El leve superávit comercial que logró Argentina con respecto a Brasil podría volver a convertirse en déficit de acuerdo a los últimos movimientos del real. Esa moneda continúa un paulatino pero firme proceso de depreciación y este martes terminó a 4,208 unidades por dólar. En lo que va del año su paridad ya bajó 8% con relación a la moneda estadounidense. Según consigna el diario O Globo, a los turistas les llegaron a pedir 4,44 reales por dólar en las casas de cambio.

Los diarios económicos brasileños señalan como causa de la baja del real la incertidumbre política de la región, en la que el presidente Jair Bolsonaro opera como uno de los polos más firmes dentro de la inestabilidad que generan las revueltas sociales en Chile y Ecuador, el golpe de Estado en Bolivia, la derrota electoral del oficialismo en Argentina y quizás también en Uruguay. También mencionan los pobres resultados en la licitación de áreas petroleras realizada hace dos semanas: el gobierno recaudó U$S 9000 millones menos de lo esperado por la concesión de zonas ubicadas en la plataforma marítima, ya que a último momento varias de las más grandes compañías globales del sector desistieron de presentar sus ofertas.

Más allá de esos acontecimientos, la baja del real también es inducida por el Banco Central do Brasil. La entidad está dejando caer la tasa de interés de referencia para reactivar la economía, aprovechando que la tasa de inflación está por debajo de la meta fijada de 4,25% anual (se cree que terminará en 3,3%). En los últimos dos meses el tipo de interés se redujo de 6% a 5% anual y podría bajar otro medio punto antes de fin de año. Con esa ayuda, se estima que el PBI del país podría subir 0,9% este año y un 2% en 2020.

El proceso es el inverso al que ocurre en Argentina, donde en las últimas semanas, ante las restricciones que anulan casi por completo la compra de moneda extranjera, el dólar se está manteniendo estable por debajo de los 60 pesos (en el mercado mayorista), con el Banco Central como único sostén.

El sendero opuesto que están recorriendo ambas monedas implica que, medidos en dólares, los productos brasileños se están abaratando con relación a los argentinos.

Ese cambio relativo complicaría los números de la balanza comercial, que durante casi todo el gobierno de Mauricio Macri fueron favorables a Brasil. El ingreso de vehículos fabricados en ese país fue el principal ariete para sacar ventaja en la relación bilateral . El proceso comenzó a invertirse en los últimos meses por la fuerte caída del consumo local por la recesión económica y la devaluación del peso, que tornó prohibitivas las importaciones.

Así, según datos preliminares del Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior brasileño, lo que entre enero y octubre de 2018 había sido una diferencia de U$S 4160 millones en favor de ese país, en el mismo período de 2019 se convirtió en una brecha de U$S 665 millones en favor de la Argentina.

Claro que la devaluación inducida del real no fue tomada sólo en consideración de estos números. En el último año Brasil dio un fuerte impulso a su comercio exterior, con una balanza comercial que terminará 2019 con un saldo favorable cercano a los U$S 46 mil millones. En ese contexto, el intercambio con Argentina se redujo a 5,7% del total. Lejos de preocuparse por su socio del Mercosur, la gestión de Bolsonaro está mirando con mayor interés otros mercados y otras formas de hacer negocios por fuera del bloque subcontinental.

En el gobierno argentino relativizaron la importancia de este proceso. «Estos son movimientos. Tenemos que evaluarlos un poco más en la tendencia. Hay que mirar bien cuál es el efecto, cómo termina de estabilizarse», dijo el ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, sobre las oscilaciones del real. Agregó que «tenemos un tipo de cambio flexible que se adapta a los cambios de las monedas, que fluctúan todos los días por movimientos internacionales, y nuestra moneda absorbe esos cambios».

Esto último suena lógico desde el punto de vista de la teoría, pero no se corresponde con la realidad local, en la que la flotación del peso está condicionada a la vigencia del cepo cambiario y al Banco Central como regulador de la cotización. Dicho de otras palabras, para el Central la estabilidad cambiaria es un bien supremo y el deterioro de la balanza comercial con Brasil no será motivo para cambiar su proceder.