Hay una gran coincidencia entre la economía del gobierno de Mauricio Macri y la de los ’90. «Todos los que están en el gobierno trabajaron en algún momento conmigo. Están bien orientados». Eso se lo dijo Domingo Cavallo al diario español El País. Aunque luego se quejó de que muchas de sus frases consignadas en la entrevista fueron sacadas de contexto, en su blog www.cavallo.com, el exministro de Economía es generoso y elogioso con la actual política económica.

«El presidente demostró una gran claridad conceptual y una ajustada interpretación de la realidad política, económica y social», escribió Mingo sobre el discurso en el que el primer mandatario anunció su plan de reformas. «La orientación general de la propuesta es buena», agregó en otro posteo.

Quizás a sabiendas del rechazo que Cavallo se ganó entre la población en 2001, cuando decretó el corralito que precipitó la caída de la Alianza, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, trató de despegarse. «Yo no encuentro coincidencias en un punto central, el tipo de cambio fijo», dijo, por más que la reforma laboral, la reducción de haberes jubilatorios y de contribuciones patronales en marcha tienen un inconfundible perfume a los años ’90.

En un aspecto, sin embargo, la actual política económica superó con creces lo logrado por Cavallo: el saldo negativo en el comercio exterior. En el informe que publicó el jueves, el Indec confirmó que en lo que va de 2017 el déficit comercial alcanzó los U$S 6115 millones, superando el récord histórico de U$S 5751 millones producido en todo el año 1994, durante el auge del «uno a uno» y la invasión de artículos extranjeros en las góndolas de los supermercados. 

Todos los parciales mensuales del año tuvieron saldo negativo, por lo que parece imposible un giro inmediato en la política comercial que le impida a la actual gestión prenderse esa cucarda.

El desequilibrio se produce porque en los primeros diez meses del año las exportaciones apenas crecieron un 1,8% en relación con el mismo período del año anterior, mientras que las importaciones lo hicieron un 18,9%. Una de las razones se encuentra en la relación con Brasil. La salida que encontró ese país a su crisis económica fue comprarles menos y venderles más a sus vecinos. Así, Argentina encontró dificultades para colocar allí su producción, mientras que como contrapartida los autos brasileños llenaron las agencias locales: según la Asociación de Concesionarias (ACARA), de los 79 mil vehículos que se vendieron el mes pasado, 71 mil provenían del exterior, la gran mayoría con el cartelito «made in Brazil». Por eso, en los últimos diez meses, el comercio bilateral arrojó una diferencia negativa para nuestro país de U$S 7.031 millones.

Otra de las causas es la que esgrime el gobierno y apunta a que la economía local tiene una gran dependencia de maquinaria y tecnología importada para crecer. En esa lectura, el déficit comercial es visto como un fenómeno saludable. «El aumento de las importaciones refleja la recuperación de la actividad y la inversión», señala el mensaje del Ejecutivo en oportunidad de remitir al Congreso el Presupuesto 2018.

Victor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano, agrega a esa explicación otro factor: el atraso cambiario. «Todo incremento de la actividad económica en nuestro país genera un aumento en las importaciones, debido al componente importado de la mayor parte de nuestra producción. En paralelo, se registra un creciente atraso cambiario que alienta la importación y dificulta el avance de las exportaciones», señaló. 

El economista puso esta situación en el contexto del fuerte endeudamiento al que apela el gobierno para cubrir sus baches financieros y la consiguiente apreciación del peso por la fuerte entrada de divisas. «Argentina es un país deudor, por lo que debería tener superávit comercial y de cuenta corriente para hacer frente a los pagos de los intereses. Por el contrario, el déficit comercial implica que la deuda deberá incrementarse. La economía argentina se encuentra así una vez más fuertemente expuesta a las vicisitudes de las finanzas internacionales», explicó Beker.

Otros economistas afines al gobierno también manifestaron sus críticas. Alfonso Prat-Gay, primer ministro de Hacienda y Finanzas del macrismo, alertó que el déficit de cuenta corriente (que incluye los préstamos del exterior para cubrir las cuentas fiscales y el saldo comercial negativo) «es el más alto de los últimos diez años». Por su parte, Ricardo López Murphy, quien integró el Gabinete de la Alianza, puntualizó en recientes declaraciones a Radio con Vos que «hace doce años que no crecen los volúmenes de exportación». 

A pesar de estas advertencias, las previsiones formuladas en el Presupuesto indican que, lejos de disminuir, el déficit comercial crecerá en los próximos años hasta alcanzar los U$S 7.600 millones en 2021. En los hechos, puede que las cifras sean aun mayores porque la base de ese cálculo era un saldo comercial negativo de U$S 4500 millones para el año en curso, que se vio completamente desbordado. Tanto como el récord de Cavallo, que ya quedó en la historia. 

Deuda pública supera los U$S 300 mil millones

La deuda pública sigue agigantándose y ya superó la barrera de los 300 mil millones de dólares. Según el reporte del Ministerio de Hacienda, actualizado al 30 de junio de este año, se ubicaba en U$S 307.295 millones, unos 9300 millones más que en el trimestre anterior. La cifra significa un 53,7% del PBI, dos puntos más que en marzo aunque ligeramente por debajo del cierre del año pasado.

A pesar de esos números, el gobierno realiza un cálculo bastante menos gravoso porque descuenta la deuda intraestatal (la generada con recursos de otras dependencias oficiales). De esa manera, el neto a pagar ronda el 31% del producto. Más aun, la previsión oficial es que la relación deuda/PBI, uno de los indicadores más utilizados para comprender la magnitud de los pasivos de un país, crezca algunos puntos en los próximos tres años, mientras persista el déficit fiscal y se necesiten recursos para financiarlo.

De todos modos, otras comparaciones que surgen de las planillas que dio a conocer Finanzas también son preocupantes. El 68% de la deuda está nominado en moneda extranjera y podría encarecerse si se modifica el tipo de cambio. Esos compromisos, tomados en dólares, euros y yenes, más que cuadruplican las reservas internacionales y equivalen a los recursos generados por las exportaciones de dos años y nueve meses de nuestro país. Sólo para 2018 hay vencimientos de capital e interés por U$S 56 mil millones, lo que indica que será necesario seguir tomando deuda nueva para abonarlos. «