La inquietud que causó en los mercados financieros la devaluación del yuan y la agudización de la disputa comercial entre China y Estados Unidos se potenció en el ámbito doméstico por culpa del almanaque electoral. El cuadro de incertidumbre hizo subir el precio del dólar a $ 46,68, muy cerca de su máximo histórico. Eso ocurrió a cuatro días hábiles de las primarias presidenciales, en las que el oficialismo, sin ningún resultado que mostrar en materia económica, sólo aspiraba a mantener cierta calma cambiaria para exhibirse con chances de victoria.

Pero, además, el Banco Central ya se apuntó una fuerte pérdida. La entidad había guardado alrededor de U$S 20 mil millones en yuanes, en un intercambio de divisas con su par chino para fortalecer sus reservas internacionales. La devaluación redujo su valor y provocó que las reservas del BCRA cayeran este lunes en U$S 519 millones y otro tanto el martes, sumando una peligrosa merma de 1612 millones de dólares en las últimas siete jornadas.

El hilo conductor que trajo a estas tierras los efectos de decisiones tomadas a casi 20 mil kilómetros de distancia fue lo que se conoce como aversión al riesgo. Se trata de la reacción de los inversores que buscan poner sus capitales a resguardo de cualquier hecho nuevo e inesperado. En un mundo globalizado, la mayoría se inclina por el dólar o por bonos del Tesoro estadounidense, considerados los más seguros. En este flight to quality, como se lo denomina en la jerga, cayeron casi todas las monedas de los países emergentes y también las bolsas más importantes del mundo, empezando por Wall Street, que perdió un 3%. La estampida también abarcó a las acciones argentinas que cotizan en el exterior y a los bonos de la deuda: su caída implicó que el riesgo país trepara a 904 puntos, el mayor en dos meses.

Además de las turbulencias financieras ya creadas, el clima se puede agravar a largo plazo si China insiste en devaluar su moneda, que pasó de 6,90 a 7,04 yuanes por dólar. La medida busca que el ingreso nominal de los exportadores de ese país sea mayor y así compense los mayores aranceles que Estados Unidos quiere cobrarles. Pero la nueva cotización también altera los precios relativos en el comercio con los demás países.

En el caso de Argentina, que sufre un fuerte déficit en su intercambio comercial con la potencia oriental, el desequilibrio se puede agravar si la devaluación del yuan se profundiza. En el primer semestre de 2019, según datos oficiales del Indec, el país vendió productos por U$S 2.365 millones, principalmente carne bovina y porotos de soja. A cambio, las importaciones fueron de U$S 4.447 millones, encabezadas por rubros vinculados a la maquinaria eléctrica, electrónica y mecánica. Ese rojo de U$S 2.082 millones en la primera mitad del año (el más alto de los que tiene Argentina con cualquier país o bloque internacional) podría agravarse si la mercadería china continúa abaratándose o si las ventas a esa región se vuelven cada vez más caras.

Dentro de la crisis surge una oportunidad para Argentina: incrementar sus ventas de soja y derivados a China, ya que después de las rispideces comerciales ese país canceló muchas operaciones ya pactadas con Estados Unidos. Pero para ello tendría que haber una fuerte decisión estratégica de incrementar los vínculos con el Lejano Oriente. Hoy por hoy, el gobierno de Mauricio Macri tiene en Washington un aliado estratégico. La disyuntiva es mejorar las exportaciones de soja o seguir siendo amigos de Donald Trump.