El ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, visitó la Cámara de Diputados para reseñar los lineamientos principales del Presupuesto 2020, que el Ejecutivo presentó formalmente para su discusión. Para calcular los gastos a realizar y los recursos con que contará, el gobierno previó que la economía crecerá 1% durante ese año, pese a los pronósticos en sentido contrario de la mayoría de las consultoras y centros de estudio. También estimó que la cotización promedio del dólar será de $ 67 (aunque a fin de año llegará a $ 75) y que la inflación se reducirá a 34% anual. El objetivo es alcanzar un superávit fiscal, previo al pago de intereses de la deuda, de 1% del PBI. Para ello, continuarían los recortes de subsidios y la reducción en las obras de infraestructura.

“A fin de este año estaremos en superávit gemelos: tanto fiscal como externo. La plataforma de despegue para la Argentina para el ciclo político que se inicia en un par de meses tiene mejores perspectivas que si estuviéramos en 2015”, dijo el ministro. Pero al echar un vistazo hacia atrás, Lacunza esbozó una autocrítica: “Los resultados de estos años han sido inferiores a los que pensábamos”, reconoció.

El análisis del Presupuesto siempre deja al descubierto las prioridades del gobierno para el año siguiente. Ellas pueden verificarse siempre y cuando esos supuestos se cumplan. Claro que esta vez la condicionalidad será mayor por varios factores.

Desde el punto de vista macroeconómico, la volatilidad altera una y otra vez el cuadro de situación. En las últimas semanas, el tipo de cambio subió 30 por ciento, la tasa de interés de referencia trepó al 85% anual y la inflación recrudeció, lo que profundizará el deterioro de los salarios reales y la caída del consumo. Con ese panorama y con cuatro picos devaluatorios en los últimos 18 meses, nadie se anima a aventurar que el cuadro trazado a esta fecha pueda mantenerse en los próximos meses. Sólo hace dos meses y medio, el anteproyecto de presupuesto que consideraba Hacienda incluía para 2020 un alza del PBI de 3,5% y una inflación de sólo 26%, valores que en el proyecto definitivo cambiaron drásticamente.

Otro elemento a tener en cuenta es la elección nacional del 27 de octubre y las altas probabilidades de un cambio de gobierno y de políticas económicas. El candidato más votado en las primarias, Alberto Fernández, ya dijo que quiere hacer hincapié en la reactivación y en la creación de empleo, en lugar de profundizar el endeudamiento y el posterior ajuste fiscal que propició Mauricio Macri. Las distintas posturas en estos temas alterarían en uno u otro sentido el nivel de gasto público y la recaudación impositiva.

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El eventual avance en el reperfilamiento de la deuda pública que impulsa Hacienda también cambiaría sustancialmente el cuadro de obligaciones a pagar. En el Presupuesto 2019, los servicios de la deuda significaban alrededor del 15% de las erogaciones totales. Sin embargo, como consignó Tiempo en su edición papel del último domingo, a poco más de dos semanas de los anuncios no hubo avances en la postergación de pagos a los acreedores.

De todo ello se desprende que las condicionalidades son muy grandes para pensar que el borrador de Presupuesto presentado se pueda cumplir en los hechos. Por eso en el ámbito legislativo se da por sentado que el proyecto recién se discutirá tras las elecciones, cuando haya mayor certidumbre sobre el panorama futuro.