Los dirigentes suelen utilizar varias estrategias para testear el clima social. El método más obvio son las encuestas. Las técnicas de investigación social, los estudios cualitativos, los focus-groups que profesionalizó Cambiemos con su gurú Jaime Durán Barba, llamativamente ausente desde hace semanas. Todo sirve para estar actualizado y prevenido sobre los movimientos en gestación en una sociedad. Otro modo de sintonizar los cambios de opinión puede ser, simplemente, caminar la calle. O reunirse en secreto con grupos de interés que transmitan sus preocupaciones. 

Los representantes de la construcción amplia y diversa que en la Argentina se conoce como peronismo se toparon esta semana con un termómetro cabal de lo que sucede en el país. La concentración del 25 de Mayo en la avenida 9 de Julio reflejó, potenciado hasta un punto que ni siquiera los más convencidos imaginaban, el malestar creciente por la recesión económica,  por la paralización de la actividad y por la peligrosa fragilidad de la situación financiera. El combo de la coyuntura empieza a mostrar que una franja nada desdeñable de la sociedad está en búsqueda de una representación política que pueda ponerle un freno a la crisis. Y el peronismo de eso sabe.

Ya no son sólo los pedidos de «únanse» o «ayúdennos» que los políticos del panperonismo reciben en las protestas cuando las transitan a pie. El reconocimiento de que la administración de Cambiemos enfrenta graves dificultades en el manejo de la economía trasciende al universo social opositor. Los grandes empresarios, que fueron los sponsors de la escudería macrista en 2015, no ocultan su inquietud por la gobernabilidad de las variables, incluso en el corto plazo. Cuando pueden hablar en confianza transmiten sin tapujos su preocupación. 

En los últimos días, por caso, dos nombres pesados del conglomerado nac-pop repasaron los números oficiales del Banco Central sobre pérdida de depósitos en dólares del sistema financiero. Las cifras, correspondientes al primer tramo de 2018, eran preocupantes. Los diagnósticos sombríos circulan en el ámbito de la política, donde se comenta que el ciclo macrista corre el riesgo de encontrarse con lo imponderable, el famoso «cisne negro», lo que nadie hubiera previsto antes. 

Cuando empezó el gobierno de Mauricio Macri toda la dirigencia peronista, más allá de sus diferencias internas, descontaba que la principal fortaleza de la gestión amarilla sería la administración de la economía: que en ese ámbito serían eficientes y  que el problema, en todo caso, podría surgir de la inexperiencia política. Dos años y medio después, la realidad muestra que lo que se pensaba que iba a ser el pilar de la experiencia macrista (la economía) se convirtió por errores propios y tendencias globales en el gran fantasma que pone en riesgo la continuidad de Cambiemos. Si para la alianza PRO-UCR-Coalición Cívica la vulnerabilidad financiera es un peligro, para el peronismo –que observa los hechos con preocupación– la profundización de la crisis podría abrir las puertas para un eventual regreso. La dirigencia mejor informada del PJ coincide en que el cuadro es grave y por eso se maneja con mucha prudencia. Algunos incluso eligen el silencio. Saben que la Casa Rosada no tardará en atribuirle al peronismo alguna injerencia en las dificultades: Elisa Carrió ya exploró esa vía.

Los empresarios, previsores, abonan por si acaso una suerte de plan B. Por si luego de la cumbre del G-20, a celebrarse en Buenos Aires en los primeros días de diciembre, el combo de escasez de dólares y dificultades para hacer frente a los compromisos en Lebac pudiera multiplicarse. En ese caso, la única candidata de Cambiemos en condiciones de competir en 2019 sería María Eugenia Vidal. 

El peronismo todavía recuerda que hace un año atrás, en una reunión del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICYP), foro empresarial que tiene a Eduardo Eurnekian como uno de sus anfitriones, se la mencionó como futura presidenta. Esa hipótesis recobró fuerza con la última tapa de la revista Noticias

En las filas del PJ, sin embargo, creen que si se mantiene la declinación de Macri, –que ahora entró en una meseta pero sin revertir la caída–, afectará también a la gobernadora. «

Un millón de firmas por los jubilados

Apareció como otros dirigentes. Lo acompañaban el publicista Enrique Albistur y su esposa, la concejala Victoria Tolosa Paz. El diputado Felipe Solá, de él se trata, caminó entre la gente en la marcha por el 25 de Mayo que alteró el paisaje habitual del centro porteño. El nombre de Solá empezó a circular desde hace unas semanas como un potencial candidato a presidente para un frente opositor de cuño nac-pop. Compañeros suyos defienden la potencialidad electoral de Solá al retratarlo como el «eslabón perdido» entre kirchneristas y pejotistas. «A Felipe lo aceptan en las dos veredas», se completa el argumento. El propio Solá reconoció, en el canal C5N, que le gustaría ser presidente. La hipótesis de encumbrar al exgobernador coexiste con otras posibilidades: ni Alberto Rodríguez Saá, ni Axel Kicillof, ni Agustín Rossi, pero tampoco la mismísima CFK, desmintieron de plano que puedan terminar aceptando una candidatura. De hecho, la iniciativa que se presentará en el Congreso este martes –la campaña del millón de firmas contra la Reforma Previsional– es el resultado de una acción que ella motorizó desde el Instituto Patria.