Hace un año exacto, el 16 de octubre de 2015, en el 51° Coloquio de IDEA, el entonces candidato a presidente, Mauricio Macri prometió, ante un auditorio repleto, todas las demandas del establishment allí presente.

Los ojos de aquella platea, parafraseando una entrañable milonga porteña, relampagueaban de gozo. No era para menos. Entre otras cosas, prometió volver este año (al Coloquio 52°) con su gabinete «para acordar las políticas directamente con ustedes».

El candidato no lucía bien. Parecía cansado y fastidioso.En los pasillos del Sheraton, los empresarios descontaban que el ganador sería Daniel Scioli, del FpV.

Batacazo mediante, este miércoles abrió la edición 2016 del foro empresario, aunque no tuvo que acordar nada con los anfitriones. Los empresarios ostentan la tercera parte de los cargos que ejecutan las decisiones en forma directa.

Lo que no terminan de ejecutar son las inversiones, ese permanente objeto de desvelo gubernamental. Tras el pago a los buitres que haría realidad la mentada «vuelta al mundo» sonaron pocas monedas. Con una economía cada vez más recesiva llegó el turno del rimbombante Mini Davos, que también dejó más promesas que verdades. Allí, el «Rey de la Soja», Gustavo Grobocopatel, reconoció a este medio que ante todo los que están debiendo inversiones son los jugadores locales y levantó polvareda.

Los foros privados internos se concentraron en una búsqueda que, por ahora, sigue infructuosa. Además de IDEA, esta semana fue el turno de la 64ª Convención de la Cámara Argentina de la Construcción, que reunió a una multitud en el Sheraton de Retiro, con el cierre, una vez más, a cargo del presidente.

Macri buscó instalar la teoría de los brotes verdes, que desde hace días viene siendo el nuevo rostro del mismo optimismo oficial. Antes que él habló el ministro de Economía, Alfonso Prat-Gay, que también sugirió señales de recuperación. 

El propio presidente de la Camarco, Juan Chediack, y el titular de la UOCRA, Gerardo Martínez, habían puesto los durísimos datos del sector en negro sobre blanco unos minutos antes: estancamiento y 100 mil despidos. Además, dijo Chediack, un piso del 40% del empleo en negro. Pero Prat-Gay y Macri enarbolaron la bandera de la euforia: «empezamos a ver los primeros síntomas de que salimos de la recesión», aseguró el mandatario; «toda la economía dejó de caer en el tercer trimestre», sumó el ministro.

Chediack denunció la informalidad pero defendió el proyecto de ley de primer empleo que acarrea un programa de flexibilización justificado con el supuesto fin de «crear más y mejor trabajo».

El avance sobre los sectores asalariados concitó una (nueva) afirmación polémica de Prat-Gay: «desde hace tres meses el salario le gana a la inflación», dijo el ministro.

Un día más tarde, en IDEA, picaron en punta los mismos reclamos, palabras más o menos. Mauricio Macri insistió con la necesidad de profundizar el achicamiento del Estado, que «no puede ser un obstáculo sino un facilitador» de la productividad.

Si algo dejaron en claro la cita de IDEA y el encuentro constructor del martes es el consenso privado, gubernamental y aparentemente también de la dirigencia sindical y de parte de la oposición política de que comienza el ciclo de las «reformas de segunda generación», como señaló la semana pasada a Tiempo el referente de la industria alimenticia, Daniel Funes de Rioja.

¿Las consecuencias? todas incógnitas en una realidad que, a contramano de las poses cancheras u optimismos forzados, tiene los pies en el barro de un panorama sin indicadores económicos esperanzadores.