El gobierno de Cambiemos muestra desaciertos en materia política y una trayectoria sinuosa, con reiterados volantazos en función a la resistencia popular ante los constantes intentos de desbaratar conquistas sociales.

No obstante, existe un sector donde, en este año y medio, no han dado marcha atrás en el sendero que se trazaron, ya que han podido desplegar en extenso el programa de reformas estructurales que el establishment siempre pregonó. 

Los CEO y banqueros que colonizaron los resortes de toma de decisiones en el Estado, nunca dudaron en que nuestro país tenía que adecuarse a las prescripciones del poder financiero internacional y facilitar un esquema institucional de “mejoras sobre el funcionamiento de su mercado de capitales”, en pos de atraer a los grandes capitales. 

La traducción de su ideología en un programa de políticas públicas se materializó en una serie de decisiones de liberalización del mercado, garantizando el ingreso irrestricto de los fondos golondrina, que especulan en la búsqueda de aquellas economías que ofrezcan el mayor rédito en el menor plazo. 

Otra de las modificaciones en el sistema financiero fue la eliminación de los requisitos de tasa de interés interna, lo cual transfirió cuantiosos recursos de los ahorristas internos a los bancos. Huelga mención sobre las modificaciones en el mercado cambiario, que no son otra cosa que el eslabón final de la cadena de bicicleta financiera y fuga. 

Para ilustrar con algunos pocos números, en base a información del BCRA, en los primeros cinco meses de 2017 el ingreso neto de dólares desde el exterior para inversión de portafolio (especulativa) se incrementó en un 250% hasta los U$S 2.200 millones.

Además de esta inversión privada de corto plazo, los desbalances internos y la apreciación cambiaria se alimentan con toma de deuda. Por ejemplo, la suscripta con acreedores privados en 2017 está subiendo al 147% respecto a igual período del año pasado y ya supera los U$S 5.300 millones. 

A pesar de este influjo, el gobierno no ha logrado frenar la dolarización interna de la economía, y esto redunda en que la demanda de dólares (para ahorro y fuga) siga creciendo al 40%interanual, esto es, más de U$S 6.600 millones en cinco meses del año. 

La maquinaria de creación artificial de riqueza financiera incorporó un instrumento hasta el momento poco explotado, el de los “pases interbancarios”, que en escasos meses pasó a explicar más del 1% de las ganancias de los bancos ($8.500 millones entre enero y mayo). 

El modelo económico actual es un experimento de laboratorio de banqueros y financistas internacionales. Tal vez el dato que mejor lo ilustra es que sólo el 10% de la inversión actual desde el exterior tiene como destino el sector productivo. El resto, son fondos que siguen rentabilidades de corto plazo, porque vinieron por la renta financiera.