Las familias argentinas están cada vez más endeudadas. Las tarjetas de crédito se han convertido en un mal necesario, con una mora en ascenso, mientras crece la desesperación entre los tomadores de créditos UVA y los jubilados tomaron un 150% más de deuda que el año pasado.

Los datos del Banco Central (BCRA) muestran que la cantidad de morosos entre las familias que tienen algún tipo de deuda bancarizada, ya sea a través de préstamos personales, hipotecarios, prendarios, UVA o tarjetas de crédito, pasó desde diciembre de 2015 hasta junio de este año del 2,3% al 4,9 por ciento.

Esto se debe principalmente a la morosidad con tarjetas de crédito. Según el BCRA, en este sector desde la asunción de Cambiemos pasaron de ser el 2,1% al 5,5%, casi el triple.

La consultora D’Alessio IROL estimó en junio de este año que el 37% de los deudores realizan el pago mínimo. Esto incluye una gran toma de deuda a futuro, si se tienen en cuenta las enormes tasas de interés que se agregan al ejercer esa opción. El informe sostiene: «Pese a que el 50% de los usuarios manifiestan estar disconformes con el servicio que brindan las tarjetas, el uso no decae. Por el contrario, la clase media está cada vez más endeudada: pasó del 68% al 77% en apenas un año».

«El pago de las cuotas le insume en promedio el 27% de los ingresos familiares», agrega el documento, que calcula que la mitad de ellos tardará tres años para pagar ese pasivo.

Peligra la casa propia

El caso de los créditos UVA es otra espada de Damocles que cuelga sobre la cabeza de las familias. Por ejemplo, en el caso de un préstamo por $ 2 millones tomado en enero de 2018, con una cuota inicial de $ 15 mil. Hoy, luego de un año y medio de haber pagado mes a mes, la deuda aumentó a $ 3,6 millones y las cuotas se fueron a $ 27 mil. En muchos casos, la situación es desesperante. Sin embargo, la morosidad en esta categoría es relativamente baja. Muchas familias sacrifican otros gastos y se endeudan por otras vías con tal de no perder sus casas.

En la última semana, el presidente Macri y el ministro Frigerio anunciaron que las cuotas de quienes tomaron una hipoteca de este tipo se congelarán por cuatro meses. «El Estado prometió cuotas estables. Hicieron publicidad engañosa, nos estafaron y deben asumir las consecuencias. Este parche dura sólo cuatro meses, en un claro tinte electoral, y rige sólo para viviendas menores a 140 mil UVA, dejando fuera a miles de familias», dicen desde la agrupación Hipotecados UVA Autoconvocados. Se estima que hay 150 mil familias afectadas en todo el país.

Los jubilados

Uno de los sectores más golpeados por la era Cambiemos es el de jubilados y pensionados. Un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) detalla que entre junio 2017 y junio 2018 los jubilados y pensionados tomaron deuda con Anses por $ 33.500 millones, en préstamos individuales que promediaron los $ 10.600. En tanto, entre junio 2018 y junio 2019, la toma total de deuda con ese organismo (que las debita directamente de sus haberes) ascendió a $ 77.800 millones, en préstamos individuales que promediaron los $ 14 mil. Así las cosas, en el último año, los jubilados y pensionados tomaron un 150% más de deuda. El sector perdió casi 20 puntos de poder adquisitivo con respecto a diciembre de 2015.

Las deudas también jaquean a las pequeñas y medianas empresas. CAME, la cámara que las agrupa, estima que la Afip es acreedora del sector en $ 25 mil millones. Por eso pidió al organismo suspender los juicios y embargos por 120 días, descontar punitorios e intereses y armar planes de pago que se adecuen a los flujos financieros de cada empresa. «

“El UVA es algo impagable; el valor de la cuota aumenta día tras día”

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Leo Miranda se siente doblemente perjudicado por el modelo económico impuesto por la gestión Cambiemos en los últimos cuatro años. Es empresario pyme y pidió un crédito UVA para comprar su casa familiar en Caballito, donde vive con su mujer y sus dos hijos. «Realmente tuvimos que bajar nuestro nivel de vida. Lo primero que hacemos en el mes es pagar el crédito. Lo último que queremos es dejar de pagarlo. Pero el resto del mes se nos hace muy cuesta arriba», explica.

Le otorgaron un crédito a 30 años de 2.700.000 pesos en mayo de 2018. No habían pasado muchos días cuando el monto se había acrecentado. En una de muchas devaluaciones, el dólar había saltado de 21 a 24 pesos. «Eso ya nos mató. Nos comió gran parte de los ahorros», recuerda.

Hoy, la familia Miranda debe $ 4.600.000, una deuda que se incrementa cada mes en más de cien mil pesos. La cuota pasó de $ 18 mil a $ 32 mil. «Es algo impagable, todos los días el valor de la cuota aumenta de a miles», reconoce Leo, y advierte que el gobierno debe hacer algo «en serio» para cuando impacte esta última devaluación. «Recibimos muchas promesas, pero después todo queda en la nada. Tiene que haber decisión política».

Tuvieron que prescindir de muchas actividades que hacían habitualmente. Hoy, dice, sería un lujo pensar en continuarlas. «Además, cambiamos las marcas que consumíamos, cortamos las salidas de todo tipo y me endeudé con varios familiares que me prestaron algunos dólares. Tengo deudas por todos lados», precisa Leo, que tiene un emprendimiento de desarrollo de software. Como la mayoría de los pequeños empresarios, también tuvo que reducir su nómina de trabajadores y asumir mayores costos, además de producir y vender menos. «

“Pedí un préstamo de Argenta y estoy devolviendo el triple”

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(Foto: Diego Martínez)


«Sentí que había llegado a un límite. Un día entré a mi casa, después de haber pagado todas las cuentas, abrí la heladera y estaba vacía. No tenía nada para comer. No sabía qué hacer. Me puse a llorar. Lloré mucho», recuerda Teresa Susana Mosquera, jubilada de 81 años y vecina de Villa Devoto. Además de ver cómo mes a mes se reduce el poder adquisitivo de su jubilación, por la deuda que tomó con el Estado, con la Anses, del ya exiguo monto que percibe de jubilación le deducen otro poco cada vez. Tres meses atrás, cuenta, se desmoronó.

Todavía se siente activa, pese a haber padecido muchas contingencias en su vida, como las múltiples operaciones a las que se sometió tras sufrir un violento robo en 1992, en Morón, donde resultó baleada. Uno de esos proyectiles sigue alojado en su columna. Pero eso no le impedía seguir tejiendo abrigos para el invierno y cosiendo camisas para el verano. Después, hasta hace dos años, cuidaba por las noches a la madre de un abogado.

«Para mí eso era como una especie de pensión. Me rendía. Después empecé a no llegar a fin de mes. Y así me fui quedando, hasta estar cada vez peor. Y se me ocurrió pedir un crédito con la tarjeta Argenta, de 30 mil pesos», explica Teresa. Nunca bajó los brazos. Salió a vender tortas fritas en un centro de jubilados en Palermo. Y hace unas semanas, tras ese sentimiento de colapso que parecía haberla vencido, conoció a Pancho y Estela, dos hermanos que solidariamente juntan alimentos para ella. Pero nada es sencillo para ella, como para tantos jubilados: la tasa de interés del crédito de la Anses, superior al 44%, la obliga a devolver tres veces el monto que pidió. «

“Tuve que refinanciar las tarjetas y para pagar me obligaron a tomar otro crédito”

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María Dolores Corró es profesora de inglés, tiene tres hijos y es único sostén de familia. Desde hace dos años vive en las afueras de Posadas, Misiones, donde pensó que podía hacer realidad su sueño de la vivienda propia. Pero hoy atraviesa la peor de sus pesadillas: por priorizar el pago de su casa, las deudas la persiguen y tiene todas las tarjetas refinanciadas, a tasas usurarias.

«Antes alquilaba en el centro. La verdad, fue una odisea calificar para el crédito, encontrar la casa y que me lo otorgaran. Y ahora siento que todo ese esfuerzo fue en vano», resume. La cuota inicial era de 6000 pesos y hoy está en 13 mil, «11 mil sólo de indexación». Le otorgaron un crédito de $ 1,2 millones y ahora debe, sólo de capital, $ 2.275.000.

Cambió a los chicos a una escuela pública, se quedaron sin actividades extra y el mayor, de 19, tuvo que empezar a trabajar. Hace un año, dice Dolores, que cobra un sueldo docente, dejaron de comer carne. A su heladera la llama luna tucumana, «porque alumbra y nada más».

Además de la espada de Damócles del préstamo, a Dolores la agobian los servicios e impuestos municipales, cuyo pago muchas veces debe postergar para el mes siguiente, y las tarjetas de crédito, de las que venían pagando los mínimos hasta que ya no pudo ni eso. «Tenía dos. Di de baja la Visa. Y la Naranja, me intimaron para que refinanciara mi deuda, en 12 cuotas de casi 7000 pesos, y para eso me obligaron a tomar otro crédito, a cinco años, para poder pagar las cuotas. Eso sumado a otro crédito que había tomado, en el mismo banco, porque no me alcanzaba la plata cuando tuve que escriturar y hacer la mudanza. No quiero hacer cuentas de todo lo que ya pagué para no deprimirme. Pero bueno, esta es la realidad». «

“En la propia AFIP reconocen que no podemos afrontar las cuotas”

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Daniel Camps es el presidente de Floor System, una pyme que lidera en el país la producción de pisos de poliuretano reciclado para espacios deportivos y públicos. Acaba de refinanciar su deuda con la AFIP ante el temor de que le inhiban sus cuentas corrientes. «No hay trabajo, y sin reactivación no voy a poder afrontar las cuotas», reconoce.

Durante octubre y noviembre del año pasado, el área de producción de la fábrica, radicada en Haedo, estuvo paralizada. «Apagamos las máquinas ocho semanas y un día. La gente estaba en su casa y nosotros seguíamos yendo a la oficina. El silencio era ensordecedor», explica el empresario, que se jacta de nunca haber dejado de «pagar el formulario 931, el que tiene que ver con los sueldos y los aportes». Sin embargo, «sí me retrasé con el IVA, entre otras obligaciones, o con el pago de la luz, que antes era de 15 mil pesos y ahora, la última factura fue de 78 mil», agrega.

«Hoy tenemos soluciones pasajeras y un plan de cuotas con el que apenas podríamos llegar a fin de año. Si en los próximos meses la situación, no cambia no voy a poder afrontar los pagos.» En 2015, Floor System operaba en doble turno con 22 trabajadores que hacían horas extras. En estos días, sólo funciona un turno con seis trabajadores y las horas extras no existen.

«Una moratoria real sería que el Estado nos condone parte de la deuda, o nos la refinancie a una tasa de interés baja y a muchos años, condonando también los intereses resarcitorios, gastos de honorarios de abogados y demás. Los mismos empleados de la AFIP reconocen que en el corto plazo no vamos a poder pagar las cuotas, pero no nos queda otra. Si no, nos inhiben las cuentas y ahí sí estamos muertos en serio». «