar un debate en torno de la geografía económica, incorporar dentro del modo de ver la economía y la sociedad, la variable del territorio. En términos productivos, es saber cómo distribuimos los recursos, qué región puede producir qué cosa, qué puede exportar, cómo puede sacar sus productos, cuánto le cuesta sacarlos, qué capacitación tiene que tener la gente que trabaja y que vive allí para poder insertarse en esa producción.

–Por eso la propuesta de los polos productivos en las provincias…

–Efectivamente. Empezamos a trabajar en las famosas 60 medidas. En una de las reuniones se las presentaron al presidente y lo primero que dijo fue: «Bueno, está muy bien; ahora quiero que Kulfas, Guzmán y Wado (los ministros de Desarrollo Productivo, Economía e Interior, respectivamente)se comuniquen con todos los gobernadores y hablen con cada uno de ellos para ver en sus regiones cuáles son las inversiones prioritarias, cuáles los sectores productivos». Es decir, coser estas dos cuestiones, entre las políticas que venían diseñando los ministros para esta pospandemia y tener muy presente la mirada de los gobernadores y la mirada del territorio. Allí hay un compromiso y una instrucción del jefe de Gabinete.

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(Foto: Diego Martínez)


–Esa sensibilidad que sostiene que debe tener el Estado para poder enfocar las políticas públicas, ¿es lo que en su momento se había llamado sintonía fina? Es decir, ¿no serían grandes macromedidas sino las direccionadas y específicas?

–Sí, claro, nosotros ya tuvimos una agenda transformadora muy potente durante los tres mandatos sucesivos en los que se pudieron ir discutiendo y desarrollando un montón de políticas. Pero también tuvimos problemas con esas políticas. Tenemos que recuperar esas experiencias como propias. Esto de la tasa de interés real positiva y su vínculo con el cepo es una discusión que, cuando estábamos en el gobierno, nos costó. Entonces, creo que allí sí tenemos que recuperar nuestra propia experiencia y la de los otros gobiernos. No es solo una cuestión ideológica, sino de cómo funciona la economía argentina. Hay que aprender de los errores, hacer un trabajo más profesional, arrimar más datos, sacar una política y después evaluarla, y si no funcionó, te tenés que animar a darla de baja. Este es un buen gabinete; tenemos muchas cabezas con experiencia territorial, que son profesionales, que no le tienen miedo ni a las palabras ni a los temas, que están dispuestos a sentarse a una mesa y discutir una vez, dos veces, todas las que haga falta hasta llegar a algo que a todos nos parece que va a funcionar. Así se desarrollaron todas estas medidas en estos seis meses que suman más de 5 puntos y medio del PIB. No es sólo gastar la plata, hubo que pensar las políticas, desarrollarlas, implementarlas y tener el presupuesto para ello, todo en seis meses.

-¿Qué va a pasar con las tarifas? Ahora están congeladas y cada cierto tiempo aparece información sobre planes para descongelarlas.

–Tenemos un total apego a entender la situación en la que están las familias, que es delicada. En ningún caso vamos a retrasar todas las tarifas y subsidiar a todo el mundo incluido aquel que no lo necesita, no parece ser el mejor esquema. Ahora, tampoco liberaremos las tarifas y que las empresas cobren cualquier cosa hasta no saber cuánto vas a pagar ni de luz ni de gas el mes que viene. Hay un trabajo técnico y político para hacer porque tiene impacto en los bolsillos de las familias, como el impacto en los costos de las empresas y también en gasto público.

–¿Le preocupa el escenario político en el que tienen que llevar adelante las iniciativas de gobierno?

–Tenemos que tener consistencia y mucha energía para llevar adelante nuestra agenda. La gente votó un proyecto de país diferente, basado en la producción y el empleo para poder vivir con una mayor tranquilidad. Creo también que a la oposición le cabe un rol que es el de haber perdido las elecciones por un margen bastante más grande que el que nosotros tuvimos cuando ellos ganaron. Y deben comportarse como tal, constructivamente, como lo enunciaron al inicio de nuestro gobierno. Dentro de la oposición hay distintos tipos de liderazgos, algunos parecen más constructivos y otros verdaderamente me parecen inaceptables. Hay palabras, acusaciones de tipo personal que son inadmisibles y hay un círculo mediático que los protege. Insultan a una compañera diciendo que forma parte de las brigadas nazis y después hablan de algún empresario con causas de corrupción. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Creo que tenemos que bajar un cambio, que los desafíos que tenemos en el sistema productivo, en el mercado de trabajo, en las cuestiones sociales de largo plazo, son difíciles. Está la inflación, la cuestión cambiaria, este territorio tan grande con tantas disparidades, son todos temas profundos, de largo plazo, que requieren tranquilidad, trabajo técnico, acuerdos políticos y consensos. Es imposible generar esos espacios de discusión cuando hay gente que tiene este tipo de expresiones totalmente inadmisibles en democracia. Nosotros tenemos que seguir con nuestra agenda de trabajo, no responder a las provocaciones y no tenemos que confundir todos los temas. ¿Qué estamos discutiendo? ¿Una Reforma Judicial? ¿Corrupción? Todas las agendas se mezclan.

-Eso implica para el frente de gobierno tener una posición uniforme, un discurso centralizado. ¿Observás que esa condición previa está?

–Yo en lo cotidiano veo mucho trabajo adentro de nuestra coalición, bastante productivo. Eso no quiere decir que tengamos la misma opinión sobre todos los temas. Acá hay un desafío lindo, porque se le criticaba al kirchnerismo ese verticalismo y que había una sola idea, y que no se podía opinar distinto incluso siendo parte del movimiento. Esa es una crítica que los que somos kirchneristas vivenciamos. Ahora, pasa la historia y se ganan las elecciones presidenciales con una coalición en la que hay distintas ideas. Era parte de lo que buscábamos y parte de lo que la sociedad piensa. Es un poquito más de sal y pimienta para opinar otra cosa, para acercar otro papel a la mesa de la discusión. Nosotros tenemos que aprender a vivir allí, en esa unidad. El presidente siempre baja línea allí: «Siempre unidos; todo se puede conversar», dice. Pero es algo nuevo, distinto de los tres mandatos anteriores, muy diferente. Es algo que nosotros tenemos que ejercitar hacia adentro y no nos tenemos que impacientar o creer que la única manera de resolver las cosas es tener una voz fuerte que pega el puñetazo en la mesa y acomoda todo. A veces hace falta eso y a veces no, porque hace falta sentarse y discutir una hora y media más, llamar a alguien que no se te ocurrió llamar a la mesa, o que se te ocurrió, pero te costaba. Es interesante. Así como es muy importante el diálogo con la oposición y no responder a sus provocaciones. Creo que tenemos que enfocarnos muy bien cuando ellos hacen cosas que son francamente antidemocráticas: ellos no pueden decirnos cuál es la agenda de los proyectos que se presentan en el Congreso. Eso es un disparate. Nosotros ganamos las elecciones, el Poder Ejecutivo puede presentar el proyecto que se le ocurra, la oposición, también. «