Aurore Tabort (de ahí el título) acaba de cumplir 50 años y cae en la cuenta casi de golpe que no tiene pareja, sus hijas están a punto de dejar la casa, carece de una profesión que le permita un pasar más o menos afable; encima la empieza a azuzar la menopausia, y los ataques de calor literalmente la asaltan y la fastidian por igual. Ella es una de las millones de mujeres en el mundo bajo las mismas circunstancias. No hace falta que pasen muchos minutos para empatizar con esta mujer que la gracia de Agnès Jaoui vuelve mágica.

Aurora va y viene entre un deseo irrefrenable por dar un cambio a su vida, de por fin hacer lo más posible a lo que sueño y por mucho tiempo quiso y la imposibilidad de patear el tablero porque es el sostén de familia por más que sus hijas ya sean independientes en lo económico, y también en lo afectivo, como la más grande, que está en el comienzo de su embarazo. 

Todo eso se junta en una sola mujer que parece no tener nada, pero que tiene, acaso, la riqueza mayor que una mujer de hoy en sus circunstancias puede tener: el afecto y acompañamiento de sus hijas y de una amiga inquebrantable que la sostienen, la ayudan a que no descarrile y así le permiten volver a soñar. Que después de todo cuando se puede llenar la panza, es prácticamente lo único que ayuda a seguir adelante.

50 Primaveras (Aurore. Francia, 2017). Dirección y guión: Blandine Lenoir. Con: Agnès Jaoui, Pascale Arbillot, Lou Roy Lecollinet, Sarah Suco. 89 minutos. Apta mayores de 13 años