Las expectativas sobre la evolución de la inflación durante este 2022 están desmadradas y eso lleva a que hoy por hoy, cualquier referencia pueda ser tomada como factible. Puede ser el 48%, límite superior de la banda que habían proyectado en forma conjunta el ministro de Economía, Martín Guzmán, y los técnicos del Fondo Monetario Internacional; el 60% que logró la Asociación Bancaria para sus afiliados y que la vicepresidenta Cristina Kirchner festejó, en una elocuente toma de posición; el 65,1% que pronosticó la encuesta mensual del Banco Central; y hasta el 96% que se barajó en la City en la última semana, que surge de tomar como constante de acá a fin de año el 6% mensual, promedio a su vez entre lo que el Indec midió en marzo y lo que se espera para el índice de abril.

En ese sentido, las anclas habituales en la economía para fijar referencias y frenar la tendencia alcista no solo se mostraron insuficientes para contrapesar esa corriente sino que, a la vez, fueron arrastradas por ella. Tanto las restricciones a la emisión monetaria como las tasas de interés y el tipo de cambio aceleraron su ritmo de ajuste en los últimos meses, aunque todavía sin poder seguirles el ritmo a los precios internos. Esto implica que continúan rezagados a pesar de las subas nominales.

En todo caso, la disyuntiva de las autoridades pasa por ver cómo actualizar esas variables para que no caigan en términos reales. Esto preocupa al gobierno, tanto por las promesas realizadas al FMI como por el efecto que tendrían un eventual salto cambiario, el traslado a precios del mayor stock de dinero, o un tarifazo para reducir los subsidios estatales: serían las maneras más directas de fomentar la inflación.

Lo cierto es que las tasas de referencia del Banco Central, para evitar corridas hacia el dólar y fomentar el financiamiento local del Tesoro, ya subieron del 38% al 47% anual. De la misma manera, el ritmo de emisión monetaria bajó: los $ 205 mil millones prestados por el BCRA en lo que va del año están en línea con la proyección máxima para este año (1% del FMI); esto debería ayudar a «secar» la plaza y reducir los precios, algo que por ahora no se verifica.

En esa encrucijada también está cayendo el dólar. El plan era mantenerlo competitivo en términos reales, pero la flotación administrada se reveló insuficiente para seguir el ritmo de la inflación. Eso provoca que las exportaciones argentinas se vuelvan más caras y que el país pierda competitividad con sus habituales socios comerciales, según lo que mide el Tipo de Cambio Real Multilateral (TCRM), un índice que compara las monedas de los países que comercian entre sí. Un trabajo del Grupo Cohen señala que «con el fortalecimiento que tuvo el dólar en la última semana, el TCRM se vio golpeado, cayendo 2% en la última semana y acumulando en abril una pérdida de 4% (que podría ser mayor si se confirma que la inflación de abril supera el 5%)». En otras palabras, más allá de los altos precios internacionales de las commodities agrícolas, en los demás rubros los ajustes diarios en el dólar mayorista no alcanzan para mantener atractivos los términos de intercambio con otros países.

Con ese panorama, la economista Marina Dal Poggetto, de mucha influencia en la City, se preguntó si se está construyendo un «nuevo cambio de régimen inflacionario que coloque la inflación arriba de los tres dígitos». En una columna publicada en Perfil, volcó como razones de ello la situación política, contaminada por la interna del oficialismo y la poca voluntad de la oposición en colaborar, como también la decisión de «indexar los salarios a precios que volvieron a escalar». Aun así, reconoció las dificultades para un camino alternativo sin agudizar esa indexación.

A falta de mejores herramientas, Guzmán volvió a apelar al acuerdo con el FMI como la mejor ancla de expectativas. En su reunión del miércoles con el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), les dijo a los empresarios que «hay que respetar el programa y actuar de forma programática. Y para ello debe haber un compromiso de todos los que gobernamos y de todos los que tenemos influencia en las tomas de decisiones de atenerse a un programa económico».