El ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, viajará esta semana a Estados Unidos. El martes acompañará al presidente Mauricio Macri a la asamblea de la ONU, en Nueva York. Al día siguiente irá a Washington a reunirse con el Fondo Monetario Internacional y luego con autoridades del Banco Mundial. El jueves, antes de volver, estará en la asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

En esas reuniones, Lacunza intentará explicar el plan para manejar la crisis y llegar con cierta normalidad al final del mandato presidencial, el 10 de diciembre. No lleva números fáciles de presentar. Por ejemplo, la caída del 30% en los depósitos privados en los bancos después de las PASO, la baja de U$S 16.500 millones en las reservas internacionales, la fuga de capitales del último mes por U$S 5909 millones y el 11,2% de inflación mayorista de agosto que pronto llegará a los consumidores.

También los U$S 9300 millones en vencimientos (según calculó la Oficina de Presupuesto del Congreso) que se agregarán al calendario de deuda de 2020 por la reprogramación forzosa de Letes y Lecap. Aun así, el ministro pondrá sobre la mesa dos cartas favorables: el superávit fiscal, que entre enero y agosto suma $ 48 mil millones (y que con los resultados a la vista, se advierte que no era ninguna panacea) y la entrada al Congreso, el último jueves, del proyecto de reperfilamiento de la deuda que el Ejecutivo intentará consensuar con la oposición.
En la reunión con el FMI, además de los funcionarios que siguen de cerca el caso argentino, también estará el director gerente interino, David Lipton. Esto revela que encuentro tendrá más ingredientes políticos que técnicos. El estadounidense recibe órdenes directas de Donald Trump, quien quizás se reúna con Macri un día antes en Nueva York. Con el resultado puesto de ese posible contacto, Lipton decidirá si el FMI apura el trámite para girar el desembolso de U$S 5400 millones que está frenado y también cuál será el futuro del stand by, ya que en los hechos el acuerdo negociado el año pasado no existe más. El giro de las últimas semanas, con el cepo, el default selectivo, la decisión del Banco Central de relajar la base monetaria y las nuevas medidas populistas (opuestas a la meta de lograr el equilibrio fiscal), fue el que impulsó al Fondo a poner el programa en el freezer. 

No se descarta que Lacunza aproveche el viaje parab hablar con bancos interesados en participar del reperfilamiento de la deuda. Al fin y al cabo, se trata de un negocio que puede dejar buenos dividendos y que casi seguramente se llevará a cabo, con uno u otro gobierno.