El gobierno ideó una forma particular de acusar recibo ante la seguidilla de tres masivas movilizaciones que pusieron blanco sobre negro acerca del creciente descontento popular, en particular en las filas de los trabajadores asalariados, derivada del impasse económico que atraviesa el país.

Por un lado, y sin hacer olas, decidió revisar su política de shock en materia de actualización de tarifas para no recalentar la hoguera (ver nota en pág. 12) y reglamentar limitadamente la ley de emergencia social. Pero por el otro lado, el núcleo de la estrategia oficial consistió en exhibir a parte de su Gabinete con el propósito de construir un relato embellecedor del presente y pintando un futuro auspicioso.

De este modo, en lugares distintos pero en forma coordinada, los ministros de Finanzas Luis Caputo y el de Producción Francisco Cabrera auguraron un crecimiento de la economía para 2017 de entre el 3 o 4%, y desmintieron la crisis sobre la industria y el empleo generada por la avalancha de importaciones, respectivamente.

Caputo lo hizo al día siguiente de la movilización de la CGT ante empresarios reunidos en el Congreso Económico Argentino, mientras que Cabrera eligió hacerlo el mismo martes ante los periodistas acreditados en su ministerio.

Allí el ministro de Producción se dio el gusto de cuestionar el «diagnóstico de la CGT» sobre el curso de la economía.

Sin embargo, la operación que idearon en un intento de hacer caso omiso al contexto signado por la movilización popular, no logra superar la prueba de la cruda realidad.

En el caso de las importaciones, sectores de la industria salieron rápidamente a cuestionar los datos exhibidos por el gobierno. Es que Cabrera aseguró que, durante 2016, las importaciones del país se contrajeron un 7% con relación a 2015.

Sin embargo, según explicó a Tiempo Argentino José Ignacio de Mendiguren, histórico dirigente de la Unión Industrial Argentina, la primera trampa de los datos que presentó el gobierno consiste en su presentación en valores y no en cantidades.

Según De Mendiguren, «esa supuesta caída se explica por el precio internacional de los combustibles que tienen un peso muy importante en las importaciones del país».

Según explicó el dirigente, la situación es muy distinta en «los sectores que emplean mano de obra intensiva como el sector textil, el calzado o la metalmecánica donde las importaciones fueron muy fuertes». De hecho, cuando se analiza el desagregado de las importaciones en el período, el ítem combustibles y lubricantes, que en valores mostró una reducción del 31%, en cantidades crece un 3 por ciento.

Según datos oficiales de 2016, de hecho, las importaciones totales medidas en cantidades crecieron un 4 por ciento. Sin embargo, lo más revelador es el análisis desagregado del movimiento de los componentes de las mismas.

En cantidades, por ejemplo, las importaciones de vehículos automotores se incrementaron un 39% y los bienes de consumo un 17 por ciento. Estas cifras se equilibran con la caída de un 6% de las piezas y accesorios de los bienes de capital (que expresan las inversiones reales para amortizar el capital en uso) y una caída del 1% de los bienes intermedios, aquellos que, manufacturados, son insumos necesarios para una posterior agregación de valor.

Según los datos del Indec, la importación de bienes de capital creció en forma interanual un 7 por ciento. Sin embargo, según el informe elaborado por el equipo de asesores del dirigente de la UIA, al que accedió Tiempo, ese dato encubre otra trampa que consiste en el cómputo de la importación de vehículos automotores como bienes de capital cuando, mayormente, se trata de bienes de consumo.

La participación de los bienes de capital sobre el total de las importaciones se reduce del 22% al 15% cuando se desestima el ítem transporte. De hecho, durante el año pasado, la importaciones de equipamiento de transporte creció un 33%, mientras que el ítem maquinaria y equipos se redujo un 7 por ciento. Según el informe mencionado, en dólares, la importación de alimentos y bebidas se incrementó un 81%, mientras que la de los insumos industriales retrocedió un 16 por ciento.

Estos datos, claro, tienen su correlato en el uso de la capacidad instalada de la industria local, cuyo informe de enero de 2017 del Indec arrojó números alarmantes que dan muestra del nivel del parate actual. La industria, en general, está haciendo uso de apenas el 60,6% de su potencialidad productiva lo que sirve para explicar también el bajo nivel de inversión sobre PBI (16%) y los límites para el ingreso de nuevas inversiones externas.

Pero en el caso de las automotrices el valor cae hasta un 30,7%, metalmecánica 47,3%, gráficas 54% y textiles 57,5%, entre otros. En este último caso, la fundación Pro Tejer difundió un informe para explícitamente responder a Cabrera en el que destaca que la participación de la producción nacional textil en el mercado se redujo de un 50% en 2015 a un 39% en 2016.

Por otra parte, el pronóstico de Luis Caputo en el Congreso Económico Argentino de un crecimiento para 2017 de entre 3 y 4% no coincide con el diagnóstico de la UIA que viene de computar una caída en el sector de un 4,9% durante todo 2016 y cuyas proyecciones de crecimiento para 2017 se ubican en la mitad de los valores anunciados por Caputo.

Según confirmó a Tiempo Daniel Funes de Rioja, presidente de COPAL y vicepresidente de la UIA «nuestros economistas piensan que el crecimiento va a estar en el orden del 2% sobre la base de mantener las variables existentes y con un Brasil que deje de caer y se mantenga sin crecimiento. Hay economistas de consultoras privadas nacionales y extranjeras que pronostican un 3 por ciento. Para eso debería haber una reacción de Brasil. Creemos que la economía va dar signo positivo pero no en todos los sectores al mismo tiempo».

El gobierno ha decidido construir un relato optimista que obvie la realidad con el riesgo de aportar un factor de mayor irritación. «

La inflación y la pobreza siguen en alza

Sobre el final de la semana, cuando ya las calles estaban despejadas de movilizaciones masivas, se conocieron dos nuevos datos que complican todavía más el relato del gobierno.

Por un lado, el Indec difundió el Índice de Precios al Consumidor (IPC) del mes de febrero que arrojó un incremento del 2,5% en relación con el mes anterior.

Se trata del incremento mensual más alto de los últimos ocho meses (en junio de 2016 había llegado a 3 por ciento).

La proyección anual que se desprende de esa variación (superior al 25%) echa por tierra los pronósticos inflacionarios del gobierno fijados en un 17% anual. Consagra un acumulado del 3,8% solo para el primer bimestre del año. En este escenario la batalla del Ejecutivo por imponer un techo del 18% en las paritarias se complica cada vez más.

Pero además, el jueves, se conocieron los datos del Observatorio de la Deuda Social de la UCA que arrojó como resultado que el 32,9% de los argentinos se ubican por debajo de la línea de pobreza.

La cifra equivale a 13 millones de personas, e implica el ingreso de 1,5 millones más a la categoría de pobres desde diciembre de 2015.
De ese total, según el informe, 2,7 millones de personas se ubican por debajo de la llamada línea de indigencia, lo que equivale a un 6,9% del total de la población.