En la semana el presidente Macri acusó el impacto de un informe del FMI y salió a defender su programa de gobierno con una nueva dosis de relato que niega los hechos de la realidad. Señaló que 2017 será el primer año de crecimiento de empleo después de más de cinco años y que «el desafió es crecer 20 años seguidos para terminar con los problemas de pobreza y exclusión».
Para el Fondo: «La actividad fue más débil de lo esperado en algunos países de América Latina que están atravesando una recesión, como Argentina y Brasil (…). La revisión a la baja del crecimiento refleja en gran medida una menor expectativa de recuperación tras cifras de crecimiento que defraudaron las expectativas en torno al segundo semestre de 2016.» Un reconocimiento más de los nefastos resultados, tanto en la Argentina de Macri como en el Brasil de Temer, de las políticas que el FMI, a pesar de todo, no cesa de recomendar.

Vale recordar el informe de octubre donde el Fondo señalaba que nuestro país había iniciado «una transición importante y muy necesaria hacia un marco de política económica más consistente y sostenible, que está teniendo un costo mayor de lo previsto en 2016». Si en ese momento el FMI calculaba un crecimiento del 2,7% para 2017, naturalmente la proyección actual estará en un valor inferior, aunque el dato no fue publicado.
En esta línea también se expresó la agencia Moody’s, que corrigió a la baja los pronósticos para 2017, señaló que «los países de América latina tendrán un crecimiento promedio de apenas el 0,9% en el trienio 2016/2018 debido principalmente a la debilidad de Brasil y Argentina» y prevé un incremento de los niveles de deuda de ambos países. Moody’s dejó su visión a futuro: «A pesar del menor crecimiento en muchos países, las autoridades estarán limitadas en su capacidad para implementar o acelerar políticas monetarias más expansivas en 2017 debido a las tasas de interés globales más altas y a la volatilidad de los flujos de capital.»

En gran medida los comentarios de Moody’s devienen de la incertidumbre que rodea a la llegada de Trump, que el gobierno nacional se encarga de minimizar. Pero la frase también es un reconocimiento del escaso margen de maniobra del que disponen las economías periféricas que apuestan indiscriminadamente por los mercados globales. No obstante, en el Foro de Davos el ministro Nicolás Dujovne no dudó en afirmar que Argentina «abraza la globalización» y que como el comercio con EE UU no es muy relevante, no se sentirán los impactos del espíritu proteccionista que el nuevo presidente norteamericano acaba de anunciar.

Este razonamiento no resiste demasiado análisis, con solo pensar en los impactos que traerá la competencia de terceros países por colocar los envíos que antes dirigían a la principal potencia. La retórica contrasta con el apuro por emitir deuda en los mercados y evitar una nueva suba en las tasas internacionales, a tal punto que el jueves, un día antes de la asunción de Trump, se colocaron títulos en el exterior por 7000 millones de dólares, un paso más en el festival de deuda.

En su prédica, Cambiemos no sólo trata de venderle a la sociedad un futuro tan venturoso como improbable (una retórica de manual de todo político neoliberal), sino que también omite lo que muestran los datos provistos por organismos oficiales. Si se toman los de la actividad económica, se observa que durante el período 2010-2015 se creció un 2,9% en promedio. En términos de empleo, entre noviembre de 2010 e idéntico mes de 2015 se habían creado unos 831 mil empleos nuevos, según datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), y la mayor parte se concentró en el sector privado (592 mil).

En contraste, sí resultan claros los efectos sobre el empleo y la producción de las políticas actuales, que llevaron a una pérdida de 127.905 puestos en los primeros nueve meses de 2016 y al cierre de 5147 empresas, este último dato de una gravedad notable porque se vincula a pymes que tuvieron que cerrar sus puertas. A pesar de que proviene de una fuente oficial como el Indec, la respuesta que esbozó el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, fue: «ese dato no lo tenemos (…) y la generación de empleo de calidad y digno es uno de los principales objetivos del gobierno y la forma de resolver la pobreza es a través de la generación de trabajo».

Todo indica que no van por el buen camino para conseguirlo, más aun considerando que uno de los pilares de la estrategia del gobierno es la flexibilización laboral, lo que se asocia a un empeoramiento de las condiciones de trabajo. Para ello tampoco descarta recurrir a la vía del decreto, como podría ocurrir con el cambio en el régimen de ART.

El flamante presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, ya había explicado en su momento las verdaderas intenciones del gobierno al señalar: «¿Cuál hubiera sido el precio de bajar 30 o 40% el salario real, si habiéndolo bajado un 5 (llegaría a cerca del 8% en 2016), se generaron semejantes críticas»; «Hay que plantearse con toda claridad cuáles son las necesidades del empleador»; «No sirve armar protección tan grande del trabajador que finalmente haga que no sea rentable la explotación económica»; «en el capitalismo, la cédula de identidad es la escritura, la propiedad»; y «no sirve estimular el consumo».

Mientras, los impactos sociales y distributivos se siguen acumulando. Según el centro CIFRA-CTA, la relación entre el ingreso per cápita familiar promedio del 10% de la población de mayores ingresos y del 10% de menores ingresos aumentó de 17 a casi 20 veces entre el segundo y el tercer trimestre de 2016. Un dato más para ilustrar que lo único que tiene este modelo para aportar es mayor desempleo, cierre de pymes, caída de ingresos populares, pobreza y -en contraposición- un incremento cada vez mayor de la ganancia de las grandes empresas.

Un derrotero conocido

La idea de Macri de que es necesario crecer 20 años seguidos no concibe como problema la temática de la distribución regresiva del ingreso, postura que tiende a justificarse a través de un hipotético derrame que se encargaría del resto, un falso razonamiento neoliberal.
Veamos la experiencia internacional. Tomando como referencia 1992, cuando comienza a desplegarse con fuerza la maquinaria de la globalización, el PIB mundial creció en todos los años, con la única excepción de 2009, con una ligera caída luego del colapso de Lehman Brothers. Pero los frutos de este crecimiento, que promedió en los últimos 25 años el 3,7%, no se terminaron trasladando a los sectores más postergados de la población mundial.

De manera lapidaria, en el informe que OXFAM presentó en Davos, y que comenté en detalle durante la semana, se muestra que en ese lapso el 1% más rico ha percibido más ingresos que el 50% de la población mundial en su conjunto. Y entre los datos más impactantes afirma que ocho personas tienen lo mismo que 3600 millones (la mitad de la población mundial) y que en 2015 las diez mayores empresas del mundo tuvieron una facturación superior a los ingresos públicos de 180 países juntos. Según OXFAM: «Lejos de transmitirse espontáneamente hacia abajo, en la llamada economía del goteo o del derrame, los ingresos y la riqueza se vuelcan hacia las capas más altas de la sociedad y lo hacen a un ritmo alarmante».

El documento demuestra que el modelo actual no tiene solución y que el gobierno argentino hace todo lo que OXFAM critica en el plano global. Ante ello es necesario pensar con audacia y lo antes posible en otro tipo de sociedad, que no se rija por el criterio depredador de la máxima ganancia empresarial. «