El acuerdo político alcanzado en Bruselas entre los técnicos del Mercosur y la Unión Europea dista mucho de ser definitivo. El Tratado deberá avanzar en varios temas complejos aún no resueltos; luego deberá ser firmado por los presidentes, y si eso sucede, debe ser aprobado por el Consejo de Ministros de la UE, luego por el Parlamento Europeo y finalmente por los 28 países. Además de los congresos de los cuatro países del Mercosur. Difícilmente todo esto suceda. De hecho se calcula que, aunque vaya todo bien, recién estará operativo dentro de tres años.

Entonces, si todavía falta tanto: ¿por qué fue presentado como un logro por los presidentes de Brasil y Argentina y varios representantes europeos? 

Para los europeos, de concretarse, sería de un gran beneficio, ya que se le permitiría exportar productos industriales con gran valor agregado y recibir a cambio algunos productos agrícolas, que a su vez serán sólo permitidos por cuotas muy controladas. Y por otro lado, en plena discusión con el gobierno de EE UU con el que tiene un superávit de 87 mil millones de dólares, y que Donald Trump les exigió reducir, amenazándolos con dejar de comprar productos europeos, es mostrar que tienen otras posibilidades, como la del Mercosur. Es decir, somos utilizados en una discusión entre jugadores de primer nivel, y lo hacemos con una predisposición y candidez pocas veces vista.

En el caso de Macri se debe a la desesperación por dar alguna noticia que pueda ser presentada como positiva ya que, finalizando su mandato, no ha podido hacerlo nunca. Es una clara especulación electoral. Sin embargo es muy útil para saber qué proyecto tiene Macri para nuestro futuro y contrastarlo con el de los sectores populares.

El preacuerdo en discusión, que conmovió hasta las lágrimas al canciller Faurie, desprotege a gran parte de la industria nacional, nos deja a merced para ser inundados de productos de mediana y alta tecnología como automóviles, autopartes, bienes de capital, medicamentos, productos químicos, de caucho y plásticos.

Se eliminaría la posibilidad de aplicar derechos de exportación al comercio con la UE. Es decir, Argentina no podrá imponer más retenciones. Se desregulan absolutamente las navegaciones de los mares de nuestro país para el acceso a la poderosa flota mercante europea.

Se incluye un capítulo de compras públicas que habilita a las empresas europeas a participar en las mismas condiciones que las empresas nacionales de las licitaciones del Estado, perdiéndose una de las pocas herramientas con las que contamos para promocionar sectores productivos locales.

Todo a cambio de aumentar en un muy pequeño margen nuestros envíos externos de alimentos en virtud de las miserables idas por la Unión Europea adicionales. Ademas, esas pequeñas ventajas se van a ver compensadas negativamente por la caída de nuestras exportaciones a Brasil, que preferirá importarlas de los países europeos.

Ese es el modelo de país que quiere Macri. Como dijo Gustavo Grobocopatel , «hay que permitir que algunos sectores desaparezcan», un país sin industrias, para pocos que puedan consumir sofisticados productos franceses y usar automóviles alemanes. Un modelo donde sólo tengan beneficios los grupos financieros, los bancos, las mineras y algunos pequeños sectores exportadores de productos agropecuarios. Para la industria, los trabajadores, el comercio interno: la decadencia o la desaparición.

No siempre queda tan claro lo que propone el gobierno de Macri. Siempre está disimulado con promesas futuras, que nunca llegan, o con ilusiones de que todo el sacrificio que hacemos tendrá, alguna vez, su recompensa. Con esta propuesta de acuerdo, el verdadero proyecto aparece con brutalidad. Hay que enfrentarlo con argumentos, luchando en las calles y con votos en octubre para sacar a este gobierno vendepatria y que retorne un proyecto nacional y popular.