Desde arriba de 40 a por debajo de 39. Así fue la fuerte baja del dólar de este jueves, que retrocedió a $ 38,20 para la versión mayorista y a $ 38,98 en el promedio de venta al público en bancos. La noticia le trajo un poco de paz al gobierno, que pudo disfrutar de un día de paz cambiaria a pesar de que la divisa ya haya duplicado su valor desde fines de año.

La baja en la cotización se dio a contramano de los pronósticos. Muchos esperaban un aumento de la demanda luego de que el Banco Central dejara $ 232 mil millones en Lebac sin renovar y dudaban que la oferta de letras de Hacienda y la suba de encajes alcanzaran para absorber ese sobrante. Sin embargo, el ingreso de fondos del extranjero (fuentes del mercado estiman que entraron U$S 900 millones para posicionarse en títulos locales) cambió el humor y permitió, en la jerga meteorológica que gusta usar el presidente Mauricio Macri, que hubiera un veranito en medio de la tormenta.

¿Por qué volvieron los inversores en medio de una economía en recesión y con fuertes desequilibrios macroeconómicos? Estas pueden ser algunas de las razones.

Tasas altas. El gobierno jugó fuerte y emitió letras capitalizables en pesos (Lecap, cuyos intereses se agregan al capital cada mes) con rendimientos efectivos anuales de hasta 60%. En muchos ámbitos se tomó como la señal de largada de un nuevo carry-trade o bicicleta financiera, esto es, que los suculentos intereses en pesos lo sean también en dólares si la divisa se mantiene estable mientras dure la colocación. Por supuesto que se trata de una apuesta peligrosa, ya que nadie sabe cuál puede ser el precio del dólar de aquí a cuatro, seis o doce meses, pero hubo quienes aceptaron el riesgo. De hecho, la demanda de Lecap fue alta y la tasa de corte fue inferior a la prevista.

¿Dólar de equilibrio? Orlando Ferreres, ex viceministro de Economía y titular de la consultora OJF, señaló que el tipo de cambio multilateral (aquel que tiene en cuenta no sólo la inflación interna sino la de los principales socios comerciales de un país) hubiera estado en equilibrio en agosto con un dólar de $ 36,90. Superado ese valor, la divisa podría haber entrado en una zona de cierta estabilidad. Esa es la justificación teórica para apostar otra vez al carry-trade.

Apoyo del Fondo.  Se da por hecho que el Fondo Monetario Internacional aceptará el pedido de reformular el acuerdo de hace tres meses. En Washington tienen muchos reparos sobre lo actuado por el gobierno argentino, pero saben que dar marcha atrás sería muy costoso en términos políticos, sobre todo después del respaldo explícito de Donald Trump y cuando sólo faltan dos meses para que Buenos Aires reciba al G-20. No está claro si se adelantará el giro de las cuotas ya pactadas o si también se agregará dinero extra, pero el mercado descuenta que el FMI no le soltará la mano a Argentina.

Una foto con los gobernadores. Aunque tuvo momentos ríspidos, la reunión de la semana pasada entre Macri y los mandatarios provinciales dejó la foto política que pedían desde el exterior, y sobre todo desde el Fondo: una señal de que la oposición se comprometerá políticamente con los ajustes plasmados en el Presupuesto. El objetivo de esa norma es el déficit cero, aunque muchos de los parámetros usados en su elaboración (tipo de cambio, nivel de inflación y de actividad, entre otros) despiertan dudas de que esas previsiones puedan ser cumplidas.

Precios de oportunidad. Con una moneda que vale la mitad que a comienzos de año, los activos argentinos quedaron muy baratos. Este virtual “hot sale” tentó a fondos que habían cambiado sus inversiones en pesos por dólares cuando estaban a 21 y ahora los pueden canjear a 39. De hecho, después de que sus precios cayeron en promedio 60% desde principios de año, empezaron a aparecer compradores para las acciones de empresas nacionales que cotizan en la bolsa de Nueva York:  en los últimos días repuntaron entre 10 y 15%.