La estructura de las cadenas de valor otra vez se ve atravesada por fenómenos que impactan en el comercio mundial y tienden a repensar la actual fase de globalización. Especialistas entienden que, al menos desde los últimos seis años, suena un concepto que enmarca un incipiente cambio de paradigma en las relaciones comerciales y aprovechamiento de la producción: nearshoring.

La tendencia refiere a la práctica empresarial de transferir parte de su producción a terceros países, localizados en destinos cercanos y con una zona horaria semejante. El acercamiento de los centros de producción plantea lo contrario al modelo instalado actualmente, el offshoring: producir lejos, por ejemplo en países del continente asiático, pero con un ahorro de costos mediante.

Las empresas multinacionales estadounidenses y canadienses son pioneras en la búsqueda de la aplicación del nearshoring. Ya Donald Trump, exmandatario estadounidense, utilizó como uno de los temas centrales de campaña y de su primer año de su presidencia el reshoring, o sea, la relocalización de actividades productivas en el país de origen, promovido por motivos geopolíticos y con la promesa de revitalizar las economías del «cordón de óxido», aquellas que menos pudieron adaptarse al proceso de offshoring durante las décadas anteriores.

El nearshoring responde a varios factores. Para la Comisión Económica de América Latina y el Caribe (Cepal), las «tensiones comerciales y tecnológicas con China, la pandemia, la guerra Rusia-Ucrania, las interrupciones en las cadenas globales de suministro, el aumento del costo del capital humano en varios países asiáticos, los riesgos de seguridad y propiedad intelectual y las diferencias horarias, culturales, e idiomáticas» se anotan en los principales motivos para pensar en una reconfiguración de las cadenas de valor. La pandemia mostró sobradamente que la ruptura de un eslabón condiciona el acceso a insumos del resto. Por eso, para Martín Rappallini, presidente de la Unión Industrial de la provincia de Buenos Aires, la gracia del nearshoring no radica tanto en el ahorro de costos sino en «la seguridad del abastecimiento. No es lo mismo un camión que cruza la frontera que un container que viene del otro lado del mundo», ejemplifica.

«En primer lugar, la pospandemia vino con un shock de demanda, en algunos casos atrasada, para la cual la oferta no ha podido responder de forma óptima. Esto implicó suspensiones en la producción y un fenomenal aumento de los precios internacionales de insumos difundidos (acero, aluminio, resinas, entre muchos otros). A esto se sumó una baja capacidad del transporte internacional para responder rápidamente a la recuperación, generando cuellos de botella y aumentos de costos siderales en la logística y transporte del comercio internacional», resalta el economista especializado en desarrollo industrial y docente Leandro Mora Alfonsín.

El economista coincide con la Cepal respecto de la influencia de las tensiones geopolíticas y la invasión rusa a Ucrania en este proceso, pero también agrega «la agenda de reducción de huella de carbono» como factor a destacar: «El 55% de las emisiones acumuladas de CO2 las explican Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido, Canadá, Japón, Corea del Sur y Australia», enumera a Tiempo.

Para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el nearshoring promete el crecimiento de la economía de América Latina y el Caribe. Un informe del organismo multilateral indica que la región podría beneficiarse con el nearshoring en el corto y mediano plazo por hasta U$S 78 mil millones en nuevas exportaciones de bienes y servicios. La entidad asegura que la industria automotriz, textil, farmacéutica y energías renovables «tendrán importantes oportunidades», en este sentido.

México (donde la vecindad con EE UU es clave) y Brasil, con U$S 35 mil millones y casi U$S 8000 millones, respectivamente, serían los países más beneficiados por este modelo, según el BID. Para la Argentina, las oportunidades de crecimiento de exportaciones estarían en el orden de los U$S 3900 millones. Según Rapallini, la energía, minerales, el agronegocio, la industria del conocimiento y la convencional serían las protagonistas de este desarrollo.

«Argentina está singularmente bien posicionada para proveer servicios de nearshoring. Su alto nivel técnico (en los primeros puestos de la región en los rankings), su buen nivel de inglés (sobre todo en los grandes centros urbanos), la posición geográfica y una cierta apertura cultural la posicionan como un proveedor natural de talento para toda la región», detalla Andy Vior, secretario del PoloIT de Buenos Aires. Además, sostiene que podrá servir como «puente para la creación futura de empresas de productos de base tecnológica a escala mundial» y aspirar a modelos de mayor valor agregado, como la exportación de licencias o suscripciones desde Argentina, «que es hoy una parte muy chica del negocio».

De todos modos, Mora Alfonsín mantiene mayor cautela sobre los resultados concretos en la región: para el economista, el nivel de integración en términos comerciales es bajo. Mientras que el 15% del PIB latinoamericano está explicado por exportaciones de bienes y servicios, en Asia esa representación es del 39% y en el resto del mundo el promedio está en 28%. Dentro de América Latina hay heterogeneidades, pero su participación en la economía mundial «es declinante» y la inversión extranjera directa «viene cayendo aún más», entre otros motivos, por la dedicación a la venta de commodities por sobre bienes complejos industrializados. Además, los límites a las especificaciones técnicas de insumos (ejemplo, aeroespacial) y otras capacidades, como el conocimiento o recursos humanos calificados, hacen que la relocalización «sea poco aplicable», en muchos casos. «

El antecedente: la relación con Brasil

Un ejemplo de aplicación de nearshoring en Argentina se ve en su vínculo con Brasil. En este sentido, Marcelo Elizondo, consultor y analista económico internacional, destaca al sector automotriz: «Traemos partes y exportamos autos a Brasil y, a la vez, importamos autos desde allí», ejemplifica.
Para Leandro Mora Alfonsín, otro caso en la instalación de la planta de Whirlpool Argentina en Pilar, que contempla la fabricación de 300 mil lavarropas por año, complementando a la producción brasileña.
Para el BID, las claves del nearshoring son «el apoyo de instituciones de promoción de exportaciones, el perfeccionamiento de las capacidades, una ambiciosa agenda de políticas de inserción, reducir los costos de transporte y la cooperación regional».