El fuerte parate de la economía y la incertidumbre sobre la duración de la pandemia descolocan a la mayoría de los analistas y centros de estudios económicos. El panorama se oscurece semana a semana y la inquietud pasa no sólo por la duración de la crisis, sino por lo que sucederá una vez que se normalice la cuestión sanitaria.

Las dudas son generadas por el temor a que el actual shock de oferta se convierta luego en un shock de demanda. Dicho de otra manera, que la menor producción de bienes y servicios, causada a partir de las restricciones a la circulación de las personas y en particular de los trabajadores, produzca consecuencias como el desempleo y el endeudamiento de los particulares que les impidan volver a consumir para recomponer la rueda de la actividad.

Por ahora está claro que hay sectores productivos muy comprometidos y otros que lograron salir a flote. “Tenemos a la actividad agropecuaria y a los servicios tecnológicos como los menos afectados -o aun beneficiados por la pandemia-, mientras que industria, comercio y el resto de los servicios sienten todo el efecto de la crisis”, explica un informe del Centro de Estudios de la Nueva Economía, dirigido por Víctor Beker. “Pero el reverso de la medalla lo constituye la factura social que deja la pandemia. Hay un total de ocho millones de trabajadores con precariedad de ingresos y riesgo de discontinuidad laboral. A ello deberán sumarse los puestos de trabajo formales que desaparecerán a lo largo de estos meses de inactividad empresaria. Se trata de una enorme factura social de la cual difícilmente el Estado pueda hacerse cargo en su totalidad”, detalla.

Similar es la preocupación del Observatorio de la Deuda Social Argentina, dependiente de la Universidad Católica Argentina. Allí calculan que un 30% de los trabajadores tuvo una interrupción de sus ingresos y cerca de un 20% sufrió algún nivel de merma en los mismos. En un documento titulado “Desigualdades sociales en tiempos de pandemia”, el grupo de trabajo que dirige Agustín Salvia alerta que “aunque necesario, el aislamiento social obligatorio tiende a profundizar efectos de exclusión” y menciona como agravante que “en el día después de la cuarentena, la propia economía formal estará sumamente debilitada para emprender una rápida e imperiosa reactivación”.

Impacto macroeconómico

Con el acento puesto en los datos duros de la macroeconomía, la consultora OJF alerta sobre el pobre desempeño de la inversión privada, que suele funcionar como un predictor de la actividad en los meses futuros. Su indicador se encuentra en el nivel más bajo desde 2009, tanto al ser medido en dólares como en términos de variación interanual (en comparación con un más que pálido 2019). Tampoco avizoran cambios en el corto plazo. “Mientras se mantengan las limitaciones a la circulación veremos limitadas al mínimo las decisiones de inversión de los agentes, y cuando las mismas se levanten o relajen, habrá que tener en cuenta el estado en el que se encontrará la macroeconomía”, avisan en OJF.

El Instituto de Trabajo y Economía pone énfasis en la capacidad del Estado para mantener en el tiempo la fuerte intervención que está realizando en el segundo trimestre del año. “Tanto las medidas de estímulo como el efecto de la caída de actividad sobre la recaudación implican un incremento del déficit fiscal para 2020, algo que ya comenzó a observarse en los datos de marzo”, explica la entidad en su informe de coyuntura. Y también advierte sobre otros dos rubros que pueden condicionar la economía cuando se produzca el esperado regreso a la normalidad: inflación y tipo de cambio. “En las últimas semanas, el Banco Central se embarcó en una política que tiene como principal objetivo garantizar un piso de asistencia financiera tanto al Tesoro como al sector privado, en el contexto de un shock de oferta que puede forzar, al mismo tiempo, una crisis de demanda aun más dura. (Pero) la gestión de la política monetaria queda circunscripta a la liquidez excedente dentro del propio sistema financiero: que el dólar paralelo se mueva empujado por liquidez que no esté correctamente asignada puede volverse tarde o temprano un problema para la economía real”, dicen en el ITE.

Actividad en retroceso antes de la pandemia

El Indec dio a conocer la semana pasada el último informe de actividad antes del inicio de la cuarentena. Se trata del Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) correspondiente a febrero, que arrojó una caída de 2,2% con relación al mismo mes del año pasado. En el acumulado bimestral, la baja también fue de 2% interanual. En el detalle se destaca la fuerte caída del sector de la construcción, que se retrajo 20,4% como consecuencia del freno en la obra pública que se había producido en la transición entre los dos gobiernos.

Se descuenta que los próximos informes serán negativos. El de marzo, que se publicará el 20 de mayo, se verá afectado por la cuarentena que se decretó en los últimos 12 días del mes. La medida repercutirá de lleno en el indicador de abril y podría poner un piso muy bajo para la evolución en el corto y mediano plazo.