En la semana que pasó, dos estocadas del gobierno de Jair Bolsonaro contra su futuro par argentino al mando de Alberto Fernández agitaron los avisperos a ambos lados de la frontera, donde se instaló el temor de que una posible escalada de la tensión pueda afectar los negocios y el futuro del bloque.

Primero fue el «anuncio» de Bolsonaro de que tres empresas radicadas en la Argentina cerraban sus plantas para mudarse a Brasil. Se trataba de una fake news. Pero luego vino un decreto bien real: el gobierno del país vecino estableció un cupo para importaciones de trigo por fuera del Mercosur.

De este lado, los empresarios industriales y agropecuarios coincidieron en la preocupación con el escenario que se abre después del cruce de mensajes, mientras que los mercantiles creen que el contrapunto será transitorio y que las aguas bajarán en un futuro no muy lejano.

Del lado brasileño, lamentaron la polémica y advirtieron sobre un creciente proceso de reprimarización de la economía en la era Bolsonaro que empieza a generar desconfianza en el ambiente fabril.

Fuego amigo

El jueves pasado, el sector agropecuario argentino se sumó a la dirigencia fabril que venía poniendo el acento en las declaraciones del presidente vecino. Bolsonaro pasó de la advertencia a la acción concreta y subió a 750 mil toneladas el límite de las compras sin arancel de trigo por fuera del Mercosur, una medida que afecta directamente a las empresas rurales argentinas.

El presidente de la Federación Agraria Argentina (FAA), Carlos Achetoni, reconoció a Tiempo los temores de un incremento del malestar bilateral. «Nos preocupa que haya una escalada de crispación y de desentendimiento. Es cierto que lo de las 750 mil toneladas está dentro de los parámetros de lo que se puede comerciar por fuera del Mercosur, pero hay una relación tensa y esto afecta al productor argentino», dijo.

Carlos Iannizzotto, presidente de Coninagro, señaló a FM Millenium que la producción que dejará de comprar Brasil puede incidir en el precio interno. La decisión, aseguró, «es un disparate» y «nos tomó por sorpresa porque fue absolutamente unilateral».

En esa línea, apeló a la intervención del gobierno de Mauricio Macri cuando planteó que «hay una situación política muy complicada. El Mercosur se venía fortaleciendo en la negociación con la Unión Europea, un proceso en el que se crearon muchas expectativas, sobre todo en el sector agroindustrial, y Argentina tiene que estar muy firme para hacer cumplir lo pautado», remarcó.

El líder de Coninagro subrayó la cuestión económica: «Argentina es el mayor exportador de trigo y lo que hizo Brasil puede redundar en un perjuicio: la producción que no tiene destino puede pesar en la oferta y la demanda e incidir en el precio interno porque no es fácil colocar esa producción en otro lado».

Achetoni agregó: «Desde la política hay que tratar de bajar las tensiones y los decibeles y dar paso a una relación diplomática que no significa bajar una bandera sino dejar de echar más leña al fuego». Y advirtió: «No es un tema solo de la política argentina sino de cada lado. Porque puede ser solo un show mediático pero si no se para la mano, esto puede escalar. Hay mucha preocupación de los socios de la FAA».

El gobierno eligió cambiar el eje de la discusión en línea con el discurso de las grandes empresas. En una entrevista con CNN Radio el ministro de Agroindustria y ex presidente de la Sociedad Rural, Luis Miguel Etchevehere, consideró que la decisión de Brasil en favor de Estados Unidos «es un desafío» para el país y que «es muy importante» que el gobierno de Alberto Fernández «tenga buena relación con sus socios comerciales».

El presidente de la cámara olivícola riojana, José Hilal, acompañó esa idea: «A pesar de la pérdida de mercado que hemos tenido, y de la presencia de la mercadería egipcia y de otros mercados como el español, Brasil sigue siendo nuestro principal cliente. Y no nos podemos pelear con Brasil», sentenció.

Por más reformas

Frente al alboroto del campo, la dirigencia mercantil adoptó un perfil moderado. El tesorero de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC), Víctor Dosoretz, bajó el tono de la polémica al mínimo. En contacto con este medio confió en que el Mercosur «va a trascender esta coyuntura» y en que «se encontrarán los momentos del diálogo más constructivo y la situación tenderá normalizarse». Brasil y Argentina, argumentó, «se necesitan más allá de los cambios políticos» y a la vez minimizó los cruces verbales de los dirigentes nacionales: «Por ahora no hubo planteamientos oficiales, sólo fueron declaraciones periodísticas», finalizó.

Muchas empresas piensan que un estallido de las relaciones puede dinamitar los pacientes esfuerzos que se hicieron en los últimos años por instalar reformas de fondo. El fantasma de las reformas estructurales es el caballito de batalla de las grandes corporaciones, que pese a la derrota del proyecto de Cambiemos renovaron sus gestiones en favor de cambios en las regulaciones laboral, previsional y tributaria que consideran claves para mejorar la competitividad de las empresas locales.

En una entrevista con Ambito Financiero, el presidente de la multinacional automotriz General Motors, Carlos Zarlenga, definió la relación con Brasil como «una suerte de carga geográfica» y abogó por «poner el objetivo en la apertura y empezar a trabajar en acuerdos» también con el país limítrofe. Ese enfoque, sostuvo, «es positivo pero si no hacemos las tareas que debemos hacer, la competitividad no vendrá sola. Si alineáramos la carga fiscal, el régimen laboral y la estructura logística, seríamos competitivos».

La industria automotriz es el sector fabril más estrechamente vinculado a Brasil. Además de las grandes empresas, es muy importante la dinámica del segmento pyme de la industria nacional, que es uno de los eslabones más impactados por la crisis que afectó al sector durante los días del macrismo en el poder.

A diferencia de las grandes, que dominan el negocio a nivel global, las pequeñas y medianas empresas argentinas dependen de la relación con el vecino y ven con preocupación el tono del debate entre el presidente de Brasil y su futuro par local.

«Los empresarios brasileños pensaron que Bolsonaro era una suerte de Donald Trump pero ahora temen que se parezca más (al ex presidente Fernando) Collor De Melo, que abrió la economía totalmente y terminó perjudicando a la industria», explicó a Tiempo Aldo Lo Russo, industrial metalúrgico del sector autopartista.

«Hoy, la percepción es que desde Brasil se está forzando la tensión al extremo», sumó Lo Russo, que tiene clientes más allá de la frontera y conoce el clima de primera mano: «Lo del trigo es una señal política para nosotros, pero en Brasil la lectura también es negativa porque ven que el mercado interno no repunta y que el presidente se mete de lleno en la guerra comercial».

La búsqueda de socios por fuera del Mercosur


La tendencia de Brasil a afianzar lazos comerciales por fuera del Mercosur no es nueva. En los últimos años, a partir del cambio político operado en ese país y del achicamiento del mercado argentino para colocar sus productos, Itamaraty buscó nuevos destinos para las exportaciones brasileñas.

Según datos oficiales, en 2018 las ventas brasileñas a China aumentaron un 32% con relación al año anterior. Los envíos a la Unión Europea crecieron un 20,1% y los que tenían como destino Estados Unidos lo hicieron en un 6,6%. Hubo rubros diversos: desde acero semielaborado a productos agrícolas, pasando por derivados del petróleo, repuestos de aviación y carne vacuna.

La intensificación de la relación con otros mercados coincidió con el letargo del Mercosur. Las exportaciones de Brasil hacia la Argentina cayeron un 15,5%, principalmente por la disminución en la venta de automóviles. Mientras tanto, las importaciones de Argentina (que se abarataron debido al derrumbe del peso) subieron un 16,7 por ciento.

Hace un par de meses, las autoridades brasileñas iniciaron un proceso de acercamiento con la Alianza del Pacífico, compuesta por Chile, Colombia, México y Perú. «Conversamos de manera muy profunda, constatamos una afinidad de visiones y convergencia de intereses muy clara», dijo el canciller Ernesto Araújo, tras una reunión con su colega de Chile. Ambos países suscribieron el año pasado un acuerdo de libre comercio que todavía no fue refrendado por los respectivos congresos. Además, hay planes para un corredor bioceánico que conectará el sur de Brasil con los puertos del norte chileno y que podría facilitar la salida de las exportaciones hacia los países asiáticos.