En 1987, la Comisión de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo presentó el estudio “Nuestro Futuro Común”. Desde entonces se popularizó la idea de “desarrollo sostenible”. El orden de las palabras que daban nombre al modelo marcaba las prioridades: es decir, el desarrollo entendido prioritariamente como crecimiento económico, para, sólo luego de asegurado éste, comenzar a atender la cuestión ambiental y los derechos de las generaciones futuras. La mercantilización de la Naturaleza continuó su marcha acelerada. No hubo espacio para asumir sus valores intrínsecos, independientes de su utilidad para los seres humanos.

La “economía verde” se perfila como continuista de la mercantilización de la Naturaleza, de su colonización y dominación. Incluso aparece como un retroceso en varios elementos conceptuales del “desarrollo sustentable”. Con sus instrumentos no se evita la destrucción ambiental, menos aún permite la restauración de la Naturaleza en sus ciclos vitales destrozados. En realidad, se posponen las soluciones. Y se garantiza al capital nuevos mecanismos de acumulación mientras el deterioro ambiental aumenta. Las funciones de la Naturaleza pueden ser tratadas como mercancía y generar ganancia mediante especulación financiera. Los bienes comunes son sólo valorados por su dimensión económica.

La lógica que subyace a la “economía verde” es que la protección de los ecosistemas y su biodiversidad funciona mejor si sus usos cuestan dinero, es decir, si los servicios ambientales integran el sistema de precio, aunque, naturalmente, no es la Naturaleza la que cobra por sus servicios, sino sus propietarios. La consecuencia lógica de este razonamiento es que se incrementará la apropiación de los territorios por parte de empresas transnacionales.

El gran desafío es debatir sobre las consecuencias, ya inocultables, del modelo productivo/extractivista consolidado en gran parte de la Tierra. Cualquier política ambiental o climática que pretenda no debatir las múltiples implicancias del modelo de maldesarrollo hoy vigentes, será un parche. No hay más tiempo ni planeta para falsas soluciones. En la encíclica Laudato Si’, el Papa fue explícito: “Para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos cambiar el modelo de desarrollo global. (…) No basta conciliar, en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la preservación del ambiente con el progreso. En este tema los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso.” 

*Presidente. de la Asoc. Arg.de Abogados Ambientalistas