“Firmé cualquier cosa con la promesa de que al día siguiente estaba en libertad”, recordó Juan Chavanne durante su testimonio en el juicio oral Chavanne-Siderúrgicas Grassi por el secuestro de una treintena de empresarios, empleados y familiares de esos grupos económicos. “Me quebraron, me sacaron absolutamente todo. Me quedé sin un peso partido por la mitad y sigo en quiebra al día de hoy. Creo que todavía debo 60 millones de pesos, que no los puedo pagar”, agregó.

El empresario declaró ante el Tribunal Oral Federal 5 luego de que lo hicieran Marcela, Marta y Luis Grassi, hijos de René Grassi, quienes relataron el desapoderamiento que sufrieron en manos de la dictadura y el rol que ocupó Etchebarne en esa maniobra.

Chavanne fue secuestrado el 14 de septiembre de 1978 junto a su esposa Sara Duggan y su abogado Mario Satanowsky un día después de René Grassi. La Comisión Nacional de Valores, presidida por Etchebarne, los había acusado a ambos grupos por subversión económica tras la compra del Banco de Hurlingham a la familia Graiver.

Primero fue llevado al Regimiento de Granaderos y después al centro clandestino de detención Cárcel de Encausados de Campo de Mayo, donde se encontró con el resto de los y las detenidas. Allí fue interrogado y torturado innumerables veces. Reconoció entre sus captores torturadores a Guglielminetti y a los ya fallecidos coronel Roberto Roualdes, comandante de Gendarmería Víctor Enrique Rei y el coronel Francisco Obdulio D’Alessandri.

Los represores tenían un interés específico en dar con el dinero que habría obtenido la organización Montoneros a raíz del secuestro extorsivo de los hermanos Juan y Jorge Born. “Me preguntaban por cosas que no tenía ni idea. Me preguntaban por Galimberti, por los 60 millones de dólares, como si fuera el cerebro oculto de una organización subversiva o algo parecido”, contó y añadió: “Todo se basaba en la supuesta fortuna que yo manejaba. Por qué vivía en una casa así. Se habían robado todos los libros de las empresas. Sabían todo”.

Entre las maniobras que recordó estuvo una recorrida por bancos para que vendiera el Banco de Hurlingham y un pedido extraño: “Me preguntaron si me animaba a hacer un plan económico. Yo no tenía la más mínima idea de qué estaban hablando. Ellos creían que era un genio de las finanzas. Tenía una empresa de venta de lotes que vendíamos como locos, nada más, pero me lo puse a escribir. No sé si estará en algún lado”.

Durante los interrogatorios y torturas, Chavanne firmó documentos que nunca leyó y no sabe que pasó con sus propiedades o negocios. “Estuve en quiebre, estoy en quiebra desde febrero de 1979. Me quebraron, me sacaron absolutamente todo. Me quedé sin un peso partido por la mitad, y sigo en quiebra. Creo que todavía debo 60 millones de pesos, que no los puedo pagar. Que paso con todo eso no tengo idea. Nunca me dedique a meterme en la quiebra”, reconoció.

“Escuche que muchos de los procedimientos que se hicieron era para conseguir plata, conmigo creo que buscaron destruir a mi grupo de empresas”, sostuvo.

Durante la instrucción de la causa, Chavanne señaló que mientras estaba cautivo en Campo de Mayo le tomó declaración Etchebarne, quien le preguntó sobre sus acciones en Celulosa Argentina y en Canale.

Esta vez, no lo recordó así, a pesar de que el fiscal Alejandro Alagia le marcó en varias oportunidades la contradicción. Esta vez dijo haber escuchado el nombre Juan Alfredo dicho por el fiscal Roberto Solá, quien lo interrogó en Campo de Mayo mientras estaba encapuchado y esposado. “Juan Alfredo no seas ridículo”, escuchó que le dijo. “Pude escuchar discusiones, preguntas que él hacía a otras personas. Había papeles que se movían”, detalló.

Además de la presencia de Etchebarne en Campo de Mayo, reconocida por otros testigos, en la guarnición militar también hubo abogados y contadores de la CNV y el Banco Central de la República Argentina (BCRA), que asistían al grupo de Tareas para los interrogatorios.