El discurso breve y sereno del presidente, explicando la gravedad de la situación vinculada al Covid-19, puso el eje una vez más en la necesaria solidaridad colectiva que se precisa, en este caso, para evitar que la pandemia se expanda. Con esta clave, además de los impactos en la salud pública es importante analizar los efectos que la pandemia tendrá sobre la economía global y nacional.

A nivel mundial, no hay dudas de que la actividad económica se verá resentida de manera considerable, aunque la profundidad, los alcances y la duración de los efectos son imposibles de estimar con certeza. En China, por ejemplo, la actividad industrial y del sector de los servicios viene cayendo de forma drástica.

Por ello, los impactos sobre la cadena de producción global se harán sentir por el lado de la oferta, ya que China es un proveedor importante de bienes intermedios hacia el resto del mundo. Por el lado de la demanda, ya se pueden visualizar algunos de los impactos sobre nuestro país: se registra, por ejemplo, una caída de los envíos a China de productos primarios y sus derivados. Situación similar a la que enfrenta Brasil, principal socio comercial de la Argentina.

En cuanto a las consecuencias financieras, el FMI expresa: “como quedó claro en los últimos días, los costos de endeudamiento pueden subir y las condiciones financieras pueden endurecerse (…). Ese aumento del costo de las deudas sacará a relucir vulnerabilidades financieras que se acumularon durante años de tasas de interés a niveles bajos, exacerbando el riesgo de refinanciamiento. Dado que los precios del petróleo han retrocedido drásticamente en las últimas semanas y están más o menos 30% por debajo de los niveles de comienzos del año, el FMI sostiene que “los países que dependen del financiamiento externo podrían verse expuestos a interrupciones repentinas y a condiciones de mercado desordenadas, que podrían requerir intervenciones cambiarias o medidas provisionales aplicadas a los flujos de capital”. Varios preceptos que resultan útiles para analizar algunas cuestiones domésticas.

En este marco, el FMI pide  la implementación de medidas fiscales, monetarias y financieras para ayudar a los hogares y las empresas afectadas. “Un estímulo monetario más amplio —por ejemplo, recortes de la tasa de política monetaria o compras de activos— podría apuntalar la confianza y respaldar los mercados financieros frente a un riesgo pronunciado de considerable endurecimiento de las condiciones financieras”. Es lo que han comenzado a hacer los países centrales, que volvieron a mostrar, como ocurrió tras la crisis financiera de 2008, que cuando es necesario no dudan en abandonar los manuales del neoliberalismo e intervienen fuertemente a través de sus Estados.

El ejemplo más claro es el de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) que decidió ofrecer el jueves y viernes pasados fondos por U$S 1,5 billones mediante la compra de títulos del Tesoro. Para darnos una idea de tal monto, entre marzo y octubre de 2009, plena crisis financiera, la FED compró títulos públicos por U$S 300 mil millones, menos de una cuarta parte de lo planificado para esta semana.

El comunicado de la FED indica que “estos cambios se están llevando a cabo para encarar las inusuales disrupciones en los mercados financieros de deuda pública asociadas al brote de Covid-19”, para luego agregar que “los términos de las operaciones se ajustarán según las necesidades, con el fin de fomentar un funcionamiento más tranquilo del mercado de deuda pública”.

El 4 de marzo la FED bajó la tasa de referencia en 50 puntos básicos (p.b.), del 1,75% al 1,25%, un descenso fuerte, ya que habitualmente no suele variar la tasa en más de 25 puntos básicos. Hay, entonces, una decidida intervención de la FED en los mercados para encarar los efectos del Covid-19, tanto sobre la economía real como sobre los problemas de financiamiento de particulares, y especialmente, del Tesoro estadounidense. El Banco de Inglaterra también acaba de anunciar un recorte de la tasa de interés de 50 p.b., rebajándola del 0,75% al 0,25%.

Estas acciones de los países centrales resultan útiles para analizar las políticas en nuestro país, pues el BCRA está interviniendo en forma importante para mejorar la evolución de la economía, ya sea bajando las tasas de interés o financiando al gobierno. Sobre este último punto, siguen existiendo una variedad de analistas que, insistentemente, valoran como negativa esta última medida, y alertan que generaría inflación. Estos analistas poco aprendieron de nuestra historia, y menos de los últimos cuatro años, que se vivieron con restricción monetaria y aumentos de precios que superaron el 50% anual. Pareciera que tampoco observan lo que sucedió en los países centrales durante la crisis financiera de 2008, lo que sucede ahora, y lo que proponen los organismos internacionales; como acabamos de explicar. Nadie informa que el BCRA aún no ha llegado al límite que le impone su Carta Orgánica, que de por sí es una condición bastante exigente.

De la misma forma, el BCRA ha estado incidiendo sobre el valor del tipo de cambio, para que este no tenga las fuertes variaciones que caracterizaron a otros países emergentes, en especial a los latinoamericanos.

Cabe tener en cuenta, también, que la inflación ha mostrado dos meses de clara reducción, con un 2,3% en enero y un 2% en febrero (IPC Nacional-Indec). Gran parte es resultado del congelamiento de las tarifas decidido por el actual gobierno y de la reducción de los precios de los medicamentos. Pero además cabe resaltar que en este bimestre el precio de los alimentos (que impacta con mayor gravedad en los sectores de menores ingresos) creció por encima de la inflación general. Esta no es una conducta derivada de mayor o menor emisión monetaria, sino de muy probables maniobras de sectores concentrados para incrementar su rentabilidad, aprovechando una mayor demanda derivada de la política del gobierno que beneficia a los sectores de menores ingresos.

Y si bien el propio FMI es quien recomienda el uso de la política fiscal, como siempre aclara; ello está atado a la existencia de “margen de maniobra” para llevarlo a cabo, es decir, a recursos. Por esa razón, dada la restricción presupuestaria que hoy se enfrenta, se requiere, necesariamente, redireccionar los recursos que se utilizarían para pagar los servicios de la deuda hacia fines más urgentes. Por caso, en febrero se pagaron U$S 704 millones de intereses. Sin modificar drásticamente esa situación, no se podrá generar un verdadero sendero de sostenibilidad económica y financiera.

Son los retos que enfrenta el gobierno: tratar de poner en pie a una economía devastada, renegociar la deuda bajo legislación extranjera por cerca de U$S 70.000 millones en medio de una fuerte volatilidad financiera internacional, enfocarse en contener los aumentos de precios, lidiar con las presiones de grupos concentrados que no quieren reducir sus privilegios, auxiliar a las PyMEs, a las entidades de carácter social y a las economías regionales, entre otros tantos objetivos. Todo ello en medio de las dificultades y exigencias que impone la pandemia del Covid-19, que requieren implementar políticas adecuadas (y los recursos pertinentes) para atender las necesidades sanitarias y contrarrestar los impactos sobre el nivel de actividad. Una suma de importantes desafíos. «