Los grupos automotrices PSA (Peugeot-Citröen) y Fiat-Chrysler anunciaron la firma de un documento que da comienzo a un proceso de fusión que al cabo de no más de 15 meses conformará el cuarto fabricante de automóviles del mundo, con 400.000 trabajadores en varios países -incluida Argentina- un volumen de negocios de 190.000 millones de dólares y 8,7 millones de vehículos terminados este año.

Si bien la conversaciones para la fusión ya se conocían, esta vez ya hubo un paso en firme con la elaboración de un plan para conformar la nueva sociedad, que quedará en manos de un directorio integrado por John Elckann, presidente de Fiat-Chrysler Automobili (FCA) y heredero de la familia Agnelli -fundadora de la empresa italiana- y el portugués Carlos Tavares, titular del conglomerado francés.

El detalle de la nueva empresa es que todos sus grupos integrantes en algún momento de su historia estuvieron al borde de la quiebra y recibieron rescates de los gobiernos de sus respectivos países.

El caso de PSA, Tavares, un ingeniero nacido en Lisboa pero que hizo toda su carrera en Francia, entró a la firma en 2014 luego de que el gobierno galo adquirió el 14% del grupo. Fue el responsable de la recuperación económica y es señalado como el genio del rediseño de la producción que dio como resultado que en 2017, con las cuentas otra vez florecientes, PSA -que tiene una planta en el partido bonaerense de Tres de Febrero- comprara la marca alemana Opel a la estadounidense General Motors, que a esa altura ya había sido saalvadapor Obama.

Las sucesivas crisis en la estadounidense Chrsyler, la menor de las tres hermanas de Detroit en el siglo XX, se convirtieron en un clásico. En 1980 un oportuno salvataje del gobierno de James Carterle evitó una quiebra. Esa vez el líder de la recuperación fue el exFord Lee Iacocca, que murió a principios de este año, a los 94.

Pero Chrsyler tuvo una nueva caída en 2009. Esa vez el que fue en auxilio fue Barack Obama. Sin embargo, el mandatario puso como condición que se buscara un socio externo, y fue en ese contexto que se alió con la Fiat.

La italiana, emblema de la industria de la península, también venia como quien dice en “falsa escuadra”.  El hombre providencial, es su caso, fue Sergio Marchionne, ítalo-canadiense y fallecido el año pasado. Desde aquella fusión, Fiat dejó de estar radicada en Italia para mudar su sede europea, ya como FCA, a Amsterdam. Allí estará la matriz del nuevo grupo.

Entre los considerandos de la unión FCA-PSA se habla de aprovechar sinergias y también de un reparto de mercados más conveniente. Se anuncia un reparto de acciones 50/50 y de que en la balanza FCA pone su fuerza en las tres Américas y PSA en Europa. Las marcas en juego con Fiat, Alfa Romeo, Chrysler, Citroën, Dodge, DS, Jeep, Lancia, Maserati, Opel, Peugeot y Vauxhall.

Los Peugeot comenzaron en 1810 elaborando molinos de viento, pasaron a tener una fundición de hierro, luego desarrollaron mecanismos para relojería y a fines de ese siglo construyeron las primeras bicicletas del país. Desde 1899, en tanto, Giovanni Agnelli fabricó en el Piamonte los primeros vehículos producidos en Italia. 

El mercado mundial se reparte entre la alemana Volkswagen en primer lugar, seguido por la franco-japonesa Renault-Nissan, la japonesa Toyotay y ahora la sociedad franco-italo-norteamericana sociedad entre las tradicionales familia Peugeot y los Agnelli.

Todos ellos ven que les resporan en la nuca las fabricantes chinas, de allí el apuro en dejar de competir y unirse para que no los devoren «los de afuera».