La polémica por las tierras de El Marquesado, en Mar del Plata, se puede resumir de forma muy sencilla: de un lado, un proyecto social que busca darle un respiro a quinteros del periurbano marplatense y producir hortalizas en condiciones de cuidado del medio ambiente; del otro, un conglomerado privado que busca que no se corte la continuidad de propiedades frente al mar que, en su estado actual, pueden ser privatizadas.

Este contraste es el que define la situación social más general, marcada por un crecimiento económico, al menos hasta septiembre, y que al mismo tiempo derivó en una suba de la pobreza.

¿El crecimiento se lo llevaron cuatro vivos, como dijo Cristina Fernández? La respuesta quizá tiene un giro. Por ejemplo, que el crecimiento fue, en realidad, consecuencia de las condiciones de pobreza previamente existentes. De ser así, no se trataría de cuatro vivos, sino de un régimen social que hace que la ganancia empresaria crezca a pesar del empobrecimiento de sus trabajadores.

Es decir, la pobreza no habría aumentado a pesar del crecimiento económico, sino que la expansión de la actividad obedecería a la pobreza previa, una de cuyas manifestaciones es que el valor de la fuerza de trabajo cae por debajo del promedio de la etapa histórica. En ese escenario, el conjunto de las empresas demandó más fuerza de trabajo porque era más barata y eso permitía obtener beneficios extraordinarios.

En primer lugar, la remuneración del trabajo ha perdido claramente frente a la inflación. En el segmento de los trabajadores registrados contratados por las empresas privadas, el empleo de calidad como se dice en los manuales, el salario cayó desde 2018 y con un pequeño salto en 2021, siguió la tendencia hacia la desvalorización. En enero de 2023 volvió a perder contra la inflación.

Si este segmento de los asalariados (unos 6 millones de personas) no pudo sostener el poder adquisitivo de sus ingresos a pesar de la existencia de los sindicatos y las negociaciones paritarias, peor le fue a los asalariados no registrados (en «negro») y a los precarizados, como los monotributistas, los factureros y los integrantes de la economía popular. Los no registrados, de conjunto, acumularon una pérdida de casi el 10% de su poder de compra solo en 2022.

Pero, además de los salarios e ingresos por debajo de la inflación, también hay otras condiciones previas a la recuperación de la actividad económica. En este punto entran las modificaciones a los convenios colectivos de trabajo que se van acumulando en el tiempo y que, reforma tras reforma, van flexibilizando los regímenes laborales. El ejemplo más conocido es el caso del convenio colectivo de los petroleros de Neuquén, Río Negro y La Pampa, cuya flexibilización en las condiciones de trabajo tuvo por objeto «estimular» las inversiones petroleras en Vaca Muerta. Es decir, buscó abaratar la fuerza de trabajo en forma directa para presentar un cuadro de mejores ganancias empresarias y así lograr inversiones. Ese convenio subsiste hoy.

La tercera pata que explica el fenómeno de más pobres con más actividad económica es la inflación: los empresarios suben los precios por encima de las alzas de los salarios que deben pagar.

El resultado es siempre el mismo: trabajadores empobrecidos y empresarios enriquecidos. «