El dato sobre la fuerte suba de precios en el mes de abril, conocido el último jueves, terminó por demoler las bases de cálculo sobre las que se había elaborado el acuerdo entre el gobierno y el Fondo Monetario Internacional. Si hasta hace poco flotaba la sensación de que el programa debía ser reformulado, ahora la cuestión no es si habrá que hacerlo, sino en qué fecha.

El dilema aparece justo cuando se suceden las videoconferencias entre el equipo económico y el staff técnico del FMI que está revisando el cumplimiento de las metas previstas para el primer trimestre, las que de no mediar alguna sorpresa se darán por aprobadas.

Ocurre que el 23,1% acumulado desde enero ya consumió, en solo cuatro meses, la mitad del 48% tomado como máximo de la pauta anual. En círculos oficiales se empieza a hablar de un nuevo valor de referencia del 60% anual, que tampoco será fácil de cumplir porque para no superarlo se exige que la suba de precios promedio hasta fin de año baje al 3,3% mensual, apenas la mitad del ritmo del último bimestre.

Ahora o más adelante, la necesidad de rediscutir el programa (mal que le pese al ministro Martín Guzmán, que cree que mantenerlo como está es la única manera de anclar expectativas) fue reconocida por el presidente Alberto Fernández.

En declaraciones a los periodistas argentinos que lo siguieron en su gira por Europa, el mandatario dijo que «el FMI ya ha dicho que hay que revisar estos acuerdos porque la economía se ha alterado significativamente. Así que si es una decisión que el Fondo tiene, seguramente será aplicable a nosotros». La recomendación del organismo, válida para todos los países por las implicancias de la guerra en Ucrania, se potencia por las características propias de Argentina y por varios elementos que se conocieron en los últimos días.

Supuestos y objetivos

En sí mismo, el índice de precios no es un factor que pueda causar la caída del convenio. Como dijo el brasileño Ilan Goldfajn, director del Departamento para el Hemisferio Occidental de la entidad, «el programa tiene supuestos y tiene objetivos; la inflación es un supuesto y estos pueden cambiar por los nuevos shocks de la economía global».

Sin embargo, cuando la volatilidad es tanta, los números fiscales se alteran en demasía y eso complica cualquier análisis. Una mayor inflación contribuirá a mejorar los ingresos fiscales, pero disparará los gastos en salarios, jubilaciones y pensiones; también tornaría infructuosas las subas en las tarifas públicas, ya que el mayor costo de la generación e importación de energía impedirá que el recorte de subsidios arroje resultados.

En definitiva, cuando se mira hacia adelante la incertidumbre es grande y por eso todo indica que la «recalibración» (Kristalina Georgieva dixit) quedará para cuando el panorama esté más claro.

¿Qué números mira el Fondo?

Sin embargo, de cara a la continuidad del programa en los próximos meses, en Washington siguen con atención dos cuestiones clave: la acumulación de reservas y la emisión monetaria. En las últimas dos semanas, el Banco Central logró sumar en sus operaciones en el mercado abierto unos U$S 540 millones. El resultado, se dice en la City, se vio afectado por la necesidad de atender pagos destinados a la importación de gas, situación que se repetirá con frecuencia durante el invierno.

El Fondo había exigido una recomposición de las reservas del Central de U$S 5800 millones en todo el año, de los cuales unos U$S 4100 millones debían obtenerse en este segundo trimestre de la mano de la cosecha gruesa y la liquidación de los agroexportadores. La consultora PxQ evaluó que «las reservas internacionales netas del BCRA se ubican a U$S 2400 millones del objetivo fijado en el acuerdo de facilidades extendidas para el segundo trimestre de 2022. Si se pudiera usar el Fondo de Resiliencia del FMI para engrosar las reservas internacionales netas, el BCRA debería comprar U$S 34 millones por día hasta el 30 de junio para cumplir el objetivo. Sin este Fondo se deberían comprar U$S 80 millones por día».

El otro punto bajo la lupa es la asistencia del Banco Central al Tesoro. El viernes 6 la entidad giró $ 83.700 millones en adelantos transitorios, que se agregaron a los $ 80 mil remitidos una semana antes.

Del tope de $ 705 mil millones comprometidos para todo el año, ya se utilizó el 40%. La proporción deja poco margen para los meses de mayor estacionalidad, sobre todo el último trimestre, cuando el déficit tiende a crecer.