El empresariado automotriz es, a priori, uno de los mimados del gobierno nacional. Al menos eso dice la administración de Cambiemos, que no ahorra loas ni gestos para ese sector, uno de los pocos que dispone de una «mesa de competitividad» propia, algo que reclama prácticamente todo el ámbito privado.

Pero entre las empresas la percepción sobre el desempeño del gobierno de Mauricio Macri empieza a ganar detractores.

Una de las quejas es que el gobierno resta importancia a sus demandas, como el reclamo de una reforma tributaria rápida. Para otros, el Ejecutivo hace la vista gorda frente a importaciones de algunas terminales automotrices que superan el 70% del mercado local. Ese grupo alerta que, de persistir en este rumbo, «un poco por inseguridad, un poco por expectativas con las elecciones», la alianza gobernante «va a terminar frustrando» el objetivo de consolidar una producción anual de un millón de autos en 2023.

En este grupo se encuentran Mercedes Benz, Toyota y Ford. En la vereda de enfrente están Volkswagen y General Motors.

Las últimas son las que más vendieron en los últimos meses; las primeras las acusan de haberse asegurado el dominio del mercado gracias al intenso flujo importador vía Brasil con la connivencia de las autoridades. El país vecino, además de fabricar más barato, es la cabeza del negocio en el Mercosur. Desde sus oficinas hace y deshace a discreción e, inevitablemente, en detrimento de la producción y el trabajo argentinos.

Mercedes Benz, Toyota y Ford «están enojados porque dicen que invierten en el país en las buenas y en las malas mientras otras terminales ganan plata con una importación descontrolada». En realidad, Volkswagen y General Motors «no tienen política de largo plazo: un día fabrican y un día importan», cuestionaron voces del ambiente automotriz.

En ese ámbito, la última reunión con el titular de Hacienda, Nicolás Dujovne, dejó  un sabor agridulce. El presidente de la firma alemana y de la Asociación de Fábricas (ADEFA), Joachim Maier, elogió la relación con el gobierno en una entrevista que concedió al diario La Nación, pero al mismo tiempo avisó que volverá a la carga con el reclamo de reformas impositivas que Dujovne desestimó sin demasiadas explicaciones. 

Desde la perspectiva de las cuestionadas, la impresión fue otra. Un referente planteó que «Dujovne fue claro» y diferenció que «no hay malestar porque siempre supimos que se está trabajando en una reforma tributaria y que se va a ir más a fondo después de las elecciones».

Autopartistas

Otro sector que sigue con atención las mesas del Plan 1 Millón es el de las fábricas de autopartes. Este sector, mayoritariamente pyme, también salió de la reunión con Dujovne con más dudas que certezas. Los autopartistas temen quedar afuera del programa por influencia de las terminales, empresas multinacionales con una amplia disponibilidad de proveedores en todo el mundo. 

Pero la preocupación también tiene que ver con el gobierno y se divide en dos frentes. 

Por un lado, los autopartistas sospechan que el ministro de Producción, Francisco Cabrera, de perfil marcadamente liberal, es partidario de que las terminales compren las piezas a sus proveedores de origen, dejando de lado la posibilidad de que la industria aumente la participación de partes de fabricación nacional. 

En igual medida, están alertas por lo que decidirá el titular de Hacienda con la tan mentada reforma tributaria.  

Un proveedor de tres terminales locales dio cuenta de esa alarma: «Hay que ver qué se trae Dujovne, no larga prenda. Nadie sabe sobre qué está trabajando. En la industria hay mucho temor de que pase algo así».  «