El gobierno nacional ha manifestado en reiteradas oportunidades su preocupación por la carga tributaria que pesa sobre las empresas y las personas en la Argentina. El presidente Mauricio Macri lo dijo con todas las palabras a fin de octubre pasado: «Tenemos los impuestos más altos del mundo, hay que ir hacia la baja de los impuestos», señaló.

En el mismo sentido se expresaron miembros del Gabinete. El titular del Palacio de Hacienda, Nicolás Dujovne, dijo a mediados de noviembre, durante un acto en la Comisión Nacional de Valores, que «la Argentina tiene una presión impositiva elevada y con impuestos distorsivos».

En todos los casos, la preocupación oficial apunta a reducir la presión impositiva, especialmente en el caso de las empresas, dado el carácter «distorsivo» de algunos tributos.


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(Foto: Ignacio Sánchez)


Lo que no se escucha de boca de los funcionarios es alguna apreciación acerca del carácter regresivo que tiene la estructura impositiva argentina. La parte más importante de la recaudación está compuesta por impuestos más distorsivos que aquellos que preocupan al ministro Dujovne porque implican que los sectores de menores ingresos destinan una mayor proporción de los mismos al pago de impuestos que los de mayores ingresos.

El ejemplo más claro en ese sentido es el IVA (sigla de Impuesto al Valor Agregado). La población con menores ingresos suele gastar el ciento por ciento del dinero que le entra en el consumo inmediato y salvo el alquiler de la vivienda, todo lo que adquiere –sean bienes o servicios- está gravado por el IVA. En noviembre pasado, el Indec informó que la Canasta Básica Total, que representa el consumo mínimo para no caer en la pobreza, sumó $ 25.206,03 para una familia de cuatro miembros. Esa canasta incluye el alquiler, al que el Indec valora con el 17% de los gastos de esa canasta, es decir unos $ 4300. Así, quedarían unos $ 21 mil destinados a la adquisición de bienes y servicios todos ellos alcanzados por el IVA, lo cual arrojaría unos $ 4410 pagados al Estado por ese concepto. Es decir, esa familia estaría dejando un 17% de sus ingresos en este impuesto.

En cambio, en un ingreso familiar superior se licúa la presión del IVA porque además de la compra de bienes y servicios de consumo inmediato, el dinero también se ahorra o invierte. Por caso, si un grupo familiar ingresa $ 100 mil por mes y ahorra un tercio, deberá pagar IVA por los gastos equivalentes a $ 70 mil, lo que significa $ 14.700. Esa cifra es mayor a los $ 4410 del caso anterior pero proporcionalmente representa menos en el total de los ingresos: sólo el 14,7 por ciento.


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(Foto: Ignacio Sánchez)


El IVA crece

Este esquema se agrava por el hecho de que el IVA pesa cada vez más en la recaudación total. Si en 2011 representaba el 26,9%, en 2018 alcanzó el 32,6 por ciento. Este porcentaje no se parece a ningún otro que se haya dado tras el estallido de la convertibilidad, salvo el de 2002, cuando el IVA representó el 32,5% de la recaudación de ese año. Luego el peso del IVA fue bajando paulatinamente y se estabilizó en torno del 26%, hasta que en 2017 comenzó a subir (ver infografía).

En su último informe, el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) observa que los impuestos indirectos crecieron un 40,4% en 2018 versus un salto del 30,8% de los impuestos directos. «Esto implica que no se grava al agente tributario considerando su capacidad tributaria o bajo un criterio de progresividad distributiva», advierte el trabajo.

La distinción entre impuestos directos e indirectos es significativa. Mientras que los directos son aquellos impuestos que alcanzan a exteriorizaciones inmediatas de riqueza, como la ganancia y el patrimonio, los indirectos se aplican sobre exteriorizaciones mediatas de la riqueza, como el consumo o el gasto. «Finalmente, se desprende de la definición previa que los impuestos directos son más progresivos en cuanto a la distribución del ingresos se trata», agrega IARAF.

El centro de análisis que dirige Nadín Argañaraz señala que «teniendo en cuenta esta clasificación, puede apreciarse que la recaudación del mes de diciembre de 2018 se compuso por más de dos terceras partes por impuestos indirectos (69,3%), y la parte restante por impuestos directos (30,7 por ciento). Prácticamente la tres cuartas partes de la recaudación mensual la explican los impuestos indirectos producto del avance del IVA y de los impuestos ligados al comercio exterior». «