Hay que reconocer que las clases dominantes nunca bajan sus banderas. Una vez más atacan por todos los flancos con el tema de lo que llaman reforma laboral. Flexibilidad, competitividad, alto costo laboral son términos que hartaron a los trabajadores en la década del ’90, pero que reaparecen como si nunca hubieran existido.

El mito que flexibilizando las condiciones de trabajo y el empleo, se evita la desocupación terminó como una caricatura en dicha década. Cuanto más se flexibilizaron las condiciones de contratación, ya sea por las leyes o porque el trabajo en negro había alcanzado a la mitad de los asalariados, la tasa de desocupación llegó a su máximo histórico en el país. Una cuarta parte de la población activa llegó a estar en una situación de desocupación abierta.

El objetivo real de los empresarios y el gobierno fue escrito con un grado de sinceridad asombroso en la editorial de los voceros del gran capital, el diario La Nación del 26 de abril del año pasado.

En una nota ¿o panfleto? titulado “La hora exige modernizar la legislación laboral” se afirmaba: “…La legislación de las últimas siete décadas se ha movido en el sentido de un deterioro de la productividad del trabajo y un aumento del costo laboral.”

Y agrega “La flexibilización laboral y la tercerización, que crean modalidades atractivas para generar nuevo empleo, son demonizadas en los ambientes sindicales y políticos…..”. En pocas palabras, proponen desmantelar 70 años de derechos adquiridos por los trabajadores. Y hoy en día están envalentonados con la reforma laboral de Brasil.

Pero la Reforma no se reduce a los cambios en la legislación. Este ataque a los trabajadores cuenta con dos aspectos tan importantes como las leyes.

Los aliados (o subordinados) del gobierno en la corporación judicial, están dispuestos a escarmentar a los trabajadores que enfrentan este ataque con todas las formas posibles de judicialización de la protesta, la vía libre a la represión y a mirar para otro lado ante el incumplimiento de las leyes.

Pero además, antes y después de esta ofensiva vía las instituciones del sistema, siempre está presente el recorte de derechos por la vía de los hechos. El trabajo en negro, la amenaza del despido, el apriete de directivos, etc. son una realidad cotidiana para buena parte del movimiento obrero.

En última instancia no se trata tanto de dilucidar cómo es el ataque, que tiene poco de novedoso, sino de ver cómo se arman las líneas de defensa de los trabajadores, que una vez más deberán recurrir a su imaginación, su fuerza y su historia para frenar el avance del capital.