¿Hay un golpe de mercado en la Argentina? Hace más de un mes que la cotización del dólar es una de las noticias más destacadas de cada jornada. El blue, ilegal, y los dólares que se consiguen por medio de operaciones financieras legales, el contado con liquidación y el MEP, subieron un 30%, punto más o punto menos, desde el 15 de septiembre, cuando el Banco Central junto con la Comisión Nacional de Valores, lanzó una serie de medidas para restringir justamente esas operaciones. Un mes después, el Ministerio de Economía las desarmó y les adjudicó la causa de la suba de esos dólares alternativos. Pero en el medio, Economía –el gabinete económico, se podría decir– fracasó en lograr que los exportadores liquidasen sus dólares.

Si no es un golpe, entonces es una tormenta perfecta en la que se conjugan exportadores que no liquidan, importadores que adelantan pedidos del exterior, pago masivo de deudas financieras y comerciales privadas con divisas, presiones para conseguir una mayor renta a cambio de mantener inversiones financieras en pesos y un largo etcétera, con un gobierno que no quiere controlar esas maniobras y que las potenció con la gestión económica vinculada a la pandemia.

La presión cambiaria tiene, además, una lectura política inevitable, porque implica el intento de imponer una orientación determinada al gobierno. En principio, la pulseada es por el valor que debería tener el dólar, pero no se detiene allí: el tipo de cambio que surja de este pulso será el que domine en la próxima recuperación económica y, por lo tanto, el que puede impulsar superganancias a las empresas concentradas y superpobreza para vastos sectores de la población.

Las maniobras

Economistas consultados por Tiempo coinciden con la visión del gobierno de que no hay razones para que exista la actual presión cambiaria. En los últimos días, tanto el ministro de Economía, Martín Guzmán, como las cabezas de la Jefatura de Gabinete, Santiago Cafiero y Cecilia Todesca, salieron a asegurar que las condiciones económicas son las adecuadas para mantener el actual proceso de suba pausada del precio del dólar y que, por ello, no habrá una devaluación brusca (ver página 5). El economista Claudio Lozano, director del Banco Nación, asegura que «lo que se vive hoy en el mercado cambiario no tiene una explicación de carácter económico. No hay ninguna razón en la Argentina de hoy para que haya presiones cambiarias». Lozano enumera: Argentina cerró un acuerdo por consenso con sus acreedores en materia de deuda; negocia con el Fondo Monetario; tiene un saldo comercial con el exterior positivo, de más de 17 mil millones de dólares proyectado para este año y también saldo positivo de cuenta corriente; y el tipo de cambio no está atrasado.

Para Julián Zícari, economista y autor del libro Crisis económicas argentinas, «la situación económica no es ideal pero objetivamente está bastante bien en este sentido; no se puede decir que está en lo peor».

La contracara de este cuadro es la existencia de una masa de pesos cuya tenencia está concentrada en muy pocas manos y que es la que se usa para impulsar el dólar. Si se mira allí se puede encontrar a los responsables de las presiones.

Este diario ya consignó en anteriores ediciones las maniobras con el comercio exterior. Por el lado de los importadores, demandaron reservas para pagar importaciones pero se les fue la mano: los pedidos fueron superiores a las importaciones en U$S 5000 millones. Según las autoridades del Banco Central, que dirige Miguel Pesce, las usaron para adelantar tanto el pago de importaciones que aún no se concretaron como la cancelación de créditos comerciales. Esto es tan así que en medio de la crisis económica las importaciones consignadas en septiembre último crecieron respecto de las del mismo mes de 2019. Esto al margen de las maniobras que son abiertamente ilegales, como la sobrefacturación de importaciones.

En tanto, los exportadores no liquidan los dólares provenientes de las ventas al exterior. Un cálculo de Lozano ubica ese faltante en entre U$S 3200 millones y U$S 4000 millones. La baja de las retenciones –leída como parte de un acuerdo con el polo sojero– no modificó el comportamiento de los exportadores, principales beneficiados de esa reducción.

La presión sobre el dólar a partir de las tenencias de pesos también se observa en el pago de las deudas privadas. Lozano calcula que las empresas pagaron unos U$S 7000 millones en lo que va del año. El BCRA intentó bloquear ese drenaje pero al poco tiempo, tras una reunión con los jefes de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), relajó la contención.

Pero la presión es también más sutil. Tenedores de pesos (fondos, bancos, sociedades diversas) incrementaron las coberturas contra una devaluación a partir de la lectura que hacen de que la brutal emisión de pesos para superar la pandemia, más la bola de Leliq y pases pasivos, incrementó el riesgo de una devaluación. Esa cobertura está atada al valor del dólar futuro, artificialmente bajo por la presencia masiva de contratos vendidos por el Banco Central, por unos U$S 4000 millones, para evitar una disparada del dólar.

Y están Pimco y Templeton, los fondos internacionales a los que el gobierno apunta cuando dice que son los que están impulsando el contado con liquidación porque se quieren ir del país, para lo cual están dispuestos a pagar «lo que sea» para conseguir los dólares. Esa conducta es llamativa. ¿Por qué esos dos fondos no aceptan las propuestas de bonos en pesos con altas tasas? Los analistas financieros locales leen que en el exterior se espera una devaluación brusca del peso.

Lindante con la ilegalidad, está el comportamiento de los bancos que impulsaron la suba del contado con liquidación a mediados de abril, de $ 85 a $ 115 con el dinero que les dio el Banco Central para alimentar los créditos para pymes al 24% de interés. Y ya directamente ilegal, la mitad de la economía argentina está en negro y alimenta la demanda del blue, que es manejado por una decena de bancos.

Qué política

Para Hernán Lechter, economista y director del Centro de Economía Política Argentina (Cepa), todos estos impulsos son provocados por «sectores que claramente están apostando a la devaluación y que no modifican su comportamiento frente a ninguna medida que toma el gobierno». Entre esos sectores se encuentran los fondos internacionales y la agroindustria. A su lado se prende un sector de la oposición política y diversos empresarios.

Con todo, los economistas consultados por Tiempo también concuerdan en que hay una responsabilidad en el lado de las autoridades. Andrés Asiain, director del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (Ceso), observa que la indefinición oficial en torno de Pimco y Templeton les dio las armas para que presionaran sobre el dólar. «Hubo un mal juego porque, o se los reestructuraba forzadamente y se los inhabilitaba para acceder al mercado de cambios, o se hacía un acuerdo y se licitaban los bonos en dólares», señala. «No hacer ni lo uno ni lo otro fue darles las armas para que presionaran sobre el mercado de cambios». También subraya «los malos acuerdos, sorprendentes, con el sector exportador» por la escasa liquidación de las exportaciones tras la reducción de las retenciones. «Eso habla de una incapacidad política para llevar a cabo una decisión», agrega.

Para Lozano, «el gobierno no administró adecuadamente durante los últimos nueve meses el ingreso y el egreso de divisas». A ello agrega que pagó U$S 3000 millones de deuda externa mientras la negociaba.

En Economía ruegan porque Pimco y Templeton ingresen en el canje de bonos que lanzará esta semana. La iniciativa forma parte de una serie de medidas que buscan alejar a los que tienen pesos de la tentación de irse al dólar. El énfasis puesto por Guzmán al decir que no habrá una devaluación brusca tiene el mismo sentido. Pero esas medidas tienen costos fiscales, como el blanqueo y la desgravación impositiva en la construcción. En el gobierno suponen que después de eso, las grandes empresas del sector dejarán de buscar al dólar.

Para Lozano, la salida del gobierno debería ser otra: un «replanteo político» y la convocatoria a los movimientos sociales, políticos y sindicales que conforman la mayoría del Frente de Todos a encarar «un rumbo diferente». Según el directivo del Banco Nación, «la administración del comercio exterior es una clave principalísima para cualquier gobierno popular que pretenda aplicar o poner en marcha un modelo económico diferente». «

Las claves 

Según los cálculos del economista y director del Banco Nación, Claudio Lozano, la corrida contra el peso ha sido de 14 mil millones de dólares.

Por la no liquidación de exportaciones hay entre 3200 millones de dólares y 4000 millones que no ingresaron al país.

El pago de deuda pública mientras se negociaba con los acredores se llevó otros 3000 millones

El pago de deuda privada implicó el uso de otros 7000 millones de dólares de las reservas.