El Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) difundió esta semana un nuevo informe sobre pobreza en la Argentina, que da cuenta de un afianzamiento de ese flagelo en el país. El 43,8% de los argentinos son pobres, según la nueva  publicación, con una contracción de apenas 0,9 puntos con relación al pico de 44,7% registrado en 2020, cuando la economía estaba atravesada por el impacto de las restricciones más rígidas resultantes de la pandemia.

Pero se trata de cuatro puntos más del 39,8% que se registraba en el mismo período de 2019. El dato resalta porque los indicadores económicos de 2021 dan cuenta de una recuperación de la actividad económica que la sitúa en niveles similares y, en algunos casos, superiores a los de 2019.

El Estimador Mensual de la Actividad Económica exhibió en septiembre siete meses consecutivos de suba con un crecimiento acumulado del 10,9% en los primeros nueve meses del año con relación a 2020. El  último informe del Centro de Estudios para la Producción (CEP) del Ministerio de Desarrollo Productivo asegura que «el 70% de los sectores productivos mejoró su desempeño» y que «la actividad económica está ya en niveles similares o incluso superiores al promedio de 2019».

De los números, sin embargo, surge que la recuperación económica no sirvió para sacar de la pobreza a poco más de 1,8 millones de los casi 2,3 millones que habían caído en esa situación durante 2020. Según las cifras de la UCA, la pobreza alcanza hoy a 20,1 millones de personas.

Lógicamente, el recorte de los planes de asistencia directa como el IFE no colaboró en reducir el número de pobres. Según cálculos de la UCA, el 9,8% de indigentes que se registró en 2020 hubiera escalado hasta un 27,7% sin los programas regulares y los extraordinarios como el IFE. La pobreza, por su parte, hubiera llegado hasta el el 53,9 por ciento.

Sin embargo, semejante cristalización de la situación de pobreza solo puede explicarse por la caída sostenida de los ingresos regulares de los trabajadores como resultado de paritarias y actualizaciones salariales a la baja con relación a la inflación.

Efectivamente, según la UCA, en 2021 se registró el máximo histórico del porcentaje de trabajadores que, bajo sus diferentes modalidades de contratación, viven en hogares en situación de pobreza. Se trata del 28,4% cuando, en 2017, llegaban a un 15,7% del total. Entre los empleados registrados con plenos derechos, el porcentaje cae al 12,6% pero contrasta con el 4,7% del 2017.

Un dato que a priori podría parecer contradictorio con la consolidación de la pobreza es la relativa estabilidad de los índices de desigualdad en los ingresos generales de la población.

Sin embargo, según explicó a Tiempo Santiago Poy, Investigador del Observatorio de la Deuda Social Argentina (UCA) y del CONICET «la pobreza monetaria es función de la desigualdad (que se puede medir a partir del coeficiente de Gini) y del ingreso medio. Las cifras del INDEC muestran que el coeficiente de Gini en el primer semestre de 2021 es 0,44, un valor equivalente al del primer semestre de 2019. No se advierte un incremento de la desigualdad medida a partir del coeficiente de Gini».

La pobreza, sin embargo, escaló cuatro puntos. Es que, explica Poy, «entre 2019 y 2021 el ingreso per cápita familiar promedio se redujo fuertemente, casi 10% en términos reales. El aumento de la pobreza monetaria entre 2019 y 2021 está asociado a la pérdida de ingresos de la población».

Detrás de esa caída, para Poy, «lo más significativo es tanto la reducción del ingreso real de los ocupados como la pérdida de empleos como efecto de la crisis derivada de la pandemia».

La caída del ingreso resultó homogéneo para los distintos deciles en los que divide la población la EPH del INDEC, con la excepción del diez por ciento con más ingresos que es al que llega una parte importante de la clase trabajadora y que, en realidad, exhibe la mayor polarización y dispersión.

Para pertenecer a ese diez por ciento, en el segundo trimestre de 2021, había que percibir ingresos individuales de más de $ 85 mil (apenas $ 15 mil por encima de la línea de pobreza), pero hasta algo más de un millón de pesos mensuales. Para ubicarse entre el 20% con mayores ingresos, bastaba reunir más de $ 60 mil.

Transferencias de ingresos

La respuesta clave se puede encontrar en la Cuenta de Generación del Ingreso del INDEC, que mide el reparto del valor agregado entre empresarios y asalariados, que indica que en el segundo trimestre de 2021 la remuneración del trabajo asalariado explicaba el 40% del valor agregado bruto de la economía. Se trata de 9,8 puntos porcentuales menos que un año antes y muy lejos del promedio de 47,7% que se registra desde 2016.

El excedente de explotación, nombre técnico que adoptan las ganancias empresarias, se ubicaba en el 50,9%, cuando el promedio de los años anteriores indica un 44,6 por ciento. Es allí, en la cúspide de la pirámide social, donde se acumulan los incrementos de los ingresos, mientras, al mismo tiempo, se reducen los de sectores cada vez más amplios de la población, incluso de aquella que está formalmente integrada al sistema productivo.

Así las cosas, la recuperación se produjo sobre la base de una extraordinaria transferencia de recursos entre las clases que intervienen en la producción, empobreciendo particularmente a los sectores asalariados. Es un fenómeno que se profundizó en la pandemia pero que ya arrastra más de un lustro.

La mediana del salario en la Argentina, de hecho, equivalía en diciembre de 2015 a U$S 1289, mientras que en septiembre de este año llegaba a U$S 721 al dólar oficial y araña los U$S 400 si se considera el mercado paralelo. «