Una disminución en las exportaciones de U$S 14.100 millones; una merma en la producción equivalente al 1,8% del PBI y un perjuicio para el Estado de cerca de U$S 5000 millones en concepto de menores ingresos por retenciones y otros impuestos. Ese es el resultado esperado, en números, de la terrible sequía que abarca a más de la mitad del país.

La falta de lluvias que afecta a una decena de provincias (el 54% del territorio nacional, según el Sistema de Información sobre Sequías para el sur de Sudamérica), dejó sus secuelas no sólo en la producción de trigo y cebada, que quedaron por debajo de lo esperado, sino también en las previsiones para la soja, el maíz y el girasol, ya que en muchos lugares la siembra debió ser suspendida por la falta de humedad necesaria en el terreno.

Según algunos analistas, se trata de la campaña más seca de los últimos 60 años.
“El prolongamiento del fenómeno La Niña, que ocurre por tercera campaña consecutiva, ha agravado aún más la situación dificultando el proceso de siembra, el desarrollo de los cultivos junto al área apta para cosechar, provocando caída en los rendimientos potenciales”, detalló la Bolsa de Cereales de Buenos Aires en un informe conocido en la última semana. “La etapa productiva de los cultivos de invierno ya se encuentra definida y dada la situación climática que atravesaron, los niveles de producción se ubicarían por debajo de la campaña 21/22 y del promedio de las últimas cinco campañas, especialmente de trigo. La sequía también afecta a los cultivos de verano, por lo que el panorama de los próximos meses es aún incierto”, agrega el trabajo.

En números

El estudio bosqueja dos escenarios, ambos por debajo de lo ocurrido en la campaña anterior. El primero contempla los efectos ya causados por la reducción del área sembrada y los menores rendimientos por hectárea esperados; el segundo es una proyección que podría concretarse si las lluvias siguen demorando en producirse.
Si se toman en cuenta los principales cultivos (trigo, cebada, soja, maíz y girasol), el producto bruto agroindustrial se reduciría de los U$S 53.100 millones de 2021/22 a U$S 42.100 millones, en el escenario menos pesimista, y a U$S 37.400 millones, en el más desfavorable.

Las exportaciones se reducirían, además, de U$S 43.300 millones de la campaña anterior a U$S 34.100 millones, si la situación no se agrava, o a U$S 29.200 millones, si no hay precipitaciones en el corto plazo.

“De cumplirse la disminución en los niveles de producción y encontrarse una tendencia bajista de los precios internacionales, las consecuencias a nivel microeconómico y macroeconómico se agravarán, dada la participación que tiene el sector agroindustrial en el agregado de la economía argentina”, insiste la Bolsa de Cereales porteña. En su mirada, la caída en la producción equivale a entre 1,1% y 1,8% del PBI.

Aun con números levemente diferentes, los informes de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) coinciden en pintar un cuadro dramático. “La situación ha empeorado. Esta es la última semana para revertir la situación de la soja de primera que está en estado regular”, señala el informe de esa entidad sobre lo que sucede en la región núcleo, las zonas más productivas de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.

En esta última provincia, la cantidad de precipitaciones apenas fue la sexta parte de lo habitual. «No hay experiencia de manejo agronómico» capaz de soportar esa situación, puntualizó la Bolsa de Cereales entrerriana, que la calificó como «tremendo hostigamiento del clima».


Los efectos

Las cifras no alcanzan a pintar el dramatismo que la situación genera en el sector agropecuario. “Puede haber productores que este año no cosechen nada. Los quebrantos económicos serán muy grandes”, informan desde la BCR, alertando sobre las consecuencias sobre el entramado social y económico de la región. También se están produciendo visibles efectos sobre la ganadería, por la mortandad de animales debido a la falta de agua y de pasturas para alimentarlos.

Para el gobierno, los números también son preocupantes. Las menores exportaciones amenazan el superávit comercial, estimado en U$S 12.300 millones, según consigna el Presupuesto 2023. También afectarían la disponibilidad de divisas: en los últimos 12 meses, el 77% de las liquidaciones en el mercado oficial provinieron del sector agroindustrial.

Otro efecto muy fuerte se daría en el plano fiscal, por la menor recaudación impositiva. El cálculo de la Bolsa de Cereales menciona una baja de entre U$S 3100 millones y U$S 4700 millones, motivada principalmente por los menores derechos de exportación a cobrar. También se verán afectados el impuesto a las Ganancias y el resto de las imposiciones nacionales y provinciales. «

Posible impacto en la acumulación de divisas

La caída en las exportaciones agrícolas que se prevé a causa de la sequía podría impactar también en la acumulación de divisas, una de las prioridades del gobierno en materia económica. En el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, las autoridades se comprometieron a que las reservas netas del Banco Central crezcan unos 4800 millones de dólares en 2023. El Fondo lo creyó factible gracias a «una posición más fuerte en la cuenta corriente, junto al apoyo oficial y a los límites a la salida de capital».

En los últimos meses, el gobierno apeló en dos ocasiones al «dólar soja», un tipo de cambio diferencial (por un tiempo limitado) que buscaba que los productores se desprendieran de los excedentes de granos atesorados. Esta medida, además, dejó buenos resultados en materia de recaudación por derechos de exportación. En ese sentido, con una cosecha de soja que podría caer por debajo de los 40 millones de toneladas (contra 49 millones en la campaña anterior), se ignora si habrá excedentes para repetir el recurso.