Las canastas que se utilizan para medir la pobreza y la indigencia superaron el 50 por ciento, tanto durante 2018 como en los últimos doce meses. Es el octavo mes del año en que la inflación de los más pobres crece por encima de la general y, a excepción de agosto, la tendencia se mantiene desde mayo.

Tanto la Canasta Básica Alimentaria (CBA, indigencia) como la Total (CBT, pobreza) tuvieron una variación mensual del 4%, en noviembre. En tanto, el Índice de Precios al Consumidor (IPC-Indec) dio para el mismo mes un 3,2%. En lo que va de 2018, CBA acumula un crecimiento del 52,4%; la CBT, 51,1%; ambas superiores al 43,9% del IPC. En la variación interanual (noviembre 2017 – 2018), la CBA suma 54,1%, mientras que la CBT llega a un alarmante 57,3%. El IPC de ese período es del 48,5%.

De esta forma, la canasta que mide la pobreza creció casi 10 puntos porcentuales más que la inflación general.

En pesos, los montos necesarios para cubrir las canastas pisan los talones de los haberes más bajos. Una familia compuesta por un hombre, una mujer y dos menores necesita $ 10.123 para no ser indigente y $ 25.206 para no ser pobre. En tanto, un hombre adulto necesita $ 3.276 para no ser indigente y $ 8.157 para no ser pobre. El Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM) se ubica actualmente en $ 11.300, mientras que el Haber Mínimo Jubilatorio (HMJ) está en $ 8.637.

Si en la familia descripta en el párrafo anterior ambos adultos perciben el Salario Mínimo, no llegan a cubrir la canasta de pobreza. Acumularían $ 22.600, contra los $ 25.206 que necesitan para no ser pobres. En tanto, un jubilado que percibe el Haber Mínimo supera por menos de $ 500 lo necesario para no ser pobre. Esto, sin tener en cuenta la cantidad de dinero que invierte un jubilado promedio en medicamentos, estimado entre 4 y 8 medicamentos diarios, cuyos precios oscilan entre los $ 150 y los $ 1.200, según el Centro de Economía Política Argentina (CEPA).