Entre las abundantes frases valiosas que la vicepresidenta Cristina Fernández expresó el jueves pasado, hay una que me impactó por sobre el resto: “en esta Argentina circular (…) hoy estamos con una situación en la que figuras e ideas y hechos del pasado parecen querer venir nuevamente a instalarse en el presente para condicionarlo y para además, también, condicionar el futuro. Estamos en ese raro momento en que el pasado se torna presente y, tal vez, frustre el futuro”.

Lejos de toda abstracción, Cristina retomó lo sucedido en la crisis de 2001, que planteó como el desenlace de todo el proceso de la Convertibilidad. Tras brindar una explicación detallada de lo que significó aquel esquema, la vicepresidenta apuntó al rol de quienes gobernaban y debieron irse alcanzados por el grito masivo del “que se vayan todos” (en rigor, los neoliberales).

También mencionó a quienes dentro del mismo espectro de ideas plantean la dolarización, que es la Convertibilidad recargada y sin vuelta atrás. Hoy el principal riesgo está representado por quienes pretenden volver al pasado y a las nefastas políticas que ya dejaron un tendal de desocupación, pobreza y deuda, incluyendo lo ocurrido en el período 2016-2019.

En el plano de la construcción política, Cristina planteó que “no se trata de una persona; es necesario volver a construir programas de gobierno”. La Vicepresidenta instó a debatir y discutir esa propuesta. Sobre esta cuestión, algunos de los puntos fundamentales giraron en torno al manejo de los recursos naturales, en particular, qué hacer con el litio, o con el potencial de Vaca Muerta, surgido a partir de la recuperación de la soberanía hidrocarburífera en 2012.

Además, hubo una mención concreta a los formadores de precios, dado que el 74% de la facturación de los productos de la góndola está en manos de 20 empresas, lo que explica en gran medida el fenómeno de la inflación. En sintonía con lo que el país precisa, realizó un fuerte llamado a la unidad del Frente de Todos, y a superar diferencias internas para juntar fuerzas y competir con quienes efectivamente hay diferencias: aquellos que pretenden reeditar un pasado nefasto.

Enfrentando el golpe de mercado

La gestión cotidiana de los problemas nunca es sencilla, y menos si se está en presencia de intentos de golpe de mercado, algo que ya comenté una semana atrás. Finalmente, el episodio pudo ser controlado a partir del miércoles, luego de la intervención del BCRA en el mercado cambiario.

Estos intentos no son de ahora, no obedecen sólo al accionar puntual de un agente de bolsa que instaló rumores de devaluación (luego la empresa salió a pedir disculpas), ni a voces que hablaron de un posible recambio ministerial. Forman parte de una movida articulada, de la que participan sectores de la política y de los medios, con la que se trata de golpear al gobierno, aunque los costos los paga la ciudadanía en su conjunto.

El punto de partida de este tipo de maniobras se puede identificar a mediados del año pasado, cuando se trató de forzar la convocatoria a una asamblea legislativa para que asuma un nuevo presidente, o cuando se empezó a hablar de “la bomba de la deuda en pesos” que supuestamente estaba por explotar.

Respecto del dólar ilegal, hay que repetir que se trata de un mercado muy chico en cuanto a su volumen y que está muy influido por las versiones y la especulación, motivo por el cual las cotizaciones tienden a sobrerreaccionar, para después bajar. No obstante, esta volatilidad no resulta inocua para la economía: tiene impacto en las expectativas y en el proceso de formación de los precios internos, ya que hay sectores concentrados que remarcan para ganar más, o empresarios que se cubren “por las dudas”, incluso a pesar de que importan al dólar oficial.

No hay que perder de vista que la brecha cambiaria ha subido, no por culpa de un supuesto atraso del dólar oficial, que no existe, sino por un adelantamiento del ilegal, producto de la especulación y las intenciones políticas. Por un lado, no hay razones económicas que justifiquen una devaluación, salvo la búsqueda de rédito de quienes exportan y cobran en dólares, aunque con ello se castigaría a las grandes mayorías que cobran en pesos y deberán enfrentar una fuerte suba de la inflación.

Por otro lado, con el intento de golpe de mercado se busca minar las chances electorales del oficialismo, justo en un momento en el que el país está ingresando de lleno en terreno de definiciones de candidaturas. Por su parte, no es ilógico tampoco suponer que hay sectores que intentan obligar al gobierno a llevar a cabo la política que ellos anuncian que aplicarían, para no tener después que pagar los costos de haber devaluado.

Sin embargo, el gobierno continúa dando muestras claras de que no devaluará y todas las políticas que se implementan van en esa dirección.

En materia de tasas, el BCRA incrementó el rendimiento de los plazos fijos y las Leliq. Según el BCRA, “la decisión de la autoridad monetaria se basa en el objetivo de propender hacia retornos reales positivos sobre las inversiones en moneda local y de actuar para preservar la estabilidad monetaria y financiera”.

Entre otras medidas, el BCRA elevó la tasa de interés mínima garantizada 10 puntos porcentuales para los plazos fijos de personas humanas, menores a los 30 millones de pesos, e igual alza aplicó a las Leliq. En cuanto a la tasa de la Línea de Crédito para la Inversión Productiva, orientada a pymes, el Central la elevó unos 7 puntos y se mantiene en términos reales negativos.

El anuncio del uso de yuanes para pagar importaciones de China es un aspecto para destacar. Hay que partir considerando que en 2022 el 21,5% de las importaciones totales de Argentina provinieron de China, unos U$S 17.516 millones. Dado que se exportaron a ese país U$S 8015 millones, se generó un déficit comercial con China de U$S 9502 millones. Se trata de una medida que contribuye a mejorar el balance de dólares que tenemos en nuestro comercio internacional y que va claramente en la dirección contraria a la propuesta de dolarización que levanta un sector de la oposición.

Por su parte, la Argentina sigue planteando la necesidad de rediscutir las metas con el FMI para que sean cumplibles y no agraven la situación de millones de argentinas y argentinos.

Es preciso apuntalar el proceso de recuperación económica y de crecimiento del empleo, mientras en paralelo se van consolidando y corrigiendo las enormes falencias estructurales. Eso requiere tiempo y también que no nos impongan planes que impliquen ajustes.

Si por insatisfacción cometemos el error de elegir una alternativa como la que proponen las distintas variantes de neoliberalismo, la vamos a pasar muy mal y cada vez será más difícil volver atrás. Por eso, no tengo dudas de que el camino es “por acá”, que tenemos que insistir en que el país no necesita un cambio de rumbo: en todo caso necesita un programa para profundizar este rumbo, resolviendo los problemas estructurales y todo aquello que todavía no se ha podido mejorar. «