La economía argentina se prepara para recibir una segunda ola de coronavirus sin haberse recompuesto totalmente de la primera. La recuperación de los últimos meses no alcanza a compensar el terreno perdido durante 2020, año en que el PBI se redujo 9,9 por ciento. Fue la segunda caída más profunda en la historia moderna del país, sólo superada por la que se vivió en 2002, a la salida de la convertibilidad (-10,9%).

El lento regreso a los niveles prepandemia es reflejado por el Indec en su EMAE (Estimador Mensual de la Actividad Económica). Es el índice que sigue más de cerca el pulso de la actividad. Según el último dato, correspondiente a enero, la economía no para de mejorar desde el piso de abril del año pasado, el peor momento de la crisis. Pero a pesar de los nueve meses consecutivos de suba, la comparación interanual arroja una caída de 2% con relación primer mes de 2020. Fue, de acuerdo a esos números, el peor enero de los últimos cuatro años.

El proceso, además, fue muy heterogéneo. Cada sector se acomodó como pudo al apagón productivo que originó la pandemia, a la desaparición casi total de la oferta (en abril, por ejemplo, no se fabricó ningún automóvil) y a la anemia que sufrió la demanda por la reducción de ingresos de hecho que sufrieron varios sectores, incluyendo la destrucción de puestos de trabajo.

De esa manera quedó configurado un cuadro de ganadores y perdedores. O mejor dicho (porque nadie ganó), de rubros que zafaron y pudieron acomodarse a la nueva normalidad y de otros que no pudieron levantarse ni siquiera a través de la ayuda estatal (préstamos para hacer frente a salarios, créditos subsidiados y reducción de aportes patronales, entre otras medidas).

De acuerdo a un informe preparado por el CEP XXI (Centro de Estudios para la Producción), que depende del Ministerio de Desarrollo Productivo, la heterogeneidad “está asociada al profundo cambio en las rutinas que generó la pandemia del coronavirus. Las personas pasaron mucho más tiempo en sus hogares, de modo que en un primer momento los consumos ligados a la vida dentro del hogar (como electrodomésticos, electrónicos, muebles o materiales de construcción, entre otros) se incrementaron (o, en el peor de los casos, se contrajeron poco), a expensas de otros –ligados a la sociabilidad o a la vida fuera del hogar–, como el turismo, la gastronomía y el entretenimiento, que sufrieron contracciones inéditas. En líneas generales, los bienes salieron ganadores relativos frente a los servicios”. Las diferencias también se expresan regionalmente, de acuerdo a la situación sanitaria que vivió cada provincia. 

El EMAE refleja esas diferencias. De los 15 rubros analizados, ocho presentaron caídas. Entre ellos, Hoteles y restaurantes se derrumbó 39,1%, mientras que Otros servicios comunitarios, sociales y personales (en el que se miden venta de entradas en cines, centros de espectáculos y otros lugares de diversión) bajó 19,2%. Ambas ramas quedaron muy debilitadas por la primera ola de la pandemia y es difícil predecir cómo podrían sortear otro invierno como el del año pasado.

Entre los sectores que en enero estaban mejor que a comienzos de 2020 se encuentran los tres que mueven la aguja en términos de empleo y de incidencia en el conjunto de la economía: Construcción (10,2%), Industria manufacturera (4,6%) y Comercio (2,6%). Así y todo, la manera en que transitaron la pandemia fue diferente. El comercio se mantuvo activo en los períodos de cuarentena y distanciamiento porque la población tenía necesidades que satisfacer; en todo caso, se vio perjudicado por los menores ingresos de los compradores. En el otro extremo, la construcción tuvo un bache más pronunciado y repuntó recién cuando la situación permitió el reinicio de las obras.

“Si bien el advenimiento de la segunda ola es casi un hecho, creemos que el aprendizaje de producir bajo pandemia, la mejora en la capacidad instalada del sistema sanitario y el escaso margen social-económico-político para aplicar una cuarentena dura permitirían que la implementación de nuevas restricciones sea menos estricta que en 2020”, confía un trabajo de la consultora Ecolatina. “De esta forma, proyectamos que se aplicarán más restricciones a la circulación, aunque se intentará evitar restringir las actividades productivas”, agrega el texto.

El cumplimiento de estas hipótesis, claro, está sujeto a la intensidad con la que el virus vuelva a atacar. «

El diagnóstico del FMI

La disparidad en la velocidad de recuperación de la crisis es un fenómeno global que aqueja al conjunto de las naciones.

El FMI alertó esta semana que “se espera que las economías de mercados emergentes y en desarrollo tengan secuelas más profundas que las economías avanzadas, y que las pérdidas sean mayores entre los países de bajo ingreso”.

En un documento titulado “El legado de la pandemia”, la entidad proyectó que “en 2024, el producto mundial a mediano plazo será aproximadamente un 3% menor de lo proyectado” antes de que surgiera el coronavirus.

Esa caída golpeará mucho más a los países de bajos ingresos (hasta 6%) que a los avanzados (alrededor de 1%), debido a “las distintas estructuras económicas y de la magnitud de las respuestas de política fiscal de los países”.