Octubre es el mes en el que se cumplen los treinta años del lanzamiento de un álbum que se resignificaría con el pasar del tiempo. Así al menos es como por estos días es recordado Mujer contra Mujer, el segundo disco de la cosecha en conjunto de Celeste Carballo y Sandra Mihanovich.

El dúo ya había dado muestras de su potencia creativa y convicciones personales, sobre todo cuando decidieron abandonar sus carreras solistas para encarar este proyecto a finales de los ochenta. Ese primer paso lo dieron con Somos mucho más que dos (1988), un disco que obtuvo gran repercusión y abrió el camino a una carrera conjunta exitosa.

Sandra y Celeste proponían canciones melódicas y de pop rock sutil. En su vida privada mantenían una relación de pareja que desafiaba los cánones conservadores de la época. Su convicción para mostrarlo con pequeños o grandes gestos –según el espectador de turno– constituyó una potente declaraciones de libertad que inspiró a miles.

En Mujer contra mujer (1990) se expusieron sin ataduras desde la tapa misma del disco en un contexto decididamente hostil para el amor entre mujeres.

Producido por Fito Páez, el disco contó con la participación del propio productor tocando teclados y haciendo coros, pero también fueron de la partida músicos como Tweety González, Pedro Aznar y Andrés Calamaro, todas figuras que le dieron su apoyo y también un signo decididamente rockero que contrastaba con lo anterior que había generado la dupla.

Mujer contra mujer -un nombre que fue tomado de uno de los temas de la banda española Mecano- fue aceptado casi de inmediato por la comunidad gay de Buenos Aires, algo que con el correr del tiempo se transformó en un símbolo de pertenencia para todo el arco LGBTQ de nuestro país.

Pero otra fue la historia cuando eso que se cocinaba en estudios dio finalmente un salto al tomar estado público. Los gigantescos afiches que poblaron Buenos Aires para promocionar el disco explotaron en la conciencia de una sociedad muchas veces reacia a aceptar las diferencias. Y eso se vinculaba directa y tajantemente con la relación construida entre Sandra y Celeste. Era otra Argentina y no decididamente la mejor.

Hoy y a treinta años de todo eso, el arco de canciones que formaban ese disco es rescatado de manera masiva en redes sociales. Si bien nunca fue considerado a Mujer contra mujer como el primer alarido discográfico que clamaba por una identidad de género, lo cierto es que para toda una generación dejó huellas profundas que hoy encuentran en el movimiento LGBTQ a toda una descendencia.

“Para mí, ese disco es esencial. Tiene mucho rock, es groovero, y destaco el nivel de sinceridad que trajo porque es zarpado, transgresor. Sigue siendo de esa forma ahora mismo. A mí como música y lesbiana me marcó, aunque tal vez no de manera directa. Sigo creyendo que nos dejó el camino menos rispido a las que vinimos mucho después”, dice la cantante y compositora Cam Bezkin.

No fueron pocos y pocas las que en las redes tomaron nota del trigésimo aniversario del lanzamiento del disco. Twitter, Facebook e Instagram se llenaron de comentarios de viejas y nuevas generaciones alabando el valor que tuvieron Sandra y Celeste al hacer música juntas y de compartir una relación en tiempos más que difíciles. Por eso y por mucho más, hoy Mujer contra mujer obtiene un nuevo estatus social y sentimental para miles en esta parte del mundo. “Es un álbum al día de hoy muy valiente. A la sociedad del colectivo LGBTQ y a muchos otros le dio aliento sutil. El shock que produjo el disco ahora es histórico decididamente”, concluye Bezkin.