Nació en Israel, se crió en Brasil (país cuya nacionalidad adoptó) y se doctoró en Economía en Estados Unidos. Tiene 55 años y después de un breve paso por la entidad a fines del siglo pasado y de haber sido consultor de varios organismos multilaterales, regresó al Fondo Monetario Internacional. Se llama Ilan Goldfajn y desde ahora será un hombre clave en la relación entre el FMI y la Argentina.

“Damos una cálida bienvenida a Ilan Goldfajn en tu primer día como director del Departamento para el Hemisferio Occidental. La profundidad de tus conocimientos sobre la región y el trabajo del Fondo, y tu probado historial como elaborador de políticas y comunicador serán invalorables”, tuiteó la directora gerente del organismo, Kristalina Georgieva, oficializando la puesta en funciones. Su llegada acentúa el proceso de renovación que intenta borrar todos los vestigios del paso de Christine Lagarde, la actual directora del Banco Central Europeo.

Desde su nuevo cargo, este egresado del MIT estadounidense y ex economista jefe del Banco Itaú monitoreará los vínculos entre el FMI y los países de América Latina. Y fundamentalmente, claro, con Argentina, el máximo deudor del organismo y cuya deuda de U$S 44 mil millones está en proceso de renegociación.

En realidad, el acuerdo en marcha será cerrado por Julie Kozack, la estadounidense que es directora adjunta de esa división y quedó a cargo luego de que se jubilara el mexicano Alejandro Werner. Pero una vez firmado el programa será Goldfajn el encargado de supervisar su cumplimiento, enviar las misiones técnicas, revisar sus evaluaciones y comunicar sus conclusiones al directorio.

Caratulado como un representante de la corriente ortodoxa, defensor del tipo de cambio flotante y la prudencia fiscal, Goldfajn fue director del Banco Central brasileño entre 2000 y 2003 y luego ocupó la presidencia entre 2016 y 2019. Con el respaldo de Michel Temer (que llegó al poder unos meses después, luego del golpe blando que depuso a Dilma Roussef), Goldfajn puso en marcha el sistema de metas de inflación, que subordina la política monetaria al cumplimiento de esos objetivos. Su predilección por esa metodología lo emparenta con uno de sus muchos amigos argentinos, Federico Sturzenegger, quien intentó aplicarla cuando presidió el Banco Central local y pronosticó que el índice de precios bajaría a un 10% anual, con un posible desvío de dos puntos. La realidad arruinó esas intenciones.

Si bien el brasileño pasará a ser una figura importante en el organigrama del FMI, la experiencia indica que los acuerdos se cocinan bastante más arriba, en el Directorio Ejecutivo, e incluso en otros ámbitos (la Secretaría del Tesoro estadounidense y algunas oficinas de gobierno europeas) donde las opiniones vertidas llegan al edificio de la Calle 19, en Washington, con el carácter de órdenes a seguir. De todas maneras, en el Palacio de Hacienda son conscientes de que si logran refinanciar la deuda y firmar un nuevo acuerdo de facilidades extendidas, Goldfajn será un perro guardián a la hora de supervisar su cumplimiento y no aceptará desvíos. Una exigencia más de las muchas que van poblando el camino hacia el nuevo convenio que el gobierno pretende sellar.