«Tenemos metas para bajar la inflación, para reducir el déficit fiscal. Y como las vamos a cumplir, vamos a dejar de endeudarnos y se van a multiplicar las inversiones en un país confiable». Esa frase, provista de un optimismo digno de un cuento de hadas y sin ningún dato de la realidad que la avalara, fue la más significativa de las pocas vinculadas a la economía que el presidente Mauricio Macri pronunció en la apertura de sesiones del Congreso, el jueves pasado.

El intento de instalar un futuro venturoso en el ánimo de los argentinos se choca con todas las dificultades en la materia que padeció el país bajo su gestión: devaluación, tarifazos, despidos tanto en el Estado como en el sector privado, altos picos de inflación y una fuerte caída de la actividad, que recién ahora está alcanzando a duras penas el nivel que tenía hace dos años. Quizás por eso, Macri prefirió hablar de generalidades y apenas mencionó tres datos concretos en más de 40 minutos de discurso. En cambio, prefirió callar sobre muchas cuestiones clave que erosionan la economía cotidiana y para las que, a juzgar por el silencio presidencial, el gobierno parecería no tener respuesta.

¿No más deuda?

Las imprecisiones fueron de tal calibre que en las últimas semanas, muchos funcionarios y miembros del Gabinete obraron a contramano de las afirmaciones del primer mandatario. El ejemplo típico fue el «vamos a dejar de endeudarnos», pronunciado en la Asamblea Legislativa apenas 24 horas después de que en el Boletín Oficial se hiciera pública la emisión de bonos por $ 60 mil millones, con vencimiento en 2020 y 2023. Los títulos tienen una particularidad: pagarán el 19% de interés anual, pero incluyen una cláusula gatillo (la misma cuya implementación en negociaciones salariales el gobierno rechaza de plano) para garantizar a quienes los suscriban un retorno cuatro puntos mayor a la inflación. Con estos títulos, entre enero y febrero la deuda pública ya creció en U$S 15 mil millones.

La resolución lleva la firma del ministro de Finanzas, Luis Caputo, quien según documentos oficiales de la Securities and Exchange Commision (SEC) estadounidense era el principal accionista de un fondo offshore radicado en las Islas Caimán que no incluyó en su declaración jurada al asumir su cargo. A partir de esa omisión, Caputo suma una denuncia judicial, una investigación que inició la Oficina Anticorrupción y un pedido de interpelación presentado este viernes por el diputado del PJ José Luis Gioja.

Sin embargo, Macri no se detuvo en ese episodio y por el contrario se jactó ante los diputados y senadores de contar con «funcionarios obligados a tener un alto estándar ético». 

Una voluntad de hierro

«La inflación está bajando. La de 2017 fue menor a la de 2016. La de este año va a ser menor aun», destacó el presidente, con una seguridad que sus principales espadas económicas no mostraron en sus últimas intervenciones públicas. De hecho, después de que el índice de precios quebrara con holgura el pronóstico oficial en los dos últimos años (41% a 25% en el primer año del macrismo, 25% a 17% el segundo), la meta del 10% para 2018 tuvo que ser modificada ante la evidencia de que no se podría cumplir. Esta semana, al desestimar una pronta baja de la tasa de interés, el Banco Central que pilotea Federico Sturzenegger alertó que «la inflación de febrero se ubica por encima de los valores de enero y del último trimestre de 2017». El índice de precios mayorista de enero trepó al 4,6% y el del consumidor de febrero superaría el 2,5%. De acuerdo al relevamiento de expectativas del BCRA, el mercado es escéptico y espera una inflación anual del 19,9%, casi cinco puntos por encima de la nueva y ya vapuleada pauta oficial. «Tenemos muy pocas herramientas, pero una voluntad de hierro para derrotar a la inflación», fue la defensa del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, ante las preguntas de los inversores en un seminario en Madrid, hace dos semanas.

El dato de inversión (uno de los pocos que precisó Macri, junto con el de la cantidad de trabajadores registrados y de informales) es una muestra de cómo los números se pueden plantear a favor o en contra, según convenga. El jefe de Estado dijo que el año pasado creció un 11%. «Es esa inversión precisamente la que nos garantiza que vamos a seguir creciendo, porque agranda nuestra capacidad para producir», señaló. En realidad, según el último informe oficial del Indec, con datos al tercer trimestre de 2017, ese crecimiento es superior (13,7% con relación al mismo período del año anterior). Pero la estadística señala que de cada 100 pesos que produce el país, apenas 15,5 se destinan a la formación de capital fijo, monto insuficiente para asegurar el pretendido crecimiento de la economía. «Para poder crecer a ‘tasas chinas’ –del orden del 6-7% anual– esta relación debería ser no menos del 25%. Mientras que para alcanzar un crecimiento sustentable en torno al 3%, la relación inversión-PBI debería ser del 20%. Con respecto a los niveles actuales faltarían unos U$S 26 mil millones», dice un informe de la consultora Invenomica publicado el mismo día de la Asamblea Legislativa.

De ricos y pobres

Para el Indec, los salarios subieron 2,2 puntos por encima de la inflación durante 2017, luego de una caída en términos reales del 6% en el año anterior. De eso se agarró Macri para decir «los salarios le ganaron a la inflación» y para festejar que «este enero tuvimos récord de venta de cemento, de asfalto, de autos y motos, de turismo y de vuelos de pasajeros». Sin embargo, lejos de la compra de insumos para la obra pública y de vacaciones en el exterior, los estudios sobre consumo masivo que realiza todos los meses la firma Kantar Worldpanel, que suelen reflejar las tendencias de la población, alertan de una contracción del 2% en enero, quebrando la tendencia de los últimos meses. La caída se da sobre todo en los sectores de nivel socioeconómico bajo superior, que es cerca de un tercio de las familias argentinas, lo que revelaría que el supuesto mayor bienestar no se verifica en todos los hogares. «En Argentina uno de cada tres trabajadores está en la informalidad y hace lo que puede», reconoció Macri.

Faltó decir…

La ¿deliberada? escasez de precisiones que caracterizó el discurso se sumó a otras cuestiones dignas de reflexión presidencial y que ni siquiera fueron mencionadas. Se vinculan a los fundamentals, los datos clave que sirven para describir el estado de una economía y que son tomados por la mayoría de los agentes para sus decisiones de inversión, producción y consumo.

Por ejemplo, los déficits gemelos, el fiscal y el comercial. Del primero, el presidente sólo dijo que «no podemos gastar más de lo que tenemos» y recordó las charlas con los gobernadores para ordenar las cuentas provinciales. Pero no mencionó que los intereses de la deuda subieron un 71% en 2017 y eclipsaron la tibia reducción del déficit primario. Tampoco dijo nada del rojo de U$S 8500 millones en la balanza comercial y de los U$S 12.300 millones que gastaron los argentinos que veranearon en el exterior (por el contrario, llamó a que «nos organicemos para recibir cada vez más turistas») y de la necesidad de generar dólares para cubrirlos, lo que obliga a seguir tomando deuda en el exterior. No hubo una referencia a las consecuencias que la captación masiva de créditos en dólares provoca sobre el tipo de cambio, deprimiéndolo y complicando las exportaciones y la competitividad de las economías regionales.

«Queríamos que diera cuenta de la realidad con sus palabras. Pero Macri no se equivocó de discurso, se equivocó de país», fue la crítica del diputado Felipe Solá, del Frente Renovador, a la exposición del presidente. «El gobierno está empezando a construir su propio relato alejado de la realidad», dijo el salteño Pablo Kosiner, líder del interbloque de diputados Argentina Federal. En el recinto, Macri saludaba y se iba, tras un discurso pletórico de optimismo y muy escaso de contenidos. «