Los salarios representaron durante el segundo trimestre de este año apenas un 41,7% del valor agregado bruto de la economía. Se trata del segundo valor más bajo en los últimos seis años mejorando apenas en un punto lo ocurrido en el mismo trimestre del 2021 pero retrocediendo 5,5 puntos con relación al 47,2% que se registró durante el primer trimestre de este año.

Como contraparte, el excedente de explotación bruto que refiere a las ganancias de las empresas representó en el período el 49,2% del producto.

Desde que se retomó el informe de Cuenta de Generación de Ingresos e Insumo de Mano de Obra que da cuenta de la denominada distribución funcional del ingreso, en el primer trimestre de 2016, los salarios perdieron 12,5 puntos en su participación sobre el total del producto de la economía pasando de representar el 54,2% hasta el actual 41,7%. En términos reales se trata de una caída en la participación del 23%. Comparando con el segundo trimestre de 2017 cuando el porcentaje había llegado hasta el 50,2%, el retroceso es de 8,5 puntos.

En aquel momento las ganancias empresarias representaban el 35,3% y crecieron en seis años el equivalente a 13,9 puntos porcentuales del valor agregado bruto hasta llegar al actual 49,2%.

Fue en el primer trimestre de 2019 cuando, por primera vez desde 2016, las ganancias de las empresas explicaron la mayor parte del producto en detrimento de los ingresos de los trabajadores asalariados. En ese momento los salarios explicaron el 43,9% del total mientras que las ganancias alcanzaron el 45,4%. El porcentaje restante se explica por los denominados ingresos mixtos que son aquellos que corresponden a unidades económicas en los que el propietario o su núcleo familiar actúan a la vez como mano de obra no remunerada formalmente y, por lo tanto, resulta imposible distinguir la naturaleza del ingreso.

La degradación de la participación del salario en la economía se explica por la combinación entre la destrucción del empleo operada en particular entre 2017 y 2018 y luego agravada durante la pandemia acompañada de una caída abrupta del salario real de los trabajadores en general y los informales en particular que tuvo su pico en el 2018 pero se sostuvo durante prácticamente los seis años que van de 2016 al primer semestre de 2022.

Por otra parte, el crecimiento económico registrado en la post pandemia e incluso la recuperación del empleo no impacto en una reversión de la tendencia que, por el contrario, se profundizó dando cuenta de una suba de la productividad del trabajo o, dicho de otra forma, la tasa de explotación en particular por la creación de empleo no registrado. De hecho, según el mismo informe, en el último año se crearon 1.270.000 puestos de trabajo asalariados de los cuales apenas 365 mil fueron registrados. Menos de tres cada diez empleos se formalizaron.

Por ese motivo hoy a la vez que se registran niveles de desempleo casi marginales (6,9% según la última medición) la pobreza afecta al 36,5% de la población.

Esta evolución regresiva de la distribución del ingreso funcional que mide la participación en el producto de las clases sociales que intervienen en la producción, contrasta con la de la distribución del ingreso de la población agrupada por deciles que, según el último informe de la EPH del INDEC mejoró sensiblemente en el período analizado. De hecho, mientras que en el segundo semestre de 2016 el diez por ciento más rico de la población, en promedio, tenían ingresos equivalentes a 19 veces el decil más relegado, hoy, la relación es de 16 veces.

La evolución contradictoria de uno y otro indicador se explica precisamente por el deterioro de los ingresos de los asalariados que integran ese primer decil y una mejora muy sensible de la cúpula de la población integrada especialmente por el empresariado imperceptible para la medición por deciles.