Con la categoría que imprimen las letras de tamaño catástrofe, los empresarios afines al gobierno de Mauricio Macri publicaron la semana pasada un nuevo mensaje de apoyo al proyecto económico de la alianza Cambiemos que sorprendió por su tono fraternal que chocó de frente contra el imparable vendaval de datos económicos negativos.

Ni los fanáticos del gobierno niegan a esta altura que el país entró en la antesala de una recesión inédita con efectos sociales imprevisibles. Sin embargo, el Foro de Convergencia Empresarial (FCE), al que adhieren empresas de todo el país, manifestó su apoyo al nuevo acuerdo con el Fondo Monetario (FMI) y su disposición a desandar el camino que definió como «duro y difícil pero necesario».

Pero bajo la superficie las aguas bullen porque la representatividad del FCE en el universo de las firmas privadas ya no es lo que supo ser. Cuando irrumpió, en los últimos años del gobierno de Cristina Fernández, contaba con la adhesión de 80 entidades de todo el espectro económico y de todo el país. Ahora, los adherentes llegan a duras penas a 35 tras una sangría que incluyó, entre otros, el portazo de la Unión Industrial Argentina (UIA).

El vicepresidente tercero de la central fabril, Guillermo Moretti, consideró «natural» el apoyo del FCE en un panorama de fábricas paradas y bancos con ganancias extraordinarias.

«Me parece esperable si se tiene en cuenta desde qué lugar se pronuncian. Nosotros (por la UIA) pensamos que el país va a salir adelante con inclusión social a partir de la industrialización», dijo a Tiempo. Pero frente a la ratificación del rumbo oficial, el pronóstico es decisivo: «En los próximos meses las empresas van a seguir cerrando y los despidos se van a multiplicar».

El Foro de Convergencia, siguió Moretti, «hace bien en manifestar su apoyo pero nosotros enfrentamos otra situación». En las condiciones actuales, «el que no tiene un banco o compañía de seguros difícilmente salga a pronunciarse en apoyo del modelo económico. Los bancos ganaron $ 160 mil millones en los últimos dos años y medio solamente en concepto de intereses».

El último dato oficial de la actividad industrial marcó en agosto una caída del 5,6% que no sorprendió a la dirigencia del sector. La caída en Santa Fe fue del 4,6% en septiembre, con un panorama que se replica en todo el país: cortes en las cadenas de pago, encarecimiento de los insumos importados y ausencia de un mercado capaz de traccionar la recuperación.

Entre las múltiples caídas de la industria en agosto se destacó la del sector textil, cuyo derrumbe superó el 16% interanual.

Teodoro Karagozian, dueño de la hilandera TN Platex, enderezó la mira contra la tasa de interés, que el gobierno ubicó en torno al 75% al calor de la crisis financiera y el acuerdo con el Fondo Monetario.

En diálogo con Tiempo, Karagozian evitó polemizar con el Foro de Convergencia al que adhiere como integrante de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), pero apuntó contra uno de los factores clave del entramado político económico de la alianza gobernante. «La tasa de interés no es compatible con la producción y no puede perdurar en ese nivel, menos si fue el Fondo Monetario el que sugirió ese porcentaje. No sé qué va a pasar en el futuro, pero si me piden que señale el problema más grave de la industria local hoy es ese porque está extenuando a las empresas», concluyó.

El pronunciamiento del Foro de Convergencia fue el segundo de los últimos meses, los más ásperos de la gestión de Macri, con dos grandes devaluaciones en abril y agosto, miles de suspensiones y despidos, cierres de fábricas, tarifazos fuera de control, caída del poder adquisitivo del salario y congelamiento del mercado interno. En el mensaje anterior el FCE también manifestó su apoyo al ajuste fiscal.

El Foro comparte con el Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICyP) y la Asociación Empresaria Argentina (AEA) la decisión de darle un respaldo permanente al Ejecutivo.

Pero ese apoyo estuvo distorsionado por el Gloriagate, que compromete a constructores nucleados en AEA, muchos de ellos prominentes contratistas de obra pública, incluido el más importante de todos: el titular de Techint Paolo Rocca.

Con todo, abundan las críticas en voz baja, especialmente entre las industrias y en las pymes, y que tienen como objetivo al ministro de Producción, Dante Sica. «No sabemos por qué sigue ahí y a qué está apostando», dijo una fuente consultada. «Lo único que sabemos es que va de reunión en reunión y se saca foto tras foto pero a la hora de los bifes participa de una política que privilegia cualquier cosa menos una salida de la crisis», resumió. «

Los bancos redoblan los negocios

El reclamo de los empresarios de la actividad industrial apunta a reducir los daños que les provocan ciertos aspectos del programa económico: tasas de interés por las nubes que acentúan la recesión; inflación de costos (energía, logística, bienes de capital) impulsada por la devaluación; y caída de la demanda interna y competencia de productos importados.

Contrastan su situación con la de los bancos y otros jugadores del sector financiero. «Los bancos ya ganaron mucho», decía días atrás un reconocido industrial en un alto de la reunión del B-20, un grupo de afinidad al G-20 que se reunió en Buenos Aires.

El comentario apuntaba a las recientes decisiones del gobierno nacional que les dieron a las entidades  nuevas oportunidades de negocios y, al mismo tiempo, las fortalecen en su rol de sector clave en el equilibrio de la economía y las finanzas locales.

Entre estas decisiones se encuentra la posibilidad de cobrar intereses del 75% por los encajes, un dinero que antes no les generaba ingresos. Ese nivel de tasas contrasta con el que la banca usa para pagar los plazos fijos de los ahorristas, en torno del 40 por ciento.

Los bancos son centrales en la nueva política monetaria del BCRA, ya que compraron Leliq por $ 436 mil millones –de los que $ 60 mil millones corresponden a los encajes–. Pero el stock de Leliq sólo creció en $ 3081 millones. El resto de las emisiones de Leliq fue en realidad para renovar los vencimientos. La señal de alarma sonará cuando los bancos dejen de renovar esas letras.