Este 2 de abril encuentra a la industria petrolera en Malvinas en uno de sus puntos más bajos desde sus inicios, a fines de los años 80. El crudo en su versión comercial no aparece, los inversores miran para otro lado, los proveedores de servicios no quieren arriesgarse y el tiempo pasa y las licencias comienzan a caducar.

El tema preocupa al gobierno isleño, que quiere ver desarrollarse la producción de petróleo bajo su jurisdicción, algo que cambiaría las reglas de juego de su relación con el Reino Unido y la Argentina.

La estrella petrolera de Malvinas es el yacimiento Sea Lion, ubicado al norte de las islas, cuya concesión está en manos de Rockhopper y de Premier (operador). Ambas petroleras hablan de un depósito de “clase mundial”, lo que en la jerga del sector equivale a decir que tiene una enorme capacidad de producción, equivalente a la de los yacimientos más productivos del mundo.

Sin embargo, la entrada en producción de Sea Lion se ha postergado una y otra vez. Al punto que Premier, propietaria del 60% del yacimiento, ha recibido críticas por apostar dinero en una aventura que no termina de plasmarse. A mediados del año pasado, Premier eligió al banco Standard Chartered para que buscara otras entidades financieras y encabezara un préstamo sindicado por unos 500 millones de dólares para fines de año. Standard Chartered no tuvo éxito aun. “Fuentes de la City (la zona financiera de Londres) han advertido que el lento progreso de Premier significa que es poco probable que el asediado proyecto cumpla con un plazo financiero urgente”, dijo el diario inglés The Telegraph en agosto pasado. La licencia otorgada por el gobierno de Malvinas a Rockhopper por Sea Lion caduca en 2020.

Que aun no están los fondos disponibles lo puso nuevamente en evidencia Rockhopper al anunciar sus resultados correspondientes a 2018 este martes 2 de abril. En un comunicado, el presidente ejecutivo de la firma, Sam Moody, afirmó que «Sea Lion tiene el potencial de ser transformador para Rockhopper y las Islas Falkland (Malvinas) como un todo. Asegurar el financiamiento es el último hito importante antes de tomar la decisión final de inversión en Sea Lion y todos los esfuerzos se centran en asegurar dicho financiamiento para permitir que el proyecto se mueva en la fase de desarrollo».

Premier, en su propio balance de 2018, publicado días atrás, debió borrar las reservas que contabilizaba en Sea Lion como «probadas y probables» por la falta de desarrollo y de datos ciertos.

En una situación similar se encuentra el proyecto de la firma Borders & Southern Petroleum, propietaria de los derechos para explotar los yacimientos Darwin y Stebbing, al sureste del archipiélago. Este lunes último, B&S informó en su balance del año 2018 que falló en sus intentos de encontrar socios para la siguiente fase de sus operaciones en las Malvinas. Ello le provocó mayores pérdidas a las previstas.

B&S dijo en un comunicado que su principal objetivo en 2018 había sido asegurar socios para ayudar a financiar la próxima fase de las operaciones, pero admitió que este proceso demoraba más de lo esperado «por razones que en gran medida están fuera de nuestro control, como la reducción del gasto de capital por parte de la industria de petróleo y gas en proyectos en alta mar y en áreas de enfoque geográfico alternativo».

Llamó la atención el uso que el comunicado hace de la denominación de “área de enfoque geográfico alternativo” para Malvinas. Quiere decir que a pesar de la fuerte campaña de publicidad acerca del “Kuwait del Atlántico Sur”, los inversores y las empresas que prestan servicios petroleros (del tipo Schlumberger, Halliburton y Baker Hughes) aun ven a Malvinas como un territorio muy riesgoso.

Esa es la razón por la que ni el tandem Rockhopper-Premier ni B&S consiguen socios a riesgo. Los contratos que ofrecen estas empresas son diferentes. Las dos primeras buscan capital para financiar los trabajos de exploración que seguirán bajo su dirección. B&S, en cambio, quiere hacer un contrato del tipo farm-out, por el cual un proveedor de servicios hace los trabajos de exploración a su riesgo a cambio de beneficios futuros, por caso una parte de la producción.

Diez años atrás se decía que con un costo de inversión en exploración de unos 1800 millones de dólares, las petroleras podrían obtener en Malvinas ingresos brutos anuales por unos 1500 millones de dólares a un barril a 65 dólares. Pero a pesar del prospecto de un negocio redondo, el capital no aparece.

Las dificultades en Malvinas también afectaron a Argos, que tiene una licencia para explotar los hidrocarburos en el yacimiento PL001, al lado de Sea Lion. Lo sucedido allí reviste importancia por esta cercanía. Argos firmó en 2013 un contrato con las petroleras Noble y Edison, las que invertirían en la exploración a cambio de beneficios futuros en la extracción. Pero en agosto pasado, Noble y Edison resolvieron dar por concluido el contrato sin lograr avances sustanciales en la búsqueda de crudo.