La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, llegó a Buenos Aires y dio un explícito respaldo a la política económica del gobierno. “Fue un honor encontrarme con el presidente Mauricio Macri. Lo felicité por las importantes reformas que su administración ha puesto en marcha y por su liderazgo en la presidencia de Argentina en la reunión del G-20”, dijo la mujer que encabeza el organismo internacional desde 2011, después de un encuentro protocolar en Olivos que duró 50 minutos.

En círculos oficiales también lo interpretaron así. «Ella fue muy elogiosa por el proceso de transformación que vio en la Argentina, al asegurar que admiraba lo que estábamos haciendo al respecto», se jactaron fuentes oficiales citadas por la agencia Télam.

Lagarde vino al país para participar de la reunión de ministros de Finanzas y presidentes de Bancos Centrales que se realizará esta semana. Será una de las rondas de preparación para la cumbre de mandatarios del G-20 de la que Argentina será sede en diciembre. De manera nada casual, la funcionaria anticipó su visita y aprovechó para expresar su opinión favorable sobre el manejo de la situación por parte del macrismo.

“No veo gradualismo. Las autoridades están atacando el problema con mucha decisión. No es a medias tintas, es en base a la profundidad de las medidas que se toman, de manera sustancial y sostenible con el transcurso del tiempo”, señaló Lagarde el jueves, en una conferencia organizada por la Universidad Torcuato Di Tella bajo el título La Argentina y las perspectivas de la economía global. Así tomó parte por el gobierno en su disputa contra los economistas que le exigen un mayor ajuste fiscal, sin importar los costos sociales que pueda acarrear. La discusión viene tomando temperatura en los últimos meses y enfrenta al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, partidario de que la reducción del déficit fiscal no sea tan abrupta, con varios analistas ortodoxos. Justo ayer, José Luis Espert (uno de los abanderados de esa corriente) escribió una columna en La Nación exigiendo bajar el gasto público en un 15% del PBI, eliminar el déficit y bajar la presión tributaria. “El gobierno no pondera adecuadamente la importancia de los desequilibrios económicos heredados. El costo económico de la restricción política es enorme”, se quejó el ultraortodoxo Espert. 

“El gobierno no ataca al déficit fiscal de manera frontal, brutalmente, sino con el transcurso del tiempo, contemplando las circunstancias generales que tiene la economía. Los ortodoxos pueden argumentar que sería mejor cambiar más rápido, pero los más pragmáticos entienden que en tanto hayan decisión, voluntad y un curso definido, ya es un gran logro. Lo importante es que se tome en cuenta la capacidad de la economía y de la sociedad como para responder a estos pasos decididos para atacar estos problemas a fondo”, fue la banca de la titular del FMI.

Las palabras de Lagarde tienen un inocultable matiz político. No sólo porque se metió en una discusión interna entre el gobierno argentino y algunos voceros del establishment, sino porque el ala técnica del organismo que preside también formuló sus reparos sobre el tema. De hecho, cuando trató el informe de la misión que vino el año pasado a monitorear la situación, la cúpula del Fondo tuvo posturas divididas sobre la velocidad del ajuste. “Muchos directores respaldaron una versión más anticipada del reequilibrio fiscal, que permitiría tasas de interés más bajas, reduciría las presiones al alza sobre el peso y limitaría las vulnerabilidades ante un endurecimiento repentino de las condiciones de financiamiento externo. Otros directores, si bien coincidían con la necesidad de reducir el déficit fiscal, también señalaron el impacto social de una consolidación más rápida”, reveló el comunicado oficial de la entidad del 29 de diciembre del año pasado.

Diplomática, la dama obvió esa diferencia de opiniones en el seno de la entidad y se alineó con el discurso del gobierno, aunque admitió estar preocupada por la situación internacional. “Si la economía de Estados Unidos se desarrolla rápidamente por el estímulo fiscal vamos a ver un ajuste en las políticas monetarias, un aumento en las tasas de interés a un ritmo más rápido al que anticipábamos hace seis meses y esto va a impactar en los términos financieros que se dan en todo el mundo”, señaló. El posible alza de las tasas es un problema para nuestro país, que cada año necesita financiar un agujero de más de U$S  20 mil millones. Pero Lagarde desmintió que haya venido a ofrecer préstamos al gobierno, aun cuando las líneas crediticias del FMI sean más baratas que salir al mercado abierto. «No vengo a cerrar ningún programa de ayuda. Argentina no tiene necesidad de pedir un préstamo. No vengo a prestar plata», enfatizó. 

En la reunión preparatoria del G-20, Sturzenegger propondrá crear bonos para financiar la obra pública

Entre mañana y pasado, 22 ministros de Finanzas, 17 presidentes de Bancos Centrales y diez titulares de organizaciones internacionales participarán de la primera reunión preparatoria del G-20, en el Centro de Exposiciones y Convenciones porteño. Se trata del principal foro internacional para la cooperación económica, financiera y política, integrado por la Unión Europea y 19 países (entre ellos potencias como Estados Unidos, el Reino Unido y Japón) que abarcan el 85% del producto bruto global y el 66% de la población mundial. El encuentro abarcará una serie de reuniones a lo largo de todo el año cuyas conclusiones serán rubricadas en diciembre en una cumbre de mandatarios de los países miembro. Argentina fue designado como país anfitrión para 2018 y por esa razón Mauricio Macri ejerce la presidencia pro témpore del grupo.

El temario de este año hace hincapié en el futuro del trabajo a partir de las nuevas tecnologías y en la disponibilidad de infraestructura para el desarrollo. Y al respecto, el presidente del BCRA, Federico Sturzenegger, adelantó que pondrá sobre la mesa la propuesta de crear bonos o títulos negociables respaldados en contratos de infraestructura, de manera de obtener financiación para los proyectos entre inversores institucionales o incluso particulares, transfiriéndoles los derechos de crédito sobre las obras. El funcionario reconoció que su idea de armar este esquema, conocido como securitización, se inspira en el plan Brady, que a fines de la década del ’80 transformó las deudas que los países emergentes tenían con bancos internacionales en deuda de mercado abierto, lo que permitió aliviar la exposición al riesgo de los acreedores. 

«Argentina propone replicar ese mecanismo creando una nueva clase de activos, cuyo subyacente sean contratos de infraestructura estandarizados. (El sistema) tiene varias ventajas: permite la diversificación del riesgo, le otorga liquidez a una inversión típicamente muy ilíquida y es un antídoto potente contra la corrupción», dijo Sturzenegger.

La reunión que arrancará mañana tiene a su vez una instancia previa este fin de semana entre los «deputies» o funcionarios de segunda línea de los ministerios y bancos, que acuerdan los temas a tratar. El martes se difundirá un comunicado con las conclusiones del encuentro y las recomendaciones para la próxima cumbre de presidentes. «